La generación de los niños sobre protegidos

664
0
Compartir

Una nueva generación de hiperniños aumenta de forma preocupante en las llamadas sociedades del bienestar. Sus padres, cada vez más protectores, están obsesionados porque sus hijos no sufran. El resultado es una generación angustiada por el miedo a perder, miedo a equivocarse, miedo a fallar.

Por su blandura de carácter ya son apodados como generación “copo de nieve”, y por su excesivo narcisismo, también son conocidos como la generación “L’Oreal”, por el célebre eslogan “porque yo lo valgo”.

Según un reportaje de The New York Times Magazine, del pasado año, el 62% de los alumnos estadounidenses consultados aseguraban sufrir “ansiedad extrema”.

Tanto en EEUU, como en otros países de Europa, los estudios reflejan que este aumento de ansiedad extrema no se da entre los adolescentes más desfavorecidos, sino entre chicos y chicas de familias pudientes por, entre otras razones, los altos niveles de perfeccionismo que les exigen sus padres y/o ellos mismos.

La hiperpaternidad/hipermaternidad se está llevando por delante aspectos tan importantes como la capacidad de autonomía de nuestros hijos y provoca que tengan una baja, por no decir nula, tolerancia a la frustración.

Por su blandura de carácter ya son apodados como generación “copo de nieve”, y por su excesivo narcisismo, también son conocidos como la generación “L’Oreal”, por el célebre eslogan “porque yo lo valgo”.

Porque, además, son niños con agendas de ejecutivos desde parvulario, niños que tocan el piano, aprenden chino y juegan al ajedrez.

La periodista y escritora Eva Millet Malagarriga (Barcelona, España, 1968) explica en qué consiste este nuevo fenómeno tras la publicación de su libro: “Hiperniños ¿hijos perfectos o hipohijos?” .

La obra, que se apoya en diferentes voces de expertos, es la continuación de un primer libro, titulado “Hiperpaternidad”.

En esta primera publicación se analizaba una crianza que “no solo implica consentir a los hijos, sino también darles una atención excesiva, ejercida a base de estar siempre encima –de sobrevolar sobre ellos- anticipándose a sus deseos, resolviendo sus problemas por sistema y justificándoles a ultranza”.

Agua, bolígrafos y bocadillos

Explicaba Millet que en la hiperpaternidad, los padres se transforman en colegas pero ansiosos, dispuestos a dar todo a su hiperniño para evitar, a toda costa, que se frustre, aunque ello implique hacerles los deberes hasta en la adolescencia.

Pero se ha llegado tan lejos que ya hay padres que llaman al catedrático de la Universidad de su hiperniño para interesarse por sus notas, o acompañan al vástago el día de la prueba de ingreso en la Universidad con bolígrafos, agua y bocadillo para que no le falte de nada.

En los colegios mayores para universitarios hace apenas unos años no conocían a ningún padre de los residentes, mientras que ahora están pendientes y alerta de todo que lo que hacen en una forma de infantilizar a sus hijos.

En las universidades de EEUU ya se empezó a detectar este fenómeno de los hiperniños en los años 90 del pasado siglo.

Ahora, ya hay empresas que organizan habitaciones para los padres que acompañan a sus hiperniños cuando van a una entrevista de …trabajo, y proliferan los programas para “adultos-jóvenes”, destinados a enseñar las habilidades necesarias para desenvolverse.

Alumnos frágiles

Relata Millet en “Hiperniños” que el sistema educativo de Estados Unidos cuenta con los llamados 504 Plans, que son protocolos instituidos para facilitar la vida a los estudiantes que, literalmente, ´tienen un impedimento físico o mental” que les afecta o limita para asistir a clase en condiciones.

Los protocolos incluyen, entre otros, la posibilidad de “sentarse en un lugar preferente”, “dar más tiempo para hacer exámenes y tareas escolares, la reducción de la cantidad de estas y permiso para legar tarde o faltar a clase”.

De hecho las dificultades físicas y mentales que se detallan para acogerse a este plan aluden a impedimentos para nadar, respirar, comer, comunicarse, ver, oír, hablar, leer, pensar o aprender, entre otras.

El problema es que los 504 Plans se están aplicando a chicos y chicas que, objetivamente, no están tan seriamente limitados, pero a los que se les ha etiquetado como “frágiles”.

Además, añade la autora, los protocolos se están ampliando y se contemplan comedores espaciales, lejos del barullo de la cantina; el acceso a la escuela por la puerta trasera; y, si hay partidos en la clase de educación física, que no haya un marcador, para así no provocar el trauma a perder.

Ansiedad extrema

Pero en ese hacérselo todo por parte de los padres también les están transmitiendo su ansiedad.

Una ansiedad que han interiorizado los propios chicos, y que se ha convertido en extrema.

En octubre de 2017, The New York Times Magazine publicó un reportaje, en el que, según Millet, se hacía eco de los elevados niveles de ansiedad entre los adolescentes del país.

El texto incluía una encuesta que destacaba que el 62% de los alumnos estadounidenses consultados aseguraban sufrir “ansiedad extrema”.

Esta estadística se sumaba a un aumento -el doble- de ingresos hospitalarios por intentos de suicidio adolescente en los últimos diez años, en especial poco después del inicio de curso.

Tanto en EEUU, como en otros países de Europa, como Irlanda, por ejemplo, los estudios reflejan que este aumento de ansiedad extrema no se da entre los adolescentes más desfavorecidos, sino entre chicos y chicas de familias pudientes por, entre otras razones, los altos niveles de perfeccionismo que les exigen sus padres y/o ellos mismos.

La doctora en psicología por la Universidad de Arizona, Suniya Luthar, concluyó en sus investigaciones que los chicos educados en familias con muchos recursos tienen hasta tres veces más ratios de depresión que los adolescentes de familias “normales”, y el doble de niveles de ansiedad.

Y “no tiene ninguna duda” de que esta crianza se ha convertido en corriente dominante en muchos lugares del mundo.

Cita Millet al filósofo español Gregorio Luri (Navarra, 1955) para explicar que los padres hoy se sienten “inseguramente responsables” y, hagan lo que hagan, tienen una voz interna que les dice si no hubiera sido mejor hacer lo contrario.“Es el drama de la paternidad moderna”.

La hiperpaternidad no da la felicidad

Según cita Millet en “Hiperniños”, hay otra relevante investigadora, la psicóloga clínica estadounidense Madeline Levine, autora de un best-seller del New York Times, titulado “The Price of Privilege”, que también opina que la hiperpaternidad no da la felicidad.

Levine cree que la parte más difícil que tienen psicólogos, educadores y profesionales de la salud mental es convencer a los padres de que la crianza hiper no funciona.

Para ello recomienda utilizar la empatía y nos señalarles con el dedo, así Levine afirma:

“los padres actuales están muy perdidos y tienen muchos miedos. Aunque dicen: “sí todo esto tiene sentido, tenemos que confiar y dejar ir a los hijos”, en realidad sufren, porque temen que, al hacerlo, al relajarse, los van a poner en desventaja”.

En su libro, Millet (blog www.educa2.info) también da claves para revertir esta crianza para hiperniños, haciendo hincapié en las habilidades, más allá de las académicas, que nuestros hijos necesitan para avanzar en la vida.

No hay comentarios

Dejar una respuesta