La cifra de 50 muertos que deja el peor tiroteo de la historia de Estados Unidos, ocurrido en Orlando la madrugada del domingo en medio de una fiesta latina en un bar gay de la ciudad, cambia el debate la campaña presidencial estadounidense.
Varios temas sensibles para el electorado confluyen en Orlando: lucha contra el terrorismo, seguridad nacional, control de armas y hasta inmigración. Y las campañas republicana y demócrata manejan visiones muy diferentes sobre lo que se debe hacer.
En su mensaje a la nación, la decimoquinta vez que sale a hablar al país tras una masacre, el presidente Barack Obama fue cauteloso en calificar los motivos del atacante, aunque describió el episodio como un «acto de terrorismo y de odio», justamente las dos líneas de investigación que adelanta el Buró Federal de Investigaciones, FBI.
El que nuevamente no hablará de «terrorismo islámico», como le exigen siempre muchos conservadores, reaviva las críticas a la manera como su gobierno (y por extensión su exsecretaria de Estado, Hillary Clinton) ha maneja la seguridad nacional.
Desde que hace poco más de seis meses se produjo la masacre de San Bernardino, California, en la que dos atacantes mataron a 14 personas, muchos advertían que un evento similar era inminente y temían por el impacto en las elecciones.
Por un lado está la virtual candidata demócrata Hillary Clinton, con una visión más “moderada” sobre cómo manejar esos puntos delicados de la política estadounidense, frente a posiciones consideradas más impulsivas de Donald Trump, su seguro contendiente republicano.
En un primer momento, es casi seguro que la airada reacción pública se incline por la mano dura con el terrorismo internacional que defiende Trump, pese a que Clinton pueda ofrecer al electorado más experiencia en el manejo de asuntos globales y de seguridad nacional.
Precisamente, la experiencia de Clinton como ex secretaria de Estado es el flanco que los republicanos ven débil y creen que pueden explotar ahora con los eventos de Orlando.
En su primer comentario sobre la tragedia de la madrugada del domingo, Trump fue cauteloso y no responsabilizó al “radicalismo musulmán” como ha hecho en ocasiones anteriores, entre ellas San Bernardino en diciembre o los atentados en Bélgica en marzo pasado.
Posteriormente, durante el mensaje presidencial, Trump aseguró vía Twitter que si Obama no calificaba lo sucedido como obra del «radicalismo islámico» debía renunciar «inmediatamente».
Washington dividido
Las primeras informaciones apuntan a que el supuesto responsable del ataque de Orlando, identificado por las autoridades como Omar Mateen, estadounidense de padres afganos, habría cometido el ataque por razones que pueden ir desde la homofobia hasta el extremismo religioso, aunque algunos destacan que son conceptos que en este caso pueden estar entrecruzándose.
En Washington las sospechas se dividen según líneas partidistas.
Los demócratas destacan el ángulo LGBT del ataque, ocurrido en un bar frecuentado por la comunidad gay de Orlando, en el mes del orgullo gay, para presentarlo como un crimen homófobo,
Los republicanos subrayan el origen afgano del atacante, el que estuviera en el radar del FBI y sus supuestos vínculos con el radicalismo islámico, como demostración de que se trata de un ataque extremista de inspiración religiosa.
De demostrarse un vínculo entre Mateen y organizaciones radicales islámicas, así sea solo por la inspiración, es de esperar un redoblamiento de la retórica de Trump sobre fortalecimiento de la lucha antiterrorista, reintroducción de la tortura para interrogatorios de sospechosos de terrorismo, control de la inmigración musulmana y una política migratoria más restrictiva en general.
La sensación de peligro inminente que pueden tener muchos con la reciente seguidilla de atentados (San Bernardino, Paris, Ankara, Estambul, Bruselas y ahora Orlando) anula las preocupaciones sobre lo potencialmente discriminatorio que tiene el discurso de Trump.
Las “culpas” de Clinton
Una primera evaluación va en detrimento de posiciones más moderadas, como la de la exsecretaria Clinton, a quien los republicanos asocian con una política exterior que habría permitido el crecimiento de Estado Islámico o ISIS, como también se le conoce.
El crecimiento de EI desde 2010 ha ido paralelo a las críticas republicanas a la política de seguridad del presidente Barack Obama, de la que Clinton fue el brazo ejecutor durante su primer período en la Casa Blanca.
La seguridad nacional es considerada por los republicanos como el flanco más débil de la exsecretaria Clinton, pese a su indiscutible experiencia en el manejo de estos asuntos.
La supuesta suavidad usada en ese entonces por el dúo Obama-Clinton sería la responsable de ese crecimiento territorial de EI en zonas de Irak y Siria.
El servidor privado que usó para sus correos electrónicos cuando era secretaria de Estado, algunos de los cuales tienen actualmente clasificación de secretos, y el episodio de la muerte del embajador de stados Unidos durante un ataque armado contra el consulado en Bengasi, Libia, en septiembre de 2012, son los dos frentes contra Clinton.
Las campañas, y la clase política estadounidense en general, están manejando el grave episodio con la mirada puesta en el 8 de noviembre, porque saben que la narrativa que se genere a partir de este momento puede definir el resultado electoral.