Clare Hollingworth tenía menos de una semana trabajando como reportera en el diario inglés The Daily Telegraph, cuando la enviaron a Polonia para averiguar más detalles de las tensiones que desde ese país hacían eco en toda Europa.
La decisión del diario no era un encargo menor. Por lo que Clare asumió la misión con la determinación que posteriormente le merecería la admiración de todos sus colegas.
Al llegar a Polonia pidió a su viejo amigo y cónsul británico en Katowice, al sur del país, John Anthony Thwaites, que le prestara su carro y su chofer para trasladarse hasta la frontera y adentrarse en Alemania.
Ese viaje cambiaría su historia, y lo que descubrió haría lo propio con el rumbo de la humanidad.
Vienen los tanques
Aunque la frontera estaba cerrada, los autos oficiales podían transitar libremente.
Logró cruzar el límite, y comprar del lado alemán aspirinas, vino y otras cosas que ya eran difíciles de encontrar en Polonia. Era el 29 de agosto de 1939.
Cuando se desplazaban de regreso a territorio polaco, pudo detectar repentinamente una amplia formación de tropas alemanas, incluyendo tanques y vehículos blindados, ocultos en un valle tras la frontera.
Con la adrenalina y la desesperación de saberse con la noticia de su vida, de inmediato se movilizó de regreso a su hotel para reportar la información.
Cuando le devolvió el auto al cónsul le dijo: «Tengo una muy buena historia. Los tanques están alineados y listos para invadir Polonia». Thwaites no dijo nada, pero envió de inmediato un mensaje secreto a la cancillería británica.
Clare se comunicó con el corresponsal del Telegraph en Varsovia, Hugh Carleton Green, y le dio toda la noticia. «1.000 tanques reunidos en la frontera polaca. 10 divisiones listas para dar un rápido golpe», fue el título del periódico.
Cabe recordar que en ese momento, las grandes potencias mundiales de ese entonces, en particular Reino Unido, sostenían intensas negociaciones con Alemania para evitar el inicio de un conflicto bélico de proporciones impensables.
Tres días después, se comunicó con Robin Hankey, secretario de la embajada en la capital polaca.
Le gritó «¡comenzó la guerra!», pero Hankey no le creyó. «Todavia están en negociaciones», le dijo el funcionario.
Fue entonces cuando Clare sacó el auricular por la ventana de su habitación para que escucharan el sonido de los tanques alemanes entrando a la ciudad.
Ese fue el primer reporte sólido que el mundo obtuvo de las verdaderas intenciones de Adolfo Hitler. Ahí comenzó la Segunda Guerra Mundial.
De la granja a la guerra
Clare nacio en Knighton en 1911, en la región central de Inglaterra, y su familia se mudó a una granja durante los primeros años de la guerra.
Su padre no era un soldado, pero le inculcó su pasión por la historia militar. Solía llevarla a los campos de batallas en Inglaterra y describirle minuciosamente cómo están plantados los ejércitos, cuál fue la estrategia, los errores, por qué se habían producido esos conflictos.
Eso le permitió tener la visión de que la guerra era la extensión de la política, y evidenciaba las fallas de los estadistas para mantener la paz.
Desde el principio le gustaron los libros y escribir. También supo con claridad que la vida de granjera no era para ella.
Comenzó a trabar como secretaria en la Liga de las Naciones Unidas, en Worcestershire, y ganó una beca para estudiar la cultura eslava en la Universidad de Londres, y luego otra para aprender croata en la Universidad de Zagreb.
En 1936 se casó, pero el rol de esposa tampoco estaba en sus planes, y dos años más tarde terminó en Varsovia, trabajando en una organización que apoyaba a los miles de judíos, católicos, comunistas y socialistas que huían del avance de los nazis en Europa oriental.
Fue cuando comenzó a escribir para un medio local. Tenía 27 años.
Durante una visita a Londres, conoció a Arthur Watson, editor del Daily Telegraph, quien había leído algunos de sus trabajos publicados.
Constatando su conocimiento de Polonia, Watson tuvo entonces la afortunada idea de contratarla como corresponsal en Katowice. El resto es literalmente historia.
«Me gusta estar en la guerra»
Con semejante estreno como corresponsal extranjera, y en ese periodo, la guerra fue un escenario natural para Clare.
«Debo admitirlo. Me gusta estar en la guerra. No sé por qué, porque no soy valiente», le dijo en una entrevista años a tras al periódico donde hizo historia, The Telegraph.
Después de la Segunda Guerra Mundial, estuvo presente en diferentes conflictos siempre con sus dos armas inseparables: su cepillo de dientes y la máquina de escribir.
Se habituó rápido al peligro. En julio de 1946, cuando cubría los conflictos en Israel, estuvo a unos 270 metros del Hotel King David, en Jerusalén, cuando estalló una bomba que mató a 91 personas.
Luego vendrían las guerras en Argelia, India y Vietnam.
Terminó su carrera como corresponsal en China, donde dejaría el Telegraph cuando cumplió 70 años, aunque nunca se desligó del mundo informativo.
Charles Moore, antiguo editor del Daily Telegraph, la describe como «una de las grandes reporteras del siglo 20, una leyenda del periodismo y una pionera para las mujeres reporteras».
John Simpson, el veterano corresponsal de la BBC, comentó a The Guardian que «Clare tuvo un extraordinario impacto en el periodismo», y agregó que entre sus grandes historia figuraba haber hecho la primera entrevista al Sha de Irán, y la útima, luego que fuera derrocado.
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También es descrita como alguien con una vida personal muy reducida, que sólo ha vivido para trabajar.
Una vez le confió a un periodista de The Guardian que «trabajo todo el tiempo. Durante el día estoy reporteando, y en las noches y fines de semana escribo libros. Tengo muy poco de vida privada. En realidad estoy más interesada en mi trabajo, que en mi vida privada».
El lugar más peligroso
Aunque vivió una vida de peligro y riesgos mortales, este 10 de octubre cumple 104 años.
Hoy está prácticamente ciega.
En una entrevista en el 2011 le comentó al periódico The Guardian que había dejado uno de sus «hábitos característicos» (dormir en el piso, según decía para no «ablandarse» con comodidades que no tendría en los sitios donde solía ir reportear).
Una suerte de ataque debilitó seriamente su salud, por lo que anda acompañada de una enfermera, quien comenta que Caire no deja de escuchar las noticias que transmite la BBC.
Asiste a las reuniones del Club de Corresponsales Extranjeros en Hong Kongcon regularidad. En el 2011, cuando cumplió 100, le hicieron un extraordinario agasajo con unos 150 invitados.
«Mi madre tuvo una idea negativa del periodismo, como si fuese un oficio, no una profesión. Nunca creyó nada de lo que escribían los periodistas», cuenta Clare aThe Telegraph.
Sin embargo, el periodismo y el riesgo parecen haber sido la fuente de su vigor.
Al preguntarle si la llamaran de alguna redacción para que cubriera una historia, cuál elegiría, contestó: «Miraría los periódicos y diría: ¿cuál es el lugar más peligroso en este momento? Porque ahí siempre se encuentran buenas historias».
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