La prohibición de divorcio en Filipinas castiga a los más pobres

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Los filipinos adinerados pueden escapar de un matrimonio desdichado echando mano de la billetera, pero para los más pobres y vulnerables separarse es casi imposible, un calvario.

Junto con el Vaticano, Filipinas es el único país del mundo donde el divorcio es ilegal.

Para los 100 millones de filipinos acabar con una relación infeliz supone un vía crucis largo y a veces humillante, además de un gasto financiero desorbitado.

Varios parlamentarios elaboran una propuesta de ley para legalizar el divorcio que podría transformar la vida de muchas personas, sobre todo de mujeres prisioneras de relaciones tóxicas.

El diputado Pantaleón Álvarez, de 60 años, presidente de la cámara de representantes y aliado del presidente Rodrigo Duterte, abandera el combate.

En una entrevista a la AFP, Álvarez asegura que romper su primer matrimonio le costó la friolera de un millón de pesos (15.500 euros), es decir el triple de los ingresos anuales de una familia filipina media.

Como miles de personas, recurrió al procedimiento de la anulación, en virtud del cual un juez declara la unión no válida alegando con frecuencia «la incapacidad psicológica» de los cónyuges.

Los solicitantes deben someterse a un examen psicológico, testificar ante la justicia y en ocasiones afirmar que en su matrimonio sufrían trastornos psíquicos.

El procedimiento ante los tribunales filipinos – saturados- puede demorar diez años y cuesta como mínimo 4.500 euros (5.500 dólares).

‘Contrario a las escrituras’ –

Desde 1999, los políticos intentan legalizar el divorcio pero las propuestas no salvan la barrera de las comisiones parlamentarias.

Ahora, por primera vez, es probable que la cámara baja apruebe un texto de legalización del divorcio que cuenta con el apoyo de la mayoría gobernante y de la oposición, según fuentes parlamentarias.

La reforma se propone dispensar a los más pobres de los gastos de procedimiento. La violencia conyugal, los intentos de prostituir a su esposa y la incompatibilidad serán considerados motivos de separación.

Como era de esperar, la iglesia católica, que representa a alrededor del 80% de los filipinos, se opone. En el Senado el resultado del voto es incierto.

El divorcio es «contrario a las Escrituras, a la voluntad de Dios», dijo a la AFP el obispo de Manila Broderick Pabillo.

En 2012, la Iglesia combatió una ley que preveía la gratuitad de los anticonceptivos para los pobres y la educación sexual en el colegio, pero perdió la batalla. También apoya la prohibición del aborto y del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Desde 2014, los sondeos demuestran que la mayoría de los filipinos son favorables al divorcio. El número de filipinos que reclaman la anulación de su matrimonio sube sin parar desde hace diez años, hasta más de 10.000 en 2017, según estadísticas oficiales.

– Violencia –

El presidente Duterte, conocido por su franqueza y al que anularon un matrimonio, no ha intervenido en el debate.

Cuando era alcalde, se pronunció en contra del divorcio, pero en temas sociales acostumbra a cambiar de parecer. Por ejemplo con el matrimonio entre personas del mismo sexo: primero lo apoyó, tras ser elegido en 2006 dio marcha atrás y en diciembre pasado volvió a su posición inicial.

Los partidarios del divorcio aseguran que la legalización podría liberar a muchas mujeres.

«El divorcio es un tema femenino, en particular para las mujeres pobres que sufren abusos. Es una puerta de salida legal», explica a la AFP Elizabeth Angsioco, presidenta de las Mujeres Socialistas y Demócratas de Filipinas.

Melody Alan, de 44 años y al frente de una asociación prodivorcio, cuenta haber vivido 14 años de abusos a manos de un marido alcohólico e infiel. «Me estranguló, me empujó contra la pared. Yo lloraba, gritaba, no podía respirar».

El marido aceptó la anulación del matrimonio con la condición de que ella pagara el procedimiento, cuenta. Algo «imposible» con cuatro hijos que criar.

En 2010 se separó de su esposo, que tuvo otros dos hijos con otra mujer. Pero siguen casados. «Pediré el divorcio para ser libre de decir esto es lo que soy ahora. Puedo empezar de cero».

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