Los dieciocho nadadores entraron al área de la piscina al aire libre en una procesión eterna, con todo el cuidado para permanecer a 3 metros de distancia el uno del otro. De camino a cada de uno los carriles que les asignaron individualmente, el equipo de Mission Viejo Nadadores observó el tablero gigantesco.
En la pantalla donde sus éxitos y fracasos suelen estar iluminados, su entrenador, Mark Schubert, había dejado un mensaje: “Que la nueva normalidad nos enseñe a ser agradecidos por las cosas que la vieja normalidad nos enseñó a dar por sentadas”.
En todo Estados Unidos y a lo largo y ancho del mundo, los deportes están despertando poco a poco de su pausa de dos meses durante la pandemia del coronavirus. Conforme los países comienzan a relajar las restricciones de los cierres de emergencia que tenían como objetivo contener la propagación del contagio, los equipos de fútbol de Alemania, España e Italia han vuelto a entrenar con la esperanza de reanudar sus temporadas, los golfistas profesionales están considerando un regreso a las competencias a finales de junio y los tenistas profesionales de gira se enteraron esta semana que está en proceso la versión alterada de una temporada. El martes, empezó de nuevo el béisbol profesional en Corea del Sur; el viernes, podrían abrir algunas instalaciones de entrenamiento de la NBA, y la Ultimate Fighting Championship y la NASCAR planean celebrar eventos este mes sin aficionados en los recintos.
Sin embargo, el mundo de los deportes es un monstruo de muchos tentáculos y su regreso a la vida se caracteriza por circunstancias desiguales. Mientras los golfistas que viven en algunas partes de Estados Unidos en esencia han tenido acceso ininterrumpido a los campos, sus colegas de otros estados u otros países, como el Reino Unido, han estado limitados, a lo mucho, a golpear con una cucharilla en las redes de sus patios traseros.
Hay tenistas, nadadores y atletas de pista que tienen acceso a instalaciones personales o espacios públicos reabiertos, mientras que otros en condados, estados o países vecinos siguen muy restringidos. Austria ha abierto los centros de entrenamiento olímpico. El Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos (USOPC, por su sigla en inglés) no ha decidido cuándo abrirá los suyos.
En Estados Unidos, 50 estados podrían producir 50 conjuntos diferentes de regulaciones. Los atletas en algunos países de Europa y Asia podrían tener dificultades para viajar a otras partes. Los distintos lineamientos y las diferentes realidades, según la geografía, complican el esfuerzo de cada atleta para volver a ponerse en forma competitiva.
No obstante, cualquier beneficio psicológico que conlleve el regreso de los deportes debe sopesarse con el potencial daño físico.
En una entrevista de la semana pasada, Jonathan Finnoff, el director médico del USOPC, comentó que, debido a que se redujeron las restricciones, “es probable que haya brotes y debemos anticipar que eso va a ocurrir”.
Esta semana, esos temores ganaron fuerza en Alemania, cuando se descubrió que diez jugadores de la liga de fútbol del país tenían el virus después realizar pruebas generalizadas a 1724 personas de 36 equipos. Anton Olsson, el capitán del equipo de su ciudad natal, Orebro, en la tercera división sueca, ha observado con una intranquilidad creciente cómo otros países relajan sus restricciones. “Es frustrante”, opinó Olsson, cuyo equipo siguió entrenando durante la pandemia conforme las restricciones más laxas de Suecia.
“Es muy difícil saber cuál es la mejor opción”, comentó Olsson en una entrevista telefónica. Olsson describió a tres o cuatro personas de su club, entre ellas un entrenador, que se habían enfermado con los síntomas del coronavirus y agregó: “Todo el equipo lo debe haber tenido o lo tendrá”.
Si los deportes competitivos reanudan actividades en el futuro próximo, lo más seguro es que dependan de pruebas generalizadas y una menor interacción entre la gente. La LPGA, la cual planea recomenzar su temporada en julio, hizo circular un correo electrónico entre las golfistas y los caddies en el que les advertía que no esperaran aficionados en sus primeros eventos. Esta semana, la asociación World Team Tennis anunció sus planes para llevar sus nueve equipos a una sola ciudad, la cual aún está por definirse, y jugar el calendario 2020, que tentativamente empezaría en julio, con un formato renovado en un solo recinto.
“Le brinda cierto tipo de tranquilidad a todo el mundo y, en este momento, en los últimos 45 días, no ha habido mucha esperanza y tranquilidad”, comentó Carlos Silva, el director ejecutivo de World Team Tennis.
En Mission Viejo, Schubert logró que la mitad de su grupo de élite de 36 miembros regresara a la piscina, donde usa normas de distanciamiento social que le dio USA Swimming y aprobó el alcalde de la ciudad, Brian Goodell, un protegido de Schubert que ganó dos medallas olímpicas de oro en 1976.Los ejercicios para los miembros del club de natación Mission Viejo Nadadores están pegados al final de sus carriles durante los entrenamientos, el miércoles 7 de mayo de 2020, en Mission Viejo, California. (Jenna Schoenefeld/The New York Times)
La mayoría de los equipos cercanos no han recibido un respaldo similar de las agencias gubernamentales a nivel local, una disparidad que ilustra las complejidades y las inconsistencias en los deportes y muchas otras industrias. Terry Stoddard, el presidente general de Southern California Swimming, hizo notar que su organización tenía 160 equipos miembros y mencionó: “Todos los días despierto e intento descifrar cómo puedo lograr que los otros 159 equipos regresen a la piscina”.
Para Katie Crom, de 16 años y miembro de Mission Viejo, el paro de siete semanas fue el más largo que haya vivido desde que empezó a competir en carreras sub-6 para niños. Crom, una de las mejores especialistas en nado de mariposa del país, comentó que estaba contenta por volver a nadar y no solo por el ejercicio.
“Es genial ver de nuevo a mis amigos, aunque sea a cierta distancia”, comentó Crom en un mensaje de texto. “Se nota que es algo que dábamos por hecho”.
Crom y sus compañeros de equipo llegan con sus trajes de baño puestos, ya que los vestidores siguen cerrados, y entran uno a la vez al área de la piscina desde el estacionamiento. No se alejan de la mitad de los carriles cuando completan los entrenamientos de 75 minutos que están escritos en papel y pegados al final de cada uno de los carriles dispuestos a lo ancho (23 metros) de la piscina para competencias de 50 metros de largo. Schubert usa una mascarilla quirúrgica y se ubica bastante lejos, mencionó Crom, “apenas podemos oírlo”. Si los nadadores tienen que usar el baño, deben subir una colina hasta los inodoros individuales de la escuela de natación y deben desinfectarlos después de usarlos.
“Nadie ha pedido ir al baño”, mencionó Schubert el lunes. “Creo que porque nadie quiere limpiar los inodoros”.
O tal vez, como sugirió Crom, después de estar tanto tiempo fuera de la piscina, nadie quiere perderse ni un solo minuto en el agua. “Antes de la cuarentena dábamos todo por hecho”, opinó Crom. “Siempre pude nadar en una piscina o en un lago desde que era niña. Nunca pensé que el acceso al agua iba a estar restringido”.