El mar sube y Holanda sabe qué hacer

387
0
Compartir

El viento sobre el canal levantaba olas espumosas y sacudía las sombrillas de los cafés. Los remeros se esforzaban para llegar a la línea de meta y los espectadores abrazaban la costa. Henk Ovink observaba desde una cubierta VIP, con un ojo en los botes y el otro, como de costumbre, en su teléfono.

Ovink es el trotamundos vendedor en jefe de la pericia holandesa en aguas crecientes y cambio climático, que es un negocio en los Países Bajos. Mes tras mes, delegaciones desde lugares tan lejos como Yakarta, Ciudad Ho Chi Minh, Nueva York y Nueva Orleans visitan la ciudad portuaria de Rotterdam. Con frecuencia terminan contratando a firmas holandesas, que dominan el mercado mundial del manejo del agua e ingeniería de alta tecnología.

Eso es porque desde el primer momento en que los colonizadores de esta pequeña nación empezaron a bombear agua para despejar la tierra para granjas y casas, el agua ha sido un tema central de la vida en los Países Bajos. Ningún lugar de Europa está bajo mayor amenaza que este anegado país en la orilla del continente. Gran parte de la nación se ubica por debajo del nivel del mar y se hunde poco a poco. Ahora el cambio climático trae la perspectiva de crecientes mareas y tormentas más intensas.

Para los holandeses, el cambio climático es una oportunidad y son pioneros en un método singular. Consiste, en esencia, en dejar que el agua entre, donde sea posible, no en esperar someter a la Madre Naturaleza: vivir con el agua, en lugar de luchar para vencerla. Los holandeses diseñan lagos, estacionamientos, parques y plazas que son un beneficio para la vida diaria, pero también hacen las veces de enormes embalses para cuando mares y ríos se desbordan.

Las autoridades aquí son de la opinión de que la resiliencia ambiental y social deben ir de la mano al mejorar los barrios, difundir la equidad y domar al agua durante las catástrofes. La adaptación al clima, si se aborda de frente y de manera apropiada, debe producir un Estado más fuerte y más rico.

Éste es el mensaje que los holandeses han estado comunicando al mundo. Los consultores holandeses que asesoran a las autoridades de Bangladesh sobre refugios de emergencia y vías de evacuación ayudaron a reducir el número de muertes sufridas en recientes inundaciones a “cientos en lugar de miles”, de acuerdo con Ovink.

Espacio para el agua
El nuevo circuito de remo en las afueras de Rotterdam, donde se celebró el Campeonato Mundial de Remo el verano del año pasado, forma parte de una zona denominada Eendragtspolder, un mosaico de 9 hectáreas de campos y canales recuperados: un excelente ejemplo de un sitio construido como una amenidad pública que recoge agua de inundación en emergencias.

Está cerca del punto más bajo en los Países Bajos, a unos 6 metros debajo del nivel del mar. Con sus ciclovías y deportes acuáticos, el Eendragtspolder se ha convertido en un rincón popular. Ahora también sirve como un embalse para la cuenca del río Rotte cuando el cercano Rin se desborda, lo que, debido al cambio climático, se espera que suceda cada década.

El proyecto es parte de un programa nacional, que lleva años de creación, llamado Espacio para el Río, que dio marcha atrás a las estrategias centenarias de tomar territorio de ríos y canales para construir presas y diques. Los Países Bajos ocupan efectivamente la alcantarilla de Europa, tierras bajas limitadas en un extremo por el Mar del Norte, al que fluyen inmensos ríos como el Rin y el Mosa desde Alemania y Francia.

Ingeniería holandesa enseña al mundo cómo manejar las crecidas
después de que las inundaciones obligaron a evacuar a cientos de miles de personas durante los 90. Las inundaciones “fueron una llamada de alerta para devolver a los ríos parte del espacio que habíamos tomado”, explicó recientemente Harold van Waveren, un asesor gubernamental de alto nivel.

“Simplemente no podemos seguir construyendo diques más altos, porque acabaremos viviendo detrás de muros de 10 metros”, dijo. “Tenemos que dar a los ríos más lugares para fluir. La protección contra el cambio climático es sólo tan fuerte como el eslabón más débil de la cadena, y la cadena en nuestro caso incluye no sólo las grandes compuertas y presas en el mar sino toda una filosofía de planificación de espacios, manejo de crisis, educación infantil, aplicaciones en línea y espacios públicos”.

Van Waveren se refería a una aplicación guiada por GPS que permite a los residentes saber qué tan debajo del nivel del mar están. Para utilizar las piscinas públicas sin restricciones, los niños holandeses deben primero obtener diplomas que requieren nadar con ropa y zapatos. “Es una parte básica de nuestra cultura, como andar en bicicleta”, dijo el arquitecto holandés Rem Koolhaas.

“Para nosotros, el cambio climático está más allá de la ideología”, dijo Ahmed Aboutaleb, el alcalde de Rotterdam.

En nuevos desarrollos inmobiliarios frente al mar en un antiguo vecindario industrial pobre de Rotterdam, la regeneración urbana trabaja con las estrategias para mitigar los efectos del cambio climático.

“Rotterdam se ubica en la parte más vulnerable de los Países Bajos, tanto económica como geográficamente”, dijo Aboutaleb. “Si entra el agua de los ríos o del mar, podemos evacuar quizás a 15 de cada 100 personas. Así que la evacuación no es una opción. Sólo podemos escapar hacia edificios altos. No tenemos opción.

Debemos aprender a vivir con el agua”.

Rotterdam es todo menos un paraíso.

Está dividido por fisuras sociales y discordia por la inmigración. Pero ha empezado a mejorar en los últimos años, al volverse más verde y más diverso.

La Ciudad se ha convertido en una capital de inventiva ambiental, pionera en la construcción de instalaciones como esos estacionamientos que se convierten en embalses de emergencia, que aseguran que la ciudad pueda prevenir el desbordamiento de aguas residuales de tormentas que ahora se prevé que sucedan cada 5 o 10 años. Ha instalado plazas con fuentes, jardines y canchas de basquetbol en barrios desatendidos que pueden servir como estanques de retención. Ha reconceptualizado sus puertos y tramos de su antiguo muelle industrial como incubadoras de nuevos negocios, escuelas, viviendas y parques.

Todas estas son paradas en el recorrido estándar para las delegaciones extranjeras visitantes: intervenciones urbanas de prueba de concepto, si no es que soluciones realmente universales, que abordan las amenazas climáticas en formas que sirven a la economía y las necesidades sociales.

“Una ciudad inteligente debe tener una visión amplia y holística más allá de diques y compuertas”, expresó Arnoud Molenaar, jefe de clima de la ciudad. “El reto de la adaptación al clima es incluir seguridad, drenaje, vivienda, caminos y servicios de emergencia. Se necesita conciencia pública. También se necesita ciberresiliencia, porque el próximo reto en la seguridad climática es la seguridad cibernética. No se pueden tener sistemas vulnerables que controlen sus puertas al mar y puentes y alcantarillas. Y se necesitan buenas políticas, grandes y pequeñas.

“Esto comienza con cosas pequeñas, como hacer que la gente quite el pavimento de sus jardines para que el suelo de abajo absorba el agua de lluvia”, dijo Molenaar. “Y termina con la gigantesca barrera contra las mareas de tormentas en el Mar del Norte”.

Enorme compuerta
Esa sería la Maeslantkering, construida cerca de la boca del mar, a media hora en auto al oeste del centro de Rotterdam, la primera línea de defensa de la ciudad.

Es del tamaño de dos Torres Eiffel tubulares, tumbadas. En los 20 años desde que fue abierta, la Maeslantkering no se ha necesitado realmente para evitar una inundación, pero se le hacen pruebas con regularidad, sólo por si acaso.

La Maeslantkering es una consecuencia de repetidas calamidades históricas.

En 1916, el Mar del Norte abrumó la costa holandesa, inaugurando una racha de construcciones protectoras que no lograron retener el agua en 1953, cuando una tormenta nocturna cobró las vidas de más de 1.800 personas. Los holandeses aún lo llaman “el Desastre”.

Redoblaron los esfuerzos nacionales al inaugurar el proyecto Obras del Delta, que contuvo dos grandes vías fluviales y produjo la Maeslantkering, la gigantesca compuerta marítima, completada en 1997, manteniendo abierta la inmensa vía fluvial que da servicio a todo el puerto de Rotterdam.

Proteger el puerto es primordial.

Alguna vez el más activo del mundo, el puerto de Rotterdam sigue siendo el más importante de Europa y sirve cada año a decenas de miles de buques de todo el mundo, suministra acero a Alemania, petroquímicos a Sudamérica y casi todo lo demás a todas partes. El puerto sigue siendo la industria fundamental en esta ciudad de más de 600.000 habitantes, de acuerdo con autoridades portuarias, y representa unos 90.000 empleos.

La idea detrás de la Maeslantkering no tenía precedentes: una compuerta monumental con dos brazos, descansando en cada lado del canal. Fue una impresionante obra de ingeniería. El arquitecto Wim Quist diseñó un objeto de belleza incomparable, una de las maravillas menos conocidas de la Europa moderna.

Unas computadoras que utilizan un sistema electrónico cerrado para evitar ciberataques, monitorean el nivel del mar cada hora y pueden cerrar la compuerta automáticamente. O abrirla. Esto es crítico: 30 bombas dentro de la compuerta están conectadas a una de las redes eléctricas del país. Extraen agua de los tubos cuando es momento de reabrir la Maeslantkering.

Si la red eléctrica falla, hay una de respaldo y, como último recurso, un generador, porque aún más peligroso que el hecho de que la compuerta no cierre es que no vuelva a abrirse. En ese caso, el agua de los ríos Rin y Mosa no podría fluir al mar y abrumaría a Rotterdam incluso más rápido que como podría hacerlo el Mar del Norte. Como señaló Aboutaleb, sería imposible escapar.

Remodelando vecindarios
Dakpark, un dique en un vecindario pobre y en su mayoría de inmigrantes que limita con el muelle industrial, solía ser un patio de maniobras ferroviarias en un distrito tristemente famoso por traficantes de drogas y criminalidad.

El dique hace mucho más que simplemente retener el agua. Tiene un centro comercial, que el barrio necesitaba, y un parque en la azotea. El parque desciende de la azotea hasta las calles y manzanas de viviendas, creando una colina cubierta de césped que une al parque y al vecindario.

Cuando hay buen clima, los amantes del sol se esparcen sobre la azotea cubierta de césped y lanzan Frisbees. Jardines formales se abren hacia el césped bien cuidado. El parque tiene un kilómetro de largo. Su éxito —no sólo como una barrera sino también como un beneficio para los negocios y el área— ha convencido a las autoridades de consultar con vecindarios y destinar dinero para proyectos iniciados por comunidades.

“Es un ejemplo de lo que uno puede hacer si se conecta el manejo de agua de tormentas con el bienestar social y el mejoramiento de barrios”, dijo Paul van Roosmalen, que supervisa el desarrollo de azoteas de la ciudad. “Es lo que queremos decir aquí en Rotterdam con ‘planificación de resiliencia’”.

A unas cuadras de distancia, una empresa de innovación tecnológica en un remodelado edificio del muelle industrial desarrolla drones de navegación con energía solar para recoger basura de plástico del mar y, en el centro de la ciudad, una bodega con una mezcla de puestos de comida artesanal, una academia circense y un museo de pinball ha rejuvenecido a un embarcadero antes sombrío. El antiguo Hotel New York, un centenario punto de referencia, solía ser el edificio más alto a lo largo de un tramo frente al mar. Ahora, han aparecido rascacielos de un nuevo distrito de negocios, con un museo de la fotografía en la acera de enfrente de la insigne torre de oficinas, De Rotterdam, y el puente Erasmus, parecido a un arpa.

Peter van Wingerden, un empresario local, imagina granjas lecheras flotantes a lo largo del muelle. Uno de cada tres camiones que entran a la ciudad transporta alimentos, dijo. Las granjas flotantes reducirían el tráfico de camiones y las emisiones de carbono, suministrando a la ciudad su propia leche. Con el apoyo municipal, está construyendo un prototipo de 2.2 millones de dólares, para 40 vacas, que producirían medio millón de litros de leche al año.

“El río ya no es sólo para la industria”, dijo. “Necesitamos encontrar nuevos usos, que nos mantengan seguros contra el cambio climático y ayuden a la ciudad a crecer y prosperar”.

La gente en los Países Bajos cree que los lugares con más gente y con más qué perder económicamente deberían recibir la mayor protección.

La idea de que un centro económico mundial como el Bajo Manhattan se inundara durante el Huracán Sandy, costándole al público miles de millones de dólares, y aun así tenga tan pocas protecciones, deja estupefactos a los expertos en clima de esta ciudad.

Molenaar, el jefe del clima de Rotterdam, resumió la opinión holandesa: “Hemos podido darle prioridad a la adaptación al cambio climático en la agenda pública sin sufrir un desastre en muchos años porque hemos demostrado los beneficios de mejorar el espacio público, el valor económico de invertir en resiliencia.

“Está en nuestros genes”, dijo. “Los administradores del agua fueron los primeros gobernantes de la tierra. Diseñar la ciudad para lidiar con el agua fue la primera tarea de supervivencia aquí y sigue siendo la labor que nos caracteriza. Es un proceso, un movimiento”.

“No es sólo un montón de diques y presas, sino un estilo de vida”.

No hay comentarios

Dejar una respuesta