El empresario Nayib Bukele juró este sábado como presidente de El Salvador con el desafío de transformar el país que, después de tres décadas de gobiernos de derecha e izquierda, arrastra una alicaída economía dolarizada y una violencia que impulsan a sus pobladores a emigrar.
Bukele, de 37 años, fue investido durante una sesión solemne de la Asamblea Legislativa en la céntrica plaza Gerardo Barrios de San Salvador ante la presencia de 83 delegaciones de diferentes países.
Vestido con un impecable traje azul oscuro, el nuevo presidente tomó juramento ante unas 10.000 personas, muchas con camisas celestes, que lo ovacionaron con aplausos bajo el grito de «Sí se pudo».
En un discurso de media hora, en el que evitó mencionar las acciones que pondrá en marcha para atacar los problemas del país, el joven mandatario pidió a los salvadoreños «el compromiso» de trabajar «para sacar adelante al país».
«Nuestro país es como un niño enfermo, nos toca a todos cuidarlo», exclamó ante la multitud.
Migración, un desafío
Frenar la migración de salvadoreños a Estados Unidos es una de las labores que debe atender el nuevo mandatario, cuyo fallecido padre Armando Bukele Kattán fue presidente de la Asociación Islámica Árabe Salvadoreña, de la cual fue imán.
Estimaciones oficiales indican que un promedio de unos 200 salvadoreños emigran a diario sin documentos legales hacia Estados Unidos.
A finales de 2018, poco más de 3.000 salvadoreños marcharon en caravanas al país norteamericano.
«Los jóvenes necesitamos educación, trabajo, tener un futuro aquí y no estar obligados a irnos a otro país a buscar algo mejor, pero si aquí no mejora la situación siempre va a estar esa posibilidad» de emigrar, dijo a la AFP Amilcar León Alvarado, de 19 años, mientras observaba a Bukele tomar juramento.
El inicio de la gestión de Bukele «supone un gran reto», pues tendrá que responder rápidamente a grandes expectativas con funcionarios con poca experiencia en el manejo de la administración pública y sin contar con recursos, advirtió en un editorial la jesuita Universidad Centroamericana (UCA).
Para el analista Mauricio Choussy, con Bukele se inicia una nueva era, dejando para la historia la llamada «alternancia política» entre derecha e izquierda, con lo cual «la democracia se fortalece».
El nuevo mandatario rompió el bipartidismo de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena, 1989-2009) y del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN, 2009-2014), los partidos responsables de firmar los acuerdos de paz de 1992 que finalizaron la guerra civil de 12 años.
Bukele, un ex alcalde de San Salvador, tiene como prioridad en su gestión de cinco años contener a las pandillas o maras que reclutan a los jóvenes y viven de la extorsión y venta de drogas.
El Salvador se mantiene como uno de los países sin guerra más violentos del mundo con un promedio de 51 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2018, en su mayoría atribuidos a las pandillas que tienen unos 70.000 miembros, de los cuales casi 17.000 están encarcelados.
Economía estancada
También hay una gran expectativa por el rumbo económico que pueda imprimir Bukele para atraer inversión extranjera que genere empleo para una población que en los últimos años ha tenido como principal salida emigrar a Estados Unidos.
«Los salvadoreños demandan la creación de fuentes de empleo, aumento de los salarios, reducción de la pobreza y disminución del costo de la canasta básica«, agregó la UCA.
Santos Iraheta, de 56 años y que estaba desde la madrugada en la plaza para ver al nuevo mandatario, dijo confiar «en que trabajará por los pobres».
«Tenemos que darle una oportunidad para que trabaje para levantar el país, confiamos que así será», dijo Iraheta a la AFP mientras se arreglaba un gastado sombrero de cuero.
Al recibir el país con una alarmante deuda que alcanza el 70% del PIB, y con una economía que en los últimos cinco años creció en promedio 2,4% anual, el nuevo gobierno tendrá dificultad para mantener los programas sociales en marcha.
Al cierre de 2018, El Salvador acumulaba una deuda pública de 18.974,6 millones de dólares, más de la mitad contraída con acreedores externos, según el Banco Central de Reserva.
Además, carga un déficit fiscal de 3% del PIB que, según cifras oficiales, podría crecer este año a 3,7% del PIB.
Con 20.742 km cuadrados de extensión y 6,6 millones de habitantes, El Salvador depende en gran medida de las remesas enviadas por migrantes desde el exterior, sobre todo Estados Unidos. Las remesas en 2018 sumaron 5.468,7 millones de dólares, equivalente a 16% del PIB.
Depurar la administración
Además, a Bukele le corresponderá luchar contra la corrupción y comenzar por reestructurar el aparato del Estado, que en las últimas tres décadas vio su planilla crecer de 69.887 empleados públicos en 1989, a 166.577 en 2018.
Bukele ha señalado que promoverá la instalación de una comisión contra la corrupción, similar a las que existen en Guatemala y Honduras, y para ello pidió apoyo a la Organización de Estados Americanos (OEA) y las Naciones Unidas (ONU).
En los últimos años, los ex presidentes Francisco Flores (1999-2004), ya fallecido, Elías Antonio Saca (2004-2009), encarcelado, y Mauricio Funes (2009-2014), asilado en Nicaragua, han enfrentado la justicia por casos de corrupción.