Tomo prestado el título de este artículo a un colega cubano que usaba la fórmula para referirse al socialismo. El término reforestación ha sido usado como solución ideal para la recuperación de los bosques degradados, de la misma manera mesiánica en que el término socialismo se propuso como solución a todos los problemas de la humanidad.
En realidad, “reforestar” no es la mejor respuesta a la destrucción y degradación de los bosques o montes, y, muchas veces, es la peor decisión que se puede tomar, sobre todo si por reforestación se entiende sembrar árboles extranjeros para producir madera. Si reforestación es la respuesta, ¿cuál es la pregunta?
No se trata de un simple juego de palabras. Es siempre saludable preguntarnos, cuando iniciamos una acción, qué pretendemos conseguir con ella. Por eso es importante que reformulemos una definición de “bosque” inequívoca y clara.
En nuestro país los profesionales del sector agronómico forestal han creado una distorsión de la palabra bosque, que para la mayoría de nuestros hombres del campo es una plantación de árboles simétricamente sembrados. Mientras que con la palabra “monte”, que tiene una fuerte carga negativa, los campesinos designan despectivamente al verdadero bosque natural.
A raíz de los incendios forestales que afectaron muchos bosques hace un tiempo, algunas personas propusieron iniciar jornadas masivas de reforestación para recuperar las zonas afectadas. Eso sería lo peor que podría haberle ocurrido a las ya maltratadas cordilleras, si hubieran sido invadidas por cientos de “reforestadores”. El impacto de la gente en las áreas incendiadas sería devastador.
Lo más aconsejable es dejar que esos montes se recuperen solos, pues la extensión de terreno que podríamos reforestar sería ridícula, suponiendo que encontráramos las plantas adecuadas.
Otra idea peligrosa es querer “aprovechar” la madera que se quemó, cortando los troncos o arrancando tocones. La actividad que habría que desplegar para lograr eso provocaría daños prácticamente irreversibles a esos bosques, por la erosión y la perturbación que causarían.
Otra distorsión respecto al problema forestal es la idea de que los árboles son el único o el principal componente del bosque. “Siembra un árbol” parece ser la fórmula mágica, cuando en realidad existen muchos otros elementos en un bosque, tan o más importantes que los árboles: los arbustos, las bromelias, las orquídeas, las yerbas, las lianas o bejucos.
Padecemos un arbolcentrismo que nos impide entender la verdadera dinámica del bosque. No he oído nunca a ningún organismo de los que manejan las áreas forestales incluir en sus programas de reforestación a alguno de estos componentes.
En una ocasión, un director de Foresta, para justificar unos permisos que dio para talar un bosque, alegó que en la zona en cuestión lo que había eran “arbustos y malezas”.
4Tenemos que convencernos de que la prioridad es detener la deforestación. Gastar grandes recursos tratando de reforestar, es tan absurdo como pretender contrarrestar la mortalidad infantil aumentando la tasa de natalidad. Si no se atacan las causas y los niños se siguen muriendo, poco sentido tiene traer más niños al mundo para que corran la misma trágica suerte. Lo urgente, y mucho más económico, no es reforestar, sino detener la deforestación. Es decir, prevenir para luego no tener que gastar miles de millones tratando de remediar lo irremediable.
“En realidad, reforestar no es la mejor respuesta a la destrucción y degradación de los bosques o montes”