Su padre fue un comisario nazi que lo atormentaba con golpes y humillaciones. Se hizo fisicoculturista a los 15 años con la idea de convertirse en estrella de Hollywood. Estadounidense por adopción, se lanzó a la política en los 90, junto a George Bush. Defensor de los valores familiares, sufrió el peor cimbronazo cuando se supo que había tenido un hijo con su empleada doméstica, lo que le costó su matrimonio y US$ 400 millones
Arnold es autosuficiente: no necesita apellido. Es el nombre de la serie documental de Netflix -se estrena el miércoles 7 de junio- que cuenta la historia oculta bajo la sombra de los músculos más grandes de Hollywood. Es el regreso de Schwarzenegger, la enésima reinvención del adonis austríaco que hizo la América: el inmigrante que solo deseaba convertirse en “alguien”. Tras el éxito de Fubar, la serie en la que interpreta a un veterano agente de la CIA en su última misión antes del retiro, el fisicoculturista, actor y político vive un regreso triunfal a la acción, el género que le abrió las puertas de la industria cinematográfica y lo convirtió en sinónimo de fortaleza en todo el mundo, la superestrella de roble.
Pero antes de ser Terminator (1984) y de apelar al poder de destrucción del icónico personaje de la saga de James Cameron para alzarse como gobernador republicano de California pese a estar casado con una Kennedy, Arnold Alois Schwarzenegger fue apenas un niño maltratado en la pequeña localidad de Thal, un pueblo de dos mil habitantes al suroeste de Austria.
Nacido el 30 de julio de 1947, su padre, Gustav, era un comisario nazi que participó de las invasiones a Francia, Polonia y Rusia. Herido en la Batalla de Stalingrado, Gustav se casó con Aurelia Jadrny -una joven católica a la que le llevaba 15 años- e instauró un pequeño Reich en su casa. Tenía predilección por Meinhard, el hermano mayor de Arnold, que era boxeador y atleta. El que se haría conocido como el hombre más forzudo del planeta era, sin embargo, un chico menudo y esmirriado al que no se le daban bien los deportes. El padre lo castigaba con golpizas y ponía en duda su hombría y su paternidad.
La familia de Arnold Schwarzenegger: de izquierda a derecha, el medio hermano Meinhard, la madre Aurelia y el padre Gustav, de quien confesó que lo golpeaba y lo tiraba al piso (Michael Ochs Archives/Getty Images)
En una entrevista con Fortune, en 2004, Schwarzenegger contó que había sufrido “lo que hoy se llamaría abuso infantil” y describió los martirios a los que era sometido sistemáticamente: “Me tiraban del pelo. Fui golpeado con cinturones. Antes era así. Muchos chicos de mi época eran destruidos por sus padres, porque esa era la mentalidad austro-germana. No les interesaba crear individuos, sino seres obedientes. Mi voluntad no era tan fácil de romper, así que me convertí en un rebelde. Cada vez que me pegaban y cada vez que alguien me decía que no podía hacer alguna cosa, yo pensaba: ‘Esto no va a durar mucho, porque me voy a ir de acá. Voy a ser rico, voy a ser alguien”.
Schwarzie dice que fue por eso que se volcó a entrenar con pesas en su adolescencia. Pero las largas horas de entrenamiento diario no sólo implicaron entonces ensanchar su cuerpo: estudiaba psicología con el mismo énfasis con el que levantaba cada vez más kilos para entender cómo dominar el cuerpo con la mente. Así aprendió las tácticas de desestabilización psicológica para “torpedear la autoestima” de sus eventuales rivales de las que se valió incluso en Hollywood. La clave, dice en sus memorias –Desafío Total: mi increíble historia (2012)–, era entrenar su cerebro para manejar “una inteligencia superior” a la de sus oponentes.
En ese libro, el actor, que emigró a los Estados Unidos con 21 años y sabiendo apenas un puñado de palabras en inglés, confiesa que también tuvo que aprender a ocultar sus emociones para no perder la concentración durante las competencias de culturismo. “Así que me convertí en un experto en vivir engañándome a mí mismo”, se lamenta.
Una imagen de 1966, cuando apenas era un fisicoculturista compitiendo en Santa Mónica, California. Medio siglo después se convertirá en gobernador de ese estado (Hulton Archive/Getty Images)
Había desertado del servicio militar en el ejército austríaco a los 18 años para participar de uno de esos torneos, que terminó ganando. Le costó una semana en la prisión militar, pero, como asegura en sus memorias, sólo su indisciplina podía librarlo de la rigidez teutona.
“El título de Mr. Universo era mi pasaje a América,la tierra de las oportunidades, donde podía ser una estrella y hacerme rico”, contó en un discurso en 2001. Había visto en una vidriera a un hombre musculoso vestido de guerrero y un título que transformó en meta: “Mr. Universo ahora será la estrella de Hércules”. El tipo de la tapa era Reg Park, que pronto pasaría de ser su ídolo a su mentor.
En 1966, viajó por primera vez en avión para participar de la competencia en Londres. Salió segundo, pero uno de los jueces que lo vio se impresionó con esa mole de 17 años y le ofreció ser su coach. Schwarzie se quedó viviendo en su casa, donde también aprendió lo poco que sabía de inglés. Esa experiencia le cambió la vida: “Estar con esa familia me volvió una persona más sofisticada. Cuando tenés esa edad estás siempre buscando aprobación, amor, atención y guía. Yo no me daba cuenta todavía, pero ahora, cuando miro atrás, sé que ellos me dieron lo que yo nunca había tenido: me hicieron sentir único y especial. Vieron que, detrás de mi necesidad de ser el mejor del mundo, también necesitaba cariño y cuidado”.
Ganó tres veces el título de Mr. Universo, el primero en 1967, convirtiéndose en el más campeón más joven de la historia
En Londres, conoció a Park y se hicieron amigos. El entrenamiento finalmente dio sus frutos y Schwarzenegger ganó el título de Mr. Universo en 1967, como el campeón más joven de la historia. Tenía 20 años y esa fue la primera de sus tres coronas. El plan estaba en marcha: al año siguiente viajó a los Estados Unidos para perseguir su destino de estrella. “Ahora voy a convertirme en el mejor actor del mundo”, le dijo entonces a Der Spiegel en una de sus primeras entrevistas.
En Los Angeles entrenaba sin pausa en el mítico gimnasio Gold’s bajo la supervisión de Joe Weider, el creador del premio Olympia, que Schwarzie ganaría siete veces. Sólo obtendría la ciudadanía norteamericana en 1983, por lo que llegó a ser llamado por LA Weekly “el inmigrante más famoso de los Estados Unidos”. Pero en esos años, estudió inglés y se graduó a distancia como bachiller en Negocios y Marketing de la Universidad de Wisconsin.
El sueño del chico de Thal comenzó a hacerse realidad cuando consiguió un papel en el film Hércules en Nueva York (1977). Por entonces hacía fila en la puerta de los grandes estudios con Mark Hamill para participar de cuanto casting se les presentaba. El actor de Star Wars le aconsejó a su amigo que se librara de su acento austríaco y de ese apellido impronunciable. Por eso, en su debut cinematográfico, figura en los créditos como Arnold Strong.
Arnold Schwarzenegger en la interpretación de Terminator, la saga que lo encumbró como una de las máximas estrellas de la industria del cine de acción (Sunset Boulevard/Corbis via Getty Images)
Pero el papel de Joe Santo en El gran guardaespaldas (1976), casi haciendo de sí mismo como un fisicoculturista que se prepara para competir en Mr. Universo, fue su presentación oficial en sociedad con nombre y apellido y le dio su primer reconocimiento importante: el Globo de Oro a Nueva Estrella del Año. Fue el paso previo al batacazo de taquilla que dio en 1982 con Conan, el bárbaro, un papel con el que todavía se lo identifica.
En esos años llevó la dinámica competitiva de sus tiempos de atleta a los sets de filmación y las revistas: su oponente era Sylvester Stallone, con el que se repartía los protagónicos de las superproducciones de acción. Por entonces se atacaban mutuamente en la prensa y la leyenda dice que Schwarzie usaba con él las tácticas para minar la autoestima que había aprendido en la adolescencia. Era 1990 cuando le llegó el que para él era el peor guión que había leído en su vida y decidió filtrar que estaba interesado en protagonizarlo. Todo funcionó tal como esperaba, y Stallone operó para quedarse con el papel. ¡Alto! O mi madre dispara fue un fracaso de público y de crítica y “una de las peores películas del Sistema Solar”, según el propio Stallone.
Pero capaz de los giros más radicales, no pasó mucho para que Sly y él se volvieran grandes compañeros y hasta fueran socios junto a Bruce Willis en la cadena de restaurantes temáticos Planet Hollywood, un emblema de los 90. En 2010 se dieron el lujo de hacer un cameo los tres juntos en Los indestructibles, la saga escrita y dirigida por el actor de Rambo. En realidad, Stallone le había ofrecido un papel en la película, pero Schwarzie estaba en medio de su campaña política y prefirió una aparición de bajo perfil.
En agosto de 1977, Arnold conoció a la periodista de televisión María Shriver. La aristocrática joven lo sorprendió con su belleza, sus ojos azules y su desparpajo. Era la sobrina nada menos que de Robert y John F. Kennedy (Robin Platzer/Getty Images)
Se había enamorado de la periodista María Shriver, la sobrina de John F. Kennedy, en un torneo de tenis en 1977 y se casó con ella en 1986 aplacando su fama de mujeriego irreversible al menos por un tiempo. Pero pese a su vínculo familiar con el partido Demócrata, se hizo republicano por adopción antes de tener la ciudadanía americana. “Llegué en el ‘68 con la campaña en plena ebullición. Me acuerdo de ver el debate Nixon–Humphrey por televisión. Un amigo que hablaba alemán me lo tradujo. Me parecía que Humphrey decía cosas que sonaban como socialismo, lo que yo acababa de dejar atrás. Pero cuando escuché hablar a Nixon de libre mercado, sacarte al Estado de encima, bajar los impuestos y fortalecer la defensa militar, fue un soplo de aire fresco. Le pregunté a mi amigo: ‘¿De qué partido es él?’, y me dijo: ‘Es republicano’. ‘Entonces yo soy republicano’. He sido un republicano desde entonces”, contó en su discurso en la convención del partido en 2004.
Ya había sido parte del equipo de George H. Bush después de apoyarlo abiertamente en la campaña, en contra de la mayoría de sus colegas del espectáculo. Bush lo premió con un puesto en su consejo de asesores deportivos entre 1990 y 1993, y lo rebautizó como “Conan, el republicano”. Una década más tarde anunciaría su candidatura a gobernador de California en el late show de Jay Leno. Aunque los consultores le recomendaron entonces apelar a su perfil más tierno como el policía de Kindergarten (1990) o el hermano brillante y sensible de Gemelos (1988), él se presentó como Governator. Su instinto le indicaba que era momento de vender “mano dura”, y ninguna era más implacable que la de su célebre cyborg.
No tuvo problema en cambiar el discurso cuando se lanzó a la reelección, en 2007, y se acercó a posiciones de centro, y hasta progresistas en cuestiones como la defensa de derechos de las minorías sexuales y la lucha contra el cambio climático, instaurando la rara avis del ecologismo neoliberal. Conservador en otras cuestiones, como los valores familiares que decía encarnar junto a Shriver, con quien tuvo cuatro hijos –Katherine, Christina, Patrick y Christopher–, su imagen sufrió un cimbronazo cuando en 2011 Los Angeles Times reveló que tenía un hijo no reconocido de 14 años con su empleada doméstica, Patty Baena.
Con Maria Shriver tuvo cuatro hijos: Katherine (33 años), Christina (31 años), Patrick (29 años) y Christopher de 25 años, quien nació poco antes que Joseph, su hijo extramatrimonial que tuvo con Mildred Baena
Su mujer lo había confrontado con la información una semana antes y a Schwarzie no le había quedado otra que confesar la verdad. Fue el fin de su matrimonio de 25 años: de origen guatemalteco, Baena había trabajado en su casa por dos décadas y siguió haciéndolo también durante su embarazo, que coincidió con el último de Shriver. El menor de los hijos de la pareja y Joseph Baena nacieron en 1997 con días de diferencia. Schwarzenegger dijo que sólo supo que era su hijo siete años más tarde, cuando empezó a notar el parecido físico con el chico que hoy sigue sus pasos como culturista.
En sus memorias, se disculpa con Shriver: “Creo que fue la cosa más estúpida que he hecho en toda mi relación. Fue terrible. Le hice mucho daño a Maria y un daño increíble a mis hijos”. Y cuenta que no era lo único que le había ocultado; tampoco le dijo que pensaba postularse como gobernador hasta un año después de decidirlo, porque -escribe- “no quería una conversación interminable acerca de eso en casa”. Y omitió decirle que se sometería a una cirugía cardiaca producto de años de consumo de esteroides para mantener la musculación para “protegerla” cuando estaba embarazada. “Es el modo en que hago las cosas y siempre ha funcionado. Pero no es lo mejor para la gente que me rodea, porque me guardo información para mí”, reconoció.
El divorcio de Shriver fue tan complicado que sólo se resolvió hace dos años, en 2021. El acuerdo le dio a Shriver la mitad de las ganancias de Schwarzenegger entre 1986 y 2011 y derechos sobre su pensión, una fortuna valuada en US$ 400 millones. Pero Terminator siempre regresa y, como mostrará esta semana su documental, también el roble austríaco está de vuelta. En su nueva versión 80% vegana, Schwarzie es el hombre de las mil reinvenciones. O el mismo que desde el principio tuvo una sola meta: ser rico y convertirse en estrella.
Fuente-infobae.