Secretos, amores y rencores: el poder de las primeras damas de Estados Unidos

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a periodista Kate Andersen Brower define el objeto de estudio de su nuevo libro como «una fraternidad exclusiva». First Women: The Grace and Power of America’s Modern First Ladies (Primeras mujeres: la gracia y el poder de las primeras damas modernas de los Estados Unidos), publicado por HarperCollins, llegó en menos de un mes a la lista de los más vendidos de Amazon y The New York Times. Sobre la base de una investigación que llevó más de 200 entrevistas y una bibliografía descomunal, la autora presenta datos políticos y personales de diez primeras damas —cinco republicanas y cinco demócratas— que han dado forma a esa especie de trabajo que no se paga pero que demanda mucho y otorga enorme poder.
Aunque no tienen un cargo oficial, ya que la Constitución de los Estados Unidos nada dice al respecto,estas mujeres han ejercido una influencia mucho más profunda que lo que ha mostrado la serie House of Cards: «Las primeras damas son mujeres modernas con dificultades, alegrías, carreras, dudas, inseguridades y crisis también modernas», escribió Brower. «Son esposas, madres que trabajan y asesoras políticas que se transforman en celebridades internacionales sólo por aquel con quien eligieron casarse. Por lo general se las adora, a veces se las denigra y casi siempre son las consejeras en las que más confían sus esposos».
Martha Washington se consideraba una «prisionera del Estado». Shutterstock
A la autora le gustó especialmente una definición de Laura Bush: si para elegir a un presidente hace falta una nación entera, «a nosotras, en cambio, nos elige un hombre solo».
Si bien ayudaron a que sus maridos llegaran a la presidencia de los Estados Unidos —en 1964 Lady Bird Johnson viajó por ocho estados del sur en un tren para hacer campaña por su marido, y 20 años más tarde Barbara Bush ocupó 27 días de un mes con actividades en 37 ciudades de 16 estados—, luego se las confina al Ala Este de la Casa Blanca. «Pero Rosalynn Carter comprendió hace décadas el poder encubierto que esgrime una primera dama. ‘Aprendí —dijo— que una puede hacer cualquier cosa que quiera'», citó Brower.
«APRENDÍ QUE UNA PUEDE HACER CUALQUIER COSA QUE QUIERA», DIJO ROSALYNN CARTER
Lidian con ese lugar a sus modos particulares, según sus personalidades. «Algunas se envidian entre sí, algunas se odian entre sí y algunas se ayudan entre sí a navegar la vida en la Casa Blanca», se lee en el best-seller. «Hay rivalidades improbables como la que existió entre Nancy Reagan y Barbara Bush, y amistades sorprendentes como la de Laura Bush y Michelle Obama, y vínculos que duran una vida entera como la amistad entre Lady Bird Johnson y Betty Ford. Y hay relaciones plagadas de sentimientos heridos y rencores, como entre Hillary Clinton y Michelle Obama».
Rossalyn Carter se sorprendió al encontrar agentes del servicio secreto en la puerta de la habitación privada de la Casa Blanca que compartía con su esposo.

Una cárcel realmente linda

Estas mujeres que funcionan como modelo para su sociedad no siempre están felices de hacerlo. «Martha Washington se consideraba ‘una prisionera del Estado’. Jacqueline Kennedy proclamó: ‘Si hay una expresión que quiero que no se me aplique, es primera dama. Suena a caballo de monta’. Y Michelle Obama dice que vivir es la Casa Blanca es como vivir ‘en una cárcel realmente linda'», recopiló Brower.
La queja más común alude a la falta de privacidad. «Rosalynn Carter recuerda que cuando se mudó a la Casa Blanca se sorprendió al encontrar un agente del Servicio Secreto apostado en la escalera frente a la puerta que daba a las habitaciones privadas de la familia, y otro al pie de las escaleras, y ‘muchos’ en la planta inferior».
HAY RIVALIDADES IMPROBABLES COMO LA QUE EXISTIÓ ENTRE NANCY REAGAN Y BARBARA BUSH, Y AMISTADES SORPRENDENTES COMO LA DE LAURA BUSH Y MICHELLE OBAMA
Inclusive Nancy Reagan, que escribía con orgullo «primera dama» en el casillero de ocupación de su declaración de impuestos, consideró que su tarea fue difícil. Cuando Ronald Reagan llegó al poder, contaba ya con la experiencia de haber sido gobernador de un estado importante como California. «Quizá estar en la Casa Blanca sea 50 veces más difícil», evaluó. «Pero resultó 1000 veces más difícil».
Hillary Clinton —quien, no obstante, desea volver a esa residencia— dijo en 1995: «No hay manera de imaginar siquiera cómo es vivir aquí».
Jacqueline Kennedy transformó el papel de las primeras damas y se convirtió en una superestrella global. AP
Brower cubrió la Casa Blanca para Bloomberg News y destiló sus observaciones: «La vida cambia velozmente para estas mujeres. Rosalynn Carer recuerda que se quedó atónita cuando, poco después de que su familia y ella se mudaran, levantó el teléfono y le pidió a un operador de la Casa Blanca que la comunicara con ‘Jimmy’. Hubo una pausa y el operador dijo «¿Cuál Jimmy?». Desde ese momento se recordaba siempre que debía referirse a su esposo como «el Presidente» en ciertas circunstancias».
Aunque sólo vivió en 1600 Pennsylvania Avenue unos mil días, hasta poco después del asesinato de JFK el 22 de noviembre de 1963, Jacqueline Kennedy «transformó el papel de la primera dama y se convirtió en una superestrella global», definió Brower. «Se dedicó a realizar una restauración profunda de la Casa Blanca y se concentró especialmente en convertirla en ‘la casa más perfecta’ del país». El 14 de febrero de 1962 la abrió por primera vez a los estadounidenses, por televisión: 56 millones de personas —una cantidad sin precedentes— vieron la transmisión.
‘SI HAY UNA EXPRESIÓN QUE QUIERO QUE NO SE ME APLIQUE, ES PRIMERA DAMA. SUENA A CABALLO DE MONTA’, DIJO JACQUELINE KENNEDY

Las que se llevan mal, las que se llevan bien

La relaciones entre las primeras damas no son óptimas siempre. Jacqueline Kennedy aconsejó a Hillary Clinton sobre el difícil métier que le esperaba, pero Michelle Obama y la precandidata demócrata siguen enojadas por asuntos del pasado: «La campaña presidencial de 2008 dejó heridas profundas y duraderas tanto del lado de Hillary como del de Obama, y todavía están llamativamente frescas», escribió Brower.
Por un lado, los Obama creen que los años de Bill Clinton en la Casa Blanca podrían haber sido mucho mejores de lo que fueron si no se hubiera desperdiciado tantas oportunidades y tanta atención en la conducta del presidente. Por otro, la actual primera dama se sintió ofendida por Hillary, quien se burló del mensaje de «esperanza y cambio» que constituyó el eje de la campaña de Barack Obama en 2008; una muestra de eso se advierte en que nunca invitó a los Clinton a comer a la Casa Blanca. Por último, y aunque el presidente nombró a Hillary como secretaria de Estado, hubiera preferido que el vicepresidente Joe Biden ocupara el lugar de Hillary como favorito en la campaña por las elecciones de 2016.
Nancy Reagan controló con minuciosidad la pintura del retrato de ella y su esposo.
Hillary, a su vez, cree que Michelle Obama «no ha hecho lo suficiente como primera dama», citó Brower, autora también de otro best seller sobre la mansión presidencial: The Residence (La residencia), un panorama desde la mirada del personal que se encarga del mandatario y su familia. A Hillary tampoco le caía bien su antecesora, Barbara Bush: «La amistad entre George H. W. Bush y Bill Clinton no ha mejorado la relación entre sus esposas». Cada vez que los Clinton recibieron una invitación a la casa de veraneo de los Bush en Kennebunkport, Maine, «Hillary ha tenido otros compromisos».
En cambio, Laura Bush siempre se ha llevado bien con Michelle Obama: la defendió de las críticas y siempre ha elogiado —por lo cual recibió reciprocidad— su labor como primera dama. Y su buena relación con Barbara Bush precede a la presidencia de su marido: ya eran suegra y nuera. «Barbara Bush tiene razones para que le guste Laura. Es bien sabido que hizo que su hijo George W. dejara de beber, algo por lo cual Barbara y su esposo le han estado siempre agradecidos», se lee en First Women.
Otras relaciones también son especiales: Betty Ford, republicana, y Lady Bird Johnson, demócrata, se trataron con afecto sincero, Lady Bird donó miles de dólares al Centro Betty Ford contra las adicciones. Hillary Clinton admira tanto a Eleanor Roosevelt que cada vez que estuvo en problemas —por ejemplo, cuando fracasó su plan de salud— se sentó a pensar frente a un retrato que guardaba de la esposa de Franklyn D. Roosevelt y se preguntó: «¿Qué haría Eleonor?».
Durante la campaña presidencial de 1976, el mismo día que Rosalynn Carter se iba a encontrar con Lady Bird Johnson, Playboy publicó una entrevista a Jimmy Carter en la que dijo: «No creo que nunca tendré el espíritu de [Richard] Nixon o [Lyndon B.] Johnson: mentir, engañar, distorsionar la verdad». Sólo poner al anterior presidente demócrata junto con el deshonrado Nixon era un problema. Rosalynn Carter no sabía qué decir. «Nada», le aconsejaron. «Ambas son señoras encantadoras del sur, el tema no va a surgir». Y así fue, contó la autora: «Nadie comprendía la posición incómoda en que se hallaba Rosalynn tanto como Lady Bird Johnson».
Michelle Obama no pudo superar la campaña agresiva de Hillary Clinton contra su marido en la primaria demócrata de 2008. Nunca invitó a los Clinton a cenar a la Casa Blanca. AP

La rivalidad entre el Ala Este y el Ala Oeste

Las oficinas de la primera dama se hallan en el Ala Este. Sólo Hillary Clinton eligió trabajar en el Ala Oeste y Pat Nixon y Nancy Reagan prefirieron mantenerse en los aposentos privados de la familia en el segundo piso de la residencia.
Hay constantes conflictos entre el staff del presidente y el de la primera dama, en particular por sus intervenciones públicas. Pero también por asuntos más íntimos: Michelle Obama quiso reemplazar a la Chef Principal, Cristeta Comerford, por su cocinero y amigo de Chicago, Sam Kass. El personal del Ala Oeste intervino; Michelle Obama aceptó una prueba de seis meses de la prestigiosa cocinera que contrató Laura Bush en 2005. Al cabo de ese tiempo quizo reemplazarla; ya su marido estaba convencido de que el asunto se vería mal en la prensa.
LAS OFICINAS DE LA PRIMERA DAMA SE HALLAN EN EL ALA ESTE. SÓLO HILLARY CLINTON ELIGIÓ TRABAJAR EN EL ALA OESTE
La tensión se expresa en frases como «esa decisión se tomó en el segundo piso», lo cual significa que tuvo la influencia de la primera dama. A veces son medidas importantes: Nancy Reagan contribuyó al despido del jefe de gabinete de su marido, Donald Regan. La llamaban «Departamento de Recursos Humanos» y «Evita», por la influencia de su voz en la gestión.
Laura Bush mantiene una excelente relación con Michelle Obama.
Laura Bush no era una fanática del asesor principal y gurú de campaña Karl Rove, y Michelle Obama se llevaba mal con el primer jefe de gabinete de Obama, Rahm Emanuel. Ninguno terminó en su puesto.
«Rosalynn Carter era una política astuta que con su habla cansina y melosa del Sur ocultaba sus ambiciones personales», la describió la autora. «Durante sus cuatro años en la Casa Blanca participó en las reuniones de gabinete y fue una figura crucial en los acuerdos de Camp David, el primer tratado de paz entre Israel y uno de sus vecinos árabes, que se concretó luego de una reunión de 13 días de 1978 en la casa de descanso presidencial. Ayudó a su marido a decidir cómo acercarse al presidente egipcio Anwar el-Sadat y al primer ministro israelí Menahem Begin cuando el acuerdo parecía trabarse».
A NANCY REAGAN LA LLAMABAN «DEPARTAMENTO DE RECURSOS HUMANOS» Y «EVITA», POR LA INFLUENCIA DE SU VOZ EN LA GESTIÓN DE SU MARIDO
Rosalynn dijo en una conversación para este libro que todavía siente amargura porque su marido haya perdido a manos de Ronald Reagan. «Pero el presidente Carter ha tenido la carrera post-Casa Blanca más larga que cualquier otro presidente, y Rosalynn ha sido una parte crucial de su éxito. Ella co-fundó el Centro Carter con su esposo y ha ayudado a erradicar enfermedades y monitorear elecciones en el mundo».
Acaso luego de Jacqueline Kennedy sólo Nancy Reagan comprendió a cabalidad el poder simbólico de ser primera dama. El anecdotario que revela First Women es casi infinito. Nancy rechazó dos retratos oficiales, y cuando llamaron a otro artista, Everett Raymond Kinstler, él supo apenas mostró el primer boceto: «No había duda, ella era la persona a la que había que complacer». Ella se mantuvo tres horas al lado de Kinstler mientras comenzó el retrato de Reagan.
—¿No prefiere esperar en la sala, señora? —le preguntó.
—No, realmente quiero quedarme aquí mientras usted trabaja.
A veces la sombra de los maridos es frustrante. Cuando Michelle Obama habló con la prensa sobre su campaña para mejorar la nutrición infantil y contra la obesidad, mencionó al pasar que su esposo había dejado de fumar. Los periodistas centraron sus notas en ese dato, ya que se sabía que el presidente había comenzado y terminado cada día de su primer mandato con un cigarrillo. «Un miembro del personal de la residencia solía acompañarlo a la terraza de la Casa Blanca, donde se ubican los francotiradores y donde hay un pequeño invernadero. Allí el presidente tenía su equipo de fumar esperándolo»: dos paquetes de cigarrillos, dos cajas de fósforos y varios encendedores.
Betty Ford tuvo que luchar con su adicción al alcohol y los opioides.
Una cárcel que se extraña
Dejar el poder también las afecta. «Cuando Lady Bird Johnson regresó a Texas y encontró montañas de equipaje apilado y ningún miembro del enorme personal de la Casa Blanca a la vista, suspiró: «´El carruaje se ha convertido en calabaza y todos los ratones han escapado‘».
Mamie Eisenhower disfrutó tanto de sus días en la Casa Blanca que no pudo evitar el rencor que manifestó contra su sucesora, «la muchacha universitaria», como llamó a Jacqueline Kennedy. A fines de noviembre de 1960, cuando la esposa del presidente electo John Fitzgerald Kennedy estaba a días de dar a luz, todavía no la había invitado al tour protocolar por la residencia. La carta llegó cuando Jackie se reponía de la cesárea.
Cuando le dijeron que su invitada necesitaría una silla de ruedas y un miembro del Servicio Secreto que la empujara, la primera dama saliente argumentó que prefería que las dejaran solas. «Sugirió que hubiera una silla de ruedas disponible, que se le ofrecería sólo si Jackie la pedía específicamente», escribió Brower. Luego de una hora y 10 minutos Jackie Kennedy se retiró pálida de dolor. «Siempre política, le dijo a los periodistas que Mamie había sido muy amable al tener lista una silla de ruedas, pero que ella había preferido caminar», agregó. Sin embargo, días más tarde, cuando ella era la primera dama, la esposa de JFK dijo que Mamie no le había mencionado el tema, y que ella «estaba demasiado intimidada por la señora Eisenhower como para preguntarle».
Mamie Eisenhower disfrutó tanto sus días en la Casa Blanca que sintió rencor cuando llegó Jacqueline Kennedy, a la que calificó como una simple «chica universitaria».
Tampoco Barbara Bush logró la simpatía de Nancy Reagan, aunque su marido había sido el vicepresidente de Ronald Reagan: nueve días antes de que George W.H. Bush asumiera, Nancy le mostró brevemente la casa a su sucesora.
Antes de que Jimmy Carter se instalara en la Casa Blanca, la esposa de Gerald Ford canceló dos veces la invitación a Rosalynn Carter. Cuando el presidente electo advirtió que informaría a la prensa si no se cumplía con la tradición, Betty Ford recibió cordialmente a la nueva primera dama. No había sido un desplante: «Sólo tiempo más tarde Rosalynn se daría cuenta de que Betty estaba luchando contra la adicción en ese momento, y se encontraba muy frágil», escribió Brower. El fotógrafo de la Casa Blanca le contó a la periodista que la señora Ford «le susurró a su esposo mientras esperaban en la puerta principal, ‘De verdad no quiero hacer esto’, y el presidente Ford le respondió ‘Tienes que hacerlo. Tenemos que mostrar espíritu deportivo'».
A su turno, Rosalynn Carter sufrió al mostrarle la residencia a Nancy Reagan. Ella estaba furiosa porque su esposo no había ganado la reelección y le habían llegado rumores de que la nueva primera dama quería que se mudaran antes para «comenzar a redecorar». Le mostró la residencia en plena crisis energética, por la cual el presidente Carter había ordenado que la calefacción estuviera siempre baja. «El frío de sus modales iba de la mano con el frío en las habitaciones», citó la autora a la esposa de Ronald Reagan.

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