A sus 23 años aún parece una niña. El maquillaje, la manicura exagerada y el vestido de diseño producen un efecto contrario al deseado y le dan el aspecto de una cría jugando en el vestidor de su madre. Selena Gomez (Texas, EE UU, 1992) hace lo posible para dar por superada su etapa de estrella infantil. Ha dejado atrás el universo Disney y quiere demostrarlo: «Nunca me he encontrado mejor», asegura sentada muy derecha en una habitación impersonal y enorme de un hotel londinense. «Me siento fuerte y libre. Ha sido un gran año». La cantante y actriz se refiere a los 12 meses que han pasado desde su ruptura con Justin Bieber, en octubre de 2014. Antes de la entrevista, los empleados de su discográfica prohíben a la prensa preguntar sobre su ex. Pero el innombrable gravita incómodamente sobre la conversación, como un convidado al que se le retiró la invitación en el último momento.
Gomez acaba de salir de un período de cambios. Terminó su relación intermitente con el ídolo canadiense de jovencitas, abandonó la factoría Disney por el sello discográfico Interescope y prescindió de los servicios de su madre como mánager —se ha contado que por desavenencias sobre la dirección de su carrera y su vida sentimental—, aunque sigue colaborando con ella en otros proyectos profesionales. Con las decisiones tomadas, llamó a artistas que admira, como el rapero A$AP Rocky y la británica Charli XCX, y se sentó a preparar el disco que ve la luz el 9 de octubre. Su título,Revival, alude a su nueva vida: «Al principio me asustaba decidir por mí misma. A veces los cambios pueden resultar difíciles, pero son necesarios», explica. Uno de los cortes, Same Old Love, sobre el hastío que produce una relación desgastada, podría ser un dardo lanzado a Bieber, con quien empezó a salir en 2011.
«Había tanto ruido en torno a mí que tuve que sentarme y pensar en lo que quería contar». El mensaje del álbum es simple y efectivo: su autora ha madurado hasta convertirse en una mujer sexy que ha tomado las riendas de su vida y su carrera. Como sucedió con otras ex Disney como Britney Spears, Christina Aguilera o Miley Cyrus, a Gomez le ha llegado la hora de enterrar a la princesita edulcorada. La nueva Selena viste de firmas de alta moda como Louis Vuitton, ha participado en la violenta película Spring Breakers, dirigida por el enfantterrible del cine Harmony Corine, y escribe letras no aptas para todos los públicos. Quiero estar guapa para ti / Déjame mostrarte lo orgullosa que estoy de ser tuya / y dejar este vestido tirado en el suelo, susurra enGood for You, su primer sencillo.
A Gomez le molesta que a pesar de tanto esfuerzo su perfil público siga ligado a Justin Bieber. Recientemente ha recurrido a Twitter para quejarse del resultado de una entrevista con el Sunday Times, que en papel giraba en torno a su ex. «Publiquen quién soy yo ahora y dejen de preocuparse por las visitas que le doy a su web. Solo quiero sacar mi disco… estoy lista para que la gente sepa quién soy ahora», escribió en la red social.
«Ahora tengo suficiente confianza en mí misma para decir eso», contesta rotunda. «Dos o tres años atrás ni se me hubiera pasado por la cabeza publicar eso. Lleva tiempo descubrir quién eres y qué quieres. Creo que ahora se me está empezando a conocer. Y es un momento emocionante para mí».
Algo debe de estar haciendo bien, al menos en las redes sociales. Sus perfiles presentan unas cifras mareantes: acumula 33 millones de seguidores en Twitter y 45 millones de followers en Instagram. Para poner los números en perspectiva, el presidente Barack Obama cuenta con 64,5 millones de seguidores en Twitter. «Me encantan las redes sociales porque puedo invitar a misfans a mi mundo», opina. «No puedo controlar lo que se dice de mí en los medios de comunicación, pero en las redes puedo usar mi propia voz».
En las últimas semanas ha compartido con sus seguidores tantoselfies en fiestas como el nerviosismo que le provocan los viajes promocionales. Desde el aeropuerto de Miami tuiteó que sufría un episodio de ansiedad: «No todo tiene que ser perfecto en la Red. A veces esto es estresante, hay muchas cosas en las que pensar. En ese momento tenía muchísima ansiedad, se me estaba yendo de las manos y no quería decepcionar a nadie. Pero mis seguidores me apoyaron muchísimo y cuando aterricé solo podía pensar en lo dulces que son», afirma rematando la frase con una sonrisa, su manera educada de indicar que ya ha dicho lo suficiente.
Su infancia no fue un camino de rosas. Su madre, Mandy Cornett, la tuvo a los 16 años y desempeñó tres puestos de trabajo para poder criarla. La pequeña Selena debutó en la televisión a los siete años. ¿No fue demasiado pronto? «Adoro mi vida», responde. «No puedo vivir arrepintiéndome y todo sucede por alguna razón», reflexiona. El origen mexicano de su padre y su rol de portavoz de UNICEF sugieren que ha formado opiniones propias sobre temas cadentes en la campaña presidencial de EE UU, como la inmigración. Sin embargo, prefiere no entrar en esa materia. «No hablo sobre política», dice tajante.
Gajes del oficio. La cantante ha aprendido a vivir en una suerte de escaparate, donde todas sus acciones son diseccionadas. Ha tenido novios famosos como los cantantes Bieber y Nick Jonas o los actores Taylor Lautner y Zac Efron, y entre sus mejores amigas están Taylor Swift y Jennifer Aniston. Hasta sus desavenencias con otras artistas como Lorde, que la acusó de no ser feminista, son comidilla global. No debe ser fácil que millones de personas estén pendientes de su último tatuaje (es una fecha significativa para ella), su rivalidad con Demi Lovato o Kendall Jenner o se critique en público su figura. «¿Te refieres a si en algún momento llevo una vida normal?», pregunta. «Absolutamente. Vivo con dos compañeros de piso, uno es agente inmobiliario y otro trabaja para una organización benéfica. Conservo los amigos con los que crecí en Texas y tengo a mi familia. Mi felicidad no depende de esta industria, para nada. Mi felicidad se basa en la conexión con mi fans, mi familia y con quién soy en mi interior». Cuando sus compromisos sociales se lo permiten se relaja en la cocina y organizando fiestas en su casa de Los Ángeles. «No necesito ir a clubes, tengo un buen equipo de sonido».
Lo más difícil para ella es bajar la guardia a la hora de abrirse y hacer amigos: «No quiero ser intocable pero puede llegar a ser difícil confiar en los demás». ¿Cómo sabe quién merece la pena? «Hay que hacer caso al corazón. Mis amigos son honestos. Ellos son los que me pegan un toque si me he comportado de manera rara o descortés. Odiaría no poder contar con ellos. Me volvería loca viviendo en una burbuja». Y en cuanto se acaba la entrevista y se queda sola en la habitación, Selena Gomez rompe a cantar bien alto.
Un descanso en rehabilitación
Selena Gomez hoy no sería igual si en enero de 2014 no hubiese decidido internarse dos semanas en un centro de rehabilitación para lidiar con varios asuntos emocionales. “Tienes que ser sexy, mona, simpática (…) Intenté cambiar porque pensaba que los demás me aceptarían, y me di cuenta deque no sé ser otra cosa que yo misma”, contó meses después.