¿Qué sentimos al morir?

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Prepararse para la muerte es difícil tanto para el moribundo como para sus seres queridos, especialmente por las múltiples preguntas que plantea el inevitable momento. En las últimas horas de vida, cuando una persona deja de comer y beber y pierde su visión, la mayoría de los moribundos cierran los ojos y parecen dormir. Lo que pasa después está más allá del horizonte de sucesos, y nadie nos lo contará. Pero ahora, por primera vez en la historia, la ciencia tiene algo que decir sobre la muerte, según un artículo de Jennie Dear publicado en ‘The Atlantic’.

¿Cómo se siente una persona cuando muere? El especialista en medicina paliativa de la Universidad de Stanford (EE.UU.), James Hallenbeck, destaca la última etapa de disfunción, cuando las personas pierden sus sentidos y deseos. Primero pierden el sentido del hambre, luego el habla y después la visión; el oído y el tacto son los últimos en perderse.

La pregunta más inquietante –¿Es dolorosa la muerte?– todavía no tiene una única respuesta. Según la experiencia de Margaret Campbell, profesora de la Universidad de Wayne, algunos pacientes de edad muy avanzada mueren gradualmente, y en este caso no sufren. Al mismo tiempo existen ocasiones en que el dolor es inevitable. Sin embargo, gracias a los analgésicos, morir de una enfermedad asociada con el dolor no significa que una persona dejará este mundo en medio de sufrimientos.

Lo que sabemos con seguridad es que al morir algunos procesos del cerebro que no son esenciales para la supervivencia se frenan y otros, al contrario, se aceleran, especialmente los relacionados con el sistema visual. Esto explicaría el fenómeno de ‘la luz al final del túnel’, cree el académico del Universidad de California David Hovda.

Una experiencia común de las personas cercanas a la muerte son los sueños. Según un estudio llevado a cabo en un hospital estadounidense para enfermos terminales, el 88% de los encuestados dijo haber tenido al menos un sueño o visión, que se diferenciaba de los sueños habituales por ser mucho más claros y parecer más reales. Los investigadores apuntan a que los sueños son generalmente positivos y mitigativos, especialmente aquellos en los que aparecen familiares difuntos.

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