Silvia Romano pidió un anotador a sus carceleros. Fue lo primero que hizo luego de llegar a su destino final, lejos de donde había sido raptada por tres terroristas islámicos y tras varios días de caminata por el medio de la nada. Imaginó, con sus 23 años, que su cautiverio seria largo. Imaginó bien. Los yihadistas que el 20 de noviembre de 2018 la secuestraron en Chakama, Kenia, y la trasladaron a Somalía la mantendrían bajo su poder durante 18 meses. Fue liberada en las últimas horas del viernes pasado, cuando tras largas negociaciones y esporádicas pruebas de vida, fuerzas internacionales dieron con ella en en un lugar a 30 kilómetros de Mogadiscio. La operación fue realizada en conjunto con los servicios secretos del país y Turquía, país que tiene una gran base militar allí.
En aquel diario, Silvia dejó grabado con sus nerviosos trazos todos sus sentimientos y pensamientos. Sobre todo, cómo sus secuestradores la trataban. A su regreso a Milán, donde se reencontró con su emocionada familia, comenzaron a conocerse detalles de lo que vivió. Se lo relató a los fiscales que hicieron contacto con ella cuando pisó su tierra. “Estaba desesperada, siempre estaba llorando. El primer mes fue terrible”, contó la voluntaria en un programa de atención a niños abandonados con la ONG italiana “Africa Milele”. “Me dijeron que no me harían daño, que me tratarían bien. Pedí un cuaderno, sabía que me ayudaría”.En esta foto de archivo de agosto de 2018, la voluntaria italiana Silvia Romano posa con el residente local Ronald Kazungu Ngala, de 19 años, en la aldea de Chakama, Kenia (AP)
“Siempre estaba sola en una habitación. Dormía en el suelo, sobre unas sábanas. No me golpearon y nunca sufrí violencia. No me obligaron a hacer nada. Me dieron comida y cuando entraban en mi habitación, los secuestradores siempre tenían la cara cubierta. Hablaban en un idioma que no sé cuál era, creo que un dialecto. Sólo uno de ellos hablaba un poco de inglés. Le pedí libros y luego pedí también leer el Corán”, contó Silvia a los fiscales y reproducido por el diario Corriere della Sera. Muchos creen que fue en ese momento cuando comenzó su camino a la conversión al islam.
En la aldea somalí en la que estaba bajo el control de Al Shabab -filial africana del grupo terrorista Al Qaeda– la joven recuerda que cada día, en reiteradas oportunidades, había llamados para rezar según las tradiciones musulmanas. “Siempre estaba encerrada en habitaciones. Leía y escribía. Varias veces al día escuchaba al muecín llamando a los fieles a orar”, relató. El muecín es quien convoca desde una de las torres de una mezquita a los fieles del islam.Silvia Romano durante su voluntariado en Kenia. Allí, tras estar 18 meses bajo cautiverio de terroristas islámicos se convirtió a esa religión y se cambió su nombre a Aisha (Foto archivo)
En su cautiverio, Silvia grabó tres videos. Eran las pruebas de vida en la que le obligaban a decir su nombre y que estaba siendo tratada correctamente. Que estaba bien. A varios miles de kilómetros de allí, su familia permanece en contacto con las autoridades italianas que le informan que estaba viva. En los 18 meses que estuvo raptada fue trasladada seis veces por Somalía. Esos viajes quedaron registrados en su diario. “Eran largos y agotadores”, rememora desde Milán. “Me trasladaban cada tres o cuatro meses, pero en ese momento ya no tenía miedo”.
“Leía el Corán, rezaba. Reflexioné durante un largo tiempo y al final tomé esa decisión”, explicó Silvia a los fiscales, a quienes les acara: “Mi nombre ahora es Aisha”. Ese nombre es simbólico en el islam. Aisha bint Abi Bakr fue una de las esposas de Mahoma, el profeta de aquella religión.
El secuestro y la liberación
Silvia había sido secuestrada el 20 de noviembre de 2018 en Chakama, un pueblo a 80 kilómetros de Malindi, en Kenia. Allí trabajaba como voluntaria atendiendo a niños abandonados con la ONG italiana “Africa Milele”. Los terroristas secuestradores irrumpieron en la sede de la ONG armados con rifles y machetes. En un primer momento los investigadores seguían la hipótesis de un secuestro común. Pero luego se supo que los secuestradores trabajaban para Al-Shabaab, la rama somalí de Al Qaeda, y que la joven había sido trasladada de Kenia e Somalía y entregada al grupo yihadista.
Después fueron meses de silencio e incertidumbre sobre el paradero y las condiciones de la voluntaria. Hace un año se había difundido el rumor según el cual había muerto por una infección. Sin embargo, según la Inteligencia italiana, esos rumores tenían el objetivo de aumentar el precio del rescate. Mientras tanto, tres de los secuestradores habían sido detenidos y estaban siendo juzgados en Kenia.Silvia Romano es abrazada y besada por su madre, Francesca Fumagalli, en el aeropuerto militar de Ciampino en Roma (Reuters)Silvia Romano es recibida por su padre Enzo Romano quien se prepara para abrazarla luego de estar secuestrada 18 meses en Somalía (Reuters)
Hace seis meses, en noviembre un año después del rapto, una primera prueba de vida entregada por los yihadistas alimentó las esperanzas. Entonces comenzaron las negociaciones con los secuestradores, llevadas adelante por la Agencia de Informaciones y Seguridad Externa (AISE, por sus siglas en italiano) a cargo del general Luciano Carta. Hace 20 días, tres la entrega de una nueva prueba de vida, las negociaciones se intensificaron. A los agentes secretos que ya estaban en las zona, se sumaron otros especialistas recién llegados de Roma, según reconstruyeron medios italianos.
La entrega se concretó en la madrugada del sábado en un lugar a 30 kilómetros de Mogadiscio. Según fuentes de inteligencia citadas por medios italianos, la liberación se produjo tras el pago de un rescate de entre 2 y 4 millones de euros. La operación fue realizada en conjunto con los servicios secretos de Somalía y Turquía (en Somalía, Ankara maneja una gran base militar donde las fuerzas turcas entrenan a los militares somalíes) y se vio complicada por la ola de inundaciones que en los últimos días golpearon la zona en la que Silvia estaba cautiva.Silvia Romano sonríe, tras un velo y una mascarilla para protegerse de COVID-19 en un aeropuerto militar en Roma (Reuters)
Al día siguiente, tras permanecer algunas horas en la embajada de Italia en Somalía, retornó a su país. Con un barbijo, guantes desechables y botines para protegerse contra COVID-19, Romano regresó a su tierra natal el domingo después de 18 meses como rehén en el este de África. Se bajó la máscara brevemente para mostrar una amplia sonrisa después de descender de un avión del gobierno italiano en el aeropuerto internacional de Roma-Ciampino. Al observársela por primera vez en meses pudo verse que Romano llevaba un velo sobre su cabello y un atuendo africano.
Luego abrazó a su madre y a otros miembros de la familia. “Me encuentro bien, tanto física como mentalmente”, dijo. “Ahora sólo quiero pasar tiempo con mi familia. Estoy muy contenta de haber regresado”.