Fernando Polack decidió regresar a la Argentina, su país de origen, y crear la Fundación Infant, de la cual es director científico. Junto a su equipo, realizan investigaciones que les valieron el reconocimiento internacional. El médico pediatra infectólogo recibió la misma distinción de Albert Sabin por la vacuna contra la polio y de Robert Chanock por el descubrimiento del VSR y el virus de la parainfluenza. Además, resolvió uno de los mayores enigmas inmunológicos de los últimos 40 años (el porqué del fracaso de la vacuna contra el VSR), un hallazgo que abre una nueva era para desarrollar una vacuna segura y eficaz; identificó los genes causantes de la bronquiolitis grave; descubrió los mecanismos de protección de la leche materna contras los virus respiratorios y detectó al grupo de niños más vulnerable frente al virus de la gripe A
–¿Nuestra genética está preparada para consumir azúcar y harinas en cantidades?
–El hombre anda dando vueltas por la Tierra hace 6 millones de años, hace apenas 10 mil años domesticó el cereal y sólo en los últimos 100, 200 años, desde la Revolución Industrial, comemos azúcar. Eso hace que sea un alimento extraño al cuerpo y, por lo tanto, mucho más nocivo de lo que la gente imagina.
Hay que entender que el cuerpo no evoluciona genéticamente a la misma velocidad que nuestras costumbres. La evolución genética es de a milenios, la social-cultural es a 10 años. El cuerpo estuvo haciendo lo mismo por 5.999.800 años y de repente le cambiamos todo el tablero. Esto no le da tiempo a ajustarse a los cambios de alimentación, costumbres y ejercicio.
–¿Cuán dañino es el azúcar en comparación con el tabaco?
–Está clarísimo que fumar durante el embarazo es una doble pésima idea, porque afecta lasalud de la madre y la del feto. Sin embargo, ingerir azúcar tiene un efecto probablemente comparable con la que tiene el uso del cigarrillo. Hicimos un estudio grande, en una población de 56 mil casos en el Conurbano, en el que miramos cuál era la chance de los chicos de tener una enfermedad respiratoria severa, que los lleve a terapia intensiva. Uno de los factores más importante era la cantidad de azúcar que ingería la mamá en el tercer trimestre de embarazo. Aquellas mamás que comían cuatro veces al día grandes cantidades de azúcar y de harina (gaseosas, mate con azúcar, facturas, etc.), sus chicos tenían ocho veces más chances de terminar en terapia intensiva y con alto riesgo de mortalidad, que aquellas que no lo hacían.
–¿Por qué?
–El cuerpo no está preparado para desarrollar los pulmones o el sistema inmune de la misma manera cuando recibe azúcar como energía para hacerlo que cuando recibe elementos como proteínas. También se supone que el azúcar tiene un efecto eventual en el intestino de la madre, de la flora que vive con la madre. Por cada célula de nuestro cuerpo, tenemos 10 bacterias viviendo en él, mayormente en el intestino. Esas bacterias cambian de acuerdo a lo que uno les dé de comer. Lo interesante es que también tiene que ver con el período evolutivo, las bacterias no conocían el azúcar. Por lo tanto, al cambiar la flora en la mamá, 10 a 1 contra las células del cuerpo, el efecto de eso que se llama microbioma es muy fuerte y, probablemente, también gobierna en lo que hace la madre en la generación de ese feto que termina siendo el chico que nace.
Otro consejo para tener en cuenta: un estudio de INFANT detectó que la lactancia materna y el alto consumo materno de frutas y verduras son protectoras.
–¿Qué otro impacto tienen los hábitos de la vida moderna en la salud?
–Cuando vamos al gimnasio reproducimos la actividad del hombre primitivo cuando corría para cazar un animal o para salvar su vida. Hace bien por eso, porque imitamos un hábito para el que el genoma se preparó casi 6 millones de años. Otra cosa para la que se reparó es para tener defensas, maduras y saludables. Y las defensas maduran como todo en el cuerpo: ejercitándolo. Cuando el hombre salió de las cavernas, dejó de utilizar el sistema inmune de la misma manera. Las cuevas eran el lugar donde el hombre vivía, dormía, comía, defecaba, estaba entre animales, todos sucios, en comunidades y sin los elementos de higiene que hay ahora. Esa presión sobre el sistema inmune generaba una maduración que hacía que el hombre rara vez tuviera asma, esclerosis múltiple, distintas enfermedades autoinmunes. Esas enfermedades han crecido a medida que hemos ido cambiando nuestros hábitos alrededor de la limpieza.
–¿No es recomendable tener a los chicos en un ambiente excesivamente limpio?
–Es una pregunta difícil de contestar. No es recomendable fanatizarse con la limpieza, lo que no debe leerse como una recomendación de no bañarse. Pero hay que entender que las costumbres culturales no están necesariamente alineadas con lo que piensan nuestros genes. La genética dice que para que el sistema inmune se desarrolle tiene que estar expuesto a material orgánico, a tierra, a vivir en una granja, en el campo, a tener un perro en la casa, a tener muchos hermanos.
Estamos pagando un impuesto por todos los cambios de la vida moderna. Uno tiene que ver con una inmaduración en nuestro sistema inmune, que se traduce en un aumento de enfermedades como el asma.
–¿La tecnología puede ayudarnos en esto?
–Hay dos formas de abordar este problema, en el que no se puede volver atrás, no podemos volver a vivir sin bañarnos o en una caverna. Entonces, hay un modelo «más natural», como moverse a vivir en el campo, o tener un perro dentro de la casa. Y hay modelos en donde se ve el rol de la tecnología y de la ciencia en identificar que no todas las personas son iguales. Nuestro genoma tiene una serie de códigos que no son exactamente iguales para cada uno de nosotros, por eso, a veces lo que es bueno para uno, no lo es para otro. Lo que viene es la medicina personalizada que va a identificar la intervención precisa para cada persona. Por ejemplo, decir que en la mayoría de los chicos sería conveniente exponerlos a las condiciones del Paleolítico, sin volver a las cavernas, sino usando un spray que libere suciedad molecular y que haga madurar al sistema inmune, pero en otros chicos no exponerlos. Hay un paso previo en la tecnología hoy, que va a estar disponible a mediano plazo que va a decir ‘para este chico A, para este B, para este C’.
–¿Qué hallazgos realizaron en torno a la leche materna?
–La lactancia materna es la intervención más importante del primer año de vida que pueda hacer una mamá por su hijo en términos de su salud física y en su salud emocional. Siempre suele darse la explicación más común, que es que la misma está llena de anticuerpos que protegen al bebé.
Lo interesante que nosotros vimos en estudios hechos en hospitales de Capital, Chaco, Corrientes, es que la leche materna protege mejor a las mujeres contra las enfermedades respiratorias, que a los varones (vale aclarar que no ha sido estudiado en otro tipo de enfermedades). Los protege a ambos, pero es más eficaz en la mujer. Lo que la leche da es una ‘llave’ que activa un mecanismo que se enciende mejor en la mujer. Una mamá que amamanta a una nena, más aún si es prematura, prácticamente la blinda contra las enfermedades respiratorias. La que amamanta a un varón, lo protege pero no alcanza el mismo nivel que en la mujer.
Eso tiene un sentido evolutivo claro; siempre, todos los razonamientos de ciencia que tienen que ver con la salud, y con los chicos en particular, vuelven a Darwin: porque si uno tiene una población donde hay una mujer y 100 varones, se desata una guerra. Pero si tiene 100 mujeres y un varón, tiene una población más grande. La naturaleza está siempre pensando en proteger la perpetuación de la especie, y ese es el sentido por el cual protege más a la mujer de lo que lo protege al varón.
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