Una de cada tres niñas kenianas sufre abusos sexuales antes de cumplir los 18 años y muy pocas lo denuncian por miedo al estigma social, al atacante y a la propia Policía. Ahora, una aplicación móvil facilita a las víctimas el acceso a la justicia y garantiza la persecución de su agresor.
Sarah es una de estas niñas. Con tan sólo dos años fue violada en la ciudad de Meru, a unos 225 kilómetros al norte de Nairobi. En algunas zonas rurales, a cambio de unas cabras, las familias aceptan que una de sus hijas sea violada, lo que complica todavía más reparar el daño y hacer justicia.
El caso de Sarah podría haberse sumado a otros muchos que quedan impunes en Kenia pero, gracias al apoyo de la iniciativa «160 Girls», creadora de esta «app», los agentes lo investigaron y el hombre que la violó fue juzgado y cumple cadena perpetua.
Ahora, quieren que la historia de Sarah no sea una excepción. «El objetivo de esta app es garantizar que el acceso a la justicia sea fácil para las víctimas y que se juzgue a los responsables», explica a Efe Fiona Sampson, directora ejecutiva de Equality Effect, organización canadiense que financia el proyecto.
Con tan solo pulsar la pantalla, las menores pueden solicitar ayuda a través de esta «app» -la primera de estas características a nivel mundial- que comparte la información con la Policía para que se inicien los trámites necesarios para denunciar el caso.
Tras haber recibido la petición, los agentes empiezan con el procedimiento: acompañar a la víctima a recibir tratamiento médico, acudir a la escena del crimen y recabar pruebas o entrevistar a testigos y sospechosos, por ejemplo.
Para que la investigación sea exitosa, el proyecto también incluye formación específica a miembros de la comunidad local -funcionarios o líderes comunitarios- y a la Policía, con un nivel muy alto de corrupción e indiferente hacia actos de violencia contra la mujer.
«El gran problema hasta ahora había sido que las investigaciones policiales eran ineficaces o insuficientes por temas de corrupción», comenta a Efe la coordinadora nacional del proyecto, Anne Ireri. «De ahí la importancia de involucrar a los agentes kenianos», insiste.
Durante los cursos, los agentes aprenden que antes de hablar con las víctimas, deben calmarlas y relajarlas, y que la conversación tiene que realizarse de forma privada. Algo que puede parecer obvio pero que nunca sucede en muchas comisarías kenianas.
«Las muñecas o los dibujos pueden ayudar a calmarlas», recomiendan en los cursos, desde donde insisten a los agentes que tienen que eliminar el lenguaje acusatorio o de insultos hacia la víctima.
En Kenia, es habitual que las víctimas de violación sean acusadas de deshonor, ya que la violación conlleva un estigma social que en muchos casos provoca el rechazo de su comunidad e incluso de su propia familia.
Por eso, y a pesar de que este país cuenta con uno de los marcos legales y de políticas más progresistas para abordar la violencia sexual, se estima que 19 de cada 20 violaciones no son denunciadas y quedan impunes, según la ONG «Equality Now» (Igualdad ya).
El proyecto «160 Girls» arrancó en 2012 cuando 160 chicas, de entre 3 y 17 años, demandaron al Gobierno de Kenia por no haberlas protegido de ser violadas.
El Tribunal Supremo les dio la razón y ordenó a la Policía a hacer cumplir las leyes para detener a todos los responsables.
Esta victoria de los derechos de las menores fue un triunfo social y, tras ella, se logró la implicación de esta institución para combatir la violencia sexual y proteger a 10 millones de niñas en el país.
Este proyecto romperá fronteras y comenzará a implantarse muy pronto en otros países africanos, como Malaui y Ghana, para luchar contra la impunidad de los abusos sexuales.
La historia de Sarah y su familia, que tuvieron la valentía de hacer frente a múltiples obstáculos, es un ejemplo a seguir para todas las víctimas, que necesitan justicia para poder empezar a recomponer sus vidas y luchar contra esta tragedia.