Atraídos por sus espectaculares paisajes volcánicos y la facilidad de sus rutas aéreas, el turismo ayudó a la otrora remota Islandia a salvarse de su profunda crisis económica, pero ahora que esa industria floreció, el país tiene problemas para lidiar con su propio éxito.
Para este año, la isla de apenas 330.000 habitantes espera que aterricen más de 2,2 millones de turistas, casi el quíntuple que en 2010, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). El turismo ya es la principal industria del país y superó su histórico medio de subsistencia: la pesca. La escala de esa explosión del turismo tomó desprevenido al gobierno; la infraestructura sufre sus consecuencias y los islandeses se quejan de la escasez de vivienda, el aumento de los alquileres y la basura que inunda las rutas.
“Queríamos tener más turistas y trabajamos mucho para conseguirlo, pero este crecimiento inmenso es algo que nadie podía prever“, dice Sigrun Brynja Einarsdottir, alto funcionario del Departamento de Turismo.
El turismo ha sido una bendición a medias para muchos destinos del mundo. El auge de los viajes de bajo presupuesto y el aumento de la clase media china contribuyeron a originar un celebrado crecimiento del gasto de los turistas, pero también generó problemas en los lugares de infraestructura frágil, desde Bali hasta Venecia.
– Crisis de la que no creía salir –
Islandia recorrió un largo camino desde 2008, cuando colapsó su sobredimensionado sistema bancario y el desempleo se disparó exponencialmente. La moneda local (la corona) se fortaleció y en 2016 la economía creció 7,2%, uno de los ritmos de crecimiento más altos de los países desarrollados. Este año, el gobierno retiró casi todos los controles al ingreso de capitales que quedaban y que habían sido impuestos durante el peor momento de la crisis.
El flujo de turistas, en su mayoría británicos y norteamericanos, se remonta a la erupción de 2010 del volcán Eyjafjallajökull, que despidió una nube de ceniza que cubrió gran parte de Europa y generó trastornos en el tráfico aéreo.
El gobierno respondió con una campaña de marketing para atraer la atención mundial sobre los magníficos géiseres del país, sus lechosas aguas azules y sus paisajes lunares. Gracias a una moneda que no terminaba de reponerse de la crisis y a las aerolíneas que ofrecían escalas en sus rutas intercontinentales, los turistas acudieron en masa.
– Éxito y sus consecuencias –
Para algunos, la estrategia funcionó demasiado bien. Los antes prístinos sitios de interés ahora están atestados de gente, y en las calles se amontonan los autos alquilados. Aumentar la capacidad hotelera lleva tiempo, así que el país recurrió a plataformas como Airbnb, una tendencia que según los analistas hace crecer el precio de la vivienda, que en este último año en Reikiavik se disparó un 18,3%, en comparación con el 6,3% del año anterior, según el agente inmobiliario Knight Frank.
“La situación en el centro de la ciudad se está volviendo insostenible. Los precios suben y hay pocos departamentos disponibles”, dice Kolbrun Einarsdottir, que trabaja en un museo dirigido por artistas. En 2014, Kolbrun y su esposo fueron desalojados de su departamento porque el propietario dijo que quería alquilarlo a través de Airbnb.
“No nos sorprendió, porque es lo que venía pasando alrededor nuestro”, cuenta Kolbrun.
A algunos todo esto les resulta familiar. El ritmo del crecimiento turístico trae recuerdos de los años que condujeron a la crisis financiera, que golpeó a Islandia más que ningún otro país europeo.
El recalentamiento de la economía no sólo disparó el valor de la corona y de los alquileres, sino también la demanda de mano de obra, lo que a su vez impulsó los salarios. En mayo pasado, la tasa de desocupación en Islandia fue del 2,6%, la más baja del mundo desarrollado, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Aunque la economía de Islandia tiene “bases más firmes” que la última vez que creció a este ritmo, “los riesgos del recalentamiento son una preocupación clara y presente”, señaló el FMI en un informe.
Mar Gudmundsson, presidente del Banco Central de Islandia, dice que el ritmo del crecimiento se volvió “un poco inconveniente”, pero señala que la economía de su país “está muy lejos de un recalentamiento impulsado por un auge del crédito”. De hecho, tal vez ya se produce cierta ralentización. La apreciación de la corona durante los últimos tres años hizo que Islandia se encarezca para los visitantes extranjeros, una tendencia que según los economistas podría hacer descender el número de turistas.