La diabetes es una enfermedad crónica que aparece cuando el páncreas no produce suficiente insulina o cuando el organismo no es capaz de utilizar adecuadamente esta insulina. Existen dos tipos principales de diabetes: diabetes tipo 1 y tipo 2.
La tipo 1 se conoce como diabetes insulinodependiente, juvenil o de inicio en la infancia. “Se caracteriza por una producción deficiente de insulina y requiere la administración diaria de esta hormona. Su causa todavía se desconoce y no se puede prevenir con el conocimiento actual”, manifiesta la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Por su parte, la diabetes tipo 2 representa la mayoría de los casos mundiales y está relacionada con un peso corporal excesivo y con la inactividad física.
La OMS detalla que este tipo de diabetes, también llamada no insulinodependiente o de inicio en la edad adulta, se debe a una utilización ineficaz de la insulina por parte del organismo.
Los especialistas del Hospital Victoria Eugenia de Sevilla, de Cruz Roja, explican que la insulina es una hormona producida por el páncreas que permite que la glucosa de los alimentos que pasa a la sangre sea transportada al interior de las células, donde es transformada en la energía que el músculo y los tejidos precisan para su funcionamiento.
“Una persona con diabetes no puede introducir esa glucosa dentro de las células y utilizarla, por lo que ésta permanece circulando en la sangre (lo que se conoce como hiperglucemia). Con el tiempo, daña los tejidos y acarrea complicaciones potencialmente graves”, detallan.
Posible tratamiento
La vitamina D está relacionada con la liberación de insulina y con la resistencia a esta hormona. “Por tanto, podría influir en el desarrollo de diabetes y en el control glucémico”, señaló Rebeca Reyes, miembro de la Unidad de Gestión Clínica de Endocrinología y Nutrición del Complejo Torrecárdenas (Almería, sur de España) y del Servicio de Endocrinología de la Clínica San Pedro de la misma ciudad, en su intervención en el Ciclo I del programa AdvanceD ‘La vitamina D la saluD’, una iniciativa de los laboratorios Faes Farma.
“Estudios recientes muestran que, en personas con diabetes tipo 2, la administración de dosis altas de vitamina D puede inducir un efecto positivo sobre el control glucémico”, apunta la doctora Reyes.
En lo relativo a la diabetes tipo 1, la especialista indica que “también existen estudios observacionales que sugieren una posible relación entre el déficit de vitamina D y un mayor riesgo de diabetes mellitus tipo 1”.
En este sentido, la especialista señala que “la vitamina D podría constituir una opción futura de tratamiento, aunque son necesarios más datos”.
Pero, más allá de su posible papel como futuro tratamiento para la diabetes, la vitamina D es un nutriente muy importante para la población general. Entre otras funciones, es necesaria para mantener unos huesos fuertes.
“Las personas que consumen vitamina D en cantidad muy escasa pueden tener huesos débiles, delgados y frágiles”, apuntan los especialistas de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos.
Niveles varían en función de la edad y otros factores
Asimismo, expresan que la vitamina D es importante para el cuerpo de muchas otras formas. “Los músculos requieren esta vitamina para el movimiento; los nervios la necesitan para transmitir mensajes entre el cerebro y cada parte del cuerpo; el sistema inmunitario la emplea para combatir a virus y bacterias. Junto con el calcio, la vitamina D ayuda a proteger a los adultos mayores contra la osteoporosis”, detallan.
Por su parte, los especialistas de Endocrinología y Nutrición del Complejo hospitalario Ruber Juan Bravo de Madrid (España) explican que los niveles de vitamina D varían en función de la edad, del género y de otros factores como la exposición solar, la estación del año, la latitud geográfica, la contaminación, etc.
En este sentido, indican que, por lo general, los niveles deseables de vitamina D están por encima de 20 ng/ml (nanogramos por mililitro) y el rango óptimo se sitúa entre 30 y 60 ng/ml.
Los expertos del Complejo hospitalario Ruber Juan Bravo subrayan que nuestro organismo adquiere la vitamina D principalmente a través de dos procesos. El primero es mediante nuestra piel y se debe a la exposición solar, concretamente a los rayos ultravioleta. El segundo proceso es la alimentación, pues consumimos distintos alimentos que contienen pequeñas cantidades de vitamina D.
Se trata de productos animales, especialmente los pescados grasos (arenque, salmón, atún), el aceite de hígado de pescado, los huevos, la leche entera y los derivados lácteos.
Salvo casos excepcionales como los bebés, los ancianos, las personas de piel oscura, quienes padecen obesidad o ciertos trastornos, la mayor parte de la población puede obtener la vitamina D que necesita con una dieta equilibrada y cierta exposición solar.
“No hay que volverse locos con la vitamina D. Depende de la radiación UVB, que es muy alta en primavera y verano, pero muy baja en otoño e invierno, en esa época habría que estar varias horas expuestos al sol para sintetizar suficiente vitamina D y, además, vamos muy cubiertos. Sin embargo, en verano y primavera es suficiente si te da el sol en piernas, brazos y cara 15 minutos al menos 3 veces a la semana, considerando que con la edad también la piel disminuye su capacidad de sintetizar esta vitamina”, concluye Yolanda Gilaberte, miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología.