Existen algunas cosas que la ciencia no sabe sobre la menopausia: ¿Para qué sirve? ¿Cómo funciona? ¿Cuál es la mejor forma de tratarla? Tal y como explica un detallado reportaje de Nature, “la vida útil de los ovarios humanos está determinada por una compleja y altamente no identificada colección de factores genéticos, hormonales y ambientales”.
También es poco lo que se sabe cuándo los ovarios empiezan a fallar y los niveles de hormonas a fluctuar. Quizás deberíamos ser empáticos con esta ignorancia. La menopausia no tiene mucho sentido desde el punto de vista biológico o intelectual.
En un reciente libro sobre ecología de primates, se explica que “la menopausia todavía es considerada como una característica distintiva de los humanos”.
El que vivamos mucho más allá de nuestra edad reproductiva es un rompecabezas que se ha explicado con lo que se conoce como la “hipótesis de la abuela”.
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Bajo este razonamiento, las mujeres viven mucho más de su edad reproductiva porque su presencia beneficia a sus hijos y nietos.
Una mujer nace con más de un millón de óvulos en sus ovarios. Cada mes, libera uno, un proceso desencadenado por la liberación de hormonas, incluyendo estrógeno. Después de los 40 años, los ovarios empiezan a segregar menos estrógeno y, citando a la organización Women’s Health Concern, esto hace que “el cuerpo se comporte de forma distinta”.
El cuerpo de cada mujer reacciona de una forma distinta a los cambios en los niveles de estrógeno, dificultando ciertos diagnósticos de menopausia.
Las directrices del Instituto Nacional para la Salud y la Excelencia del Cuidado (NICE, por sus siglas en inglés), un organismo oficial para el mejoramiento de la salud y el cuidado social en Inglaterra y Gales, advierte contra cualquier cosa que no sea la observación para el diagnóstico.
¿Todo vale?
Durante la conferencia anual de la Sociedad Británica de Menopausia, a la que fui en calidad de periodista –aunque también como una mujer en perimenopausia– aprendí mucho de los ponentes.
Aprendí que las enfermedades cardiovasculares son la causa de muerte más común en las mujeres, diez veces más que el cáncer de mama (según el cardiólogo Peter Collins); y que a las mujeres se les puede recetar de una forma tonta y desconsiderada.
¿Lubricante vaginal? Sí, por favor. ¿Aerosol para calmar los sofocos? Sí, a pesar de que mi cartera está a punto de rebosar. ¿Isoflavonoides que deberían balancear los trastornos de estrógeno? Ok, un par de cajas no me viene mal. ¿Por qué no? Si ya estoy tomando magnesio para la confusión cognitiva, vitamina D y antidepresivos para los días bajos, una poción de hierbas y multivitaminas para la buena suerte.
Durante la conferencia, la terapeuta psicosexual Trudy Hannington describió a una mujer a la que le habían dado un tubo largo de lubricante vaginal para la sequedad y una dosis igualmente grande. “Ella siguió las instrucciones y más tarde contó que empezó a chirriar”.
El apabullante mensaje fue consistente: un trastorno que afecta a la mitad de la población mundial está tristemente desatendida. No hay suficientes datos o fármacos. La falta de atención hacia la menopausia y la salud de la mujer en general siempre han dificultado la vida de cualquiera que intente cuidar a una mujer menopáusica.
La terapia de reemplazo hormonal
Y a principios de siglo se hizo mucho más difícil. Hasta 2002, a las mujeres se les prescribía terapia de reemplazo hormonal (HRT) para ayudarlas con los síntomas de la menopausia.
Para las mujeres que todavía tenían útero era una combinación de estrógeno y progesterona.
Pero entonces un estudio publicado por la Women’s Health Initiative sostenía que la HRT con estrógeno y progesterona aumentaba el riesgo de infarto, de un accidente cerebrovascular, de la creación de coágulos, de cáncer y demencia.
Los titulares de los medios bombardearon a las mujeres con el mensaje que la HRT era peligrosa (a pesar de que desde entonces han salido varios estudios cuestionando los resultados de la Women’s Health Initiative y otras investigaciones parecidas).
Un bombardeo que debió haber funcionado, pues incluso cuando lo estaba pasando mal con mi menopausia –sin poder ir a trabajar, con insomnio y sofocones, así como problemas de depresión– resistí. En alguna parte de mi cabeza pensaba: “cáncer de mama”.
Cuando finalmente tomé HRT, no tuve que sufrir más el insomnio, fue mágico. Pude dormir de inmediato. Pero todavía hoy suspendo la terapia tan rápido como puedo.
Otros tiempos
Si ese estudio se hubiera publicado ahora, escribió recientemente la Sociedad Británica de Menopausia, “hubiese tenido mucho menos impacto en la mujer posmenopáusica”.
En la clínica de la menopausia de la especialista Julie Ayres en Leeds, Inglaterra, la mayoría de las pacientes llegan con ideas preconcebidas. “Ellas dicen ‘ya sé que hay riesgo de cáncer de mama’”, pero están tan desesperadas que van de todas formas. “Llegan con palpitaciones, ansiedad y ataques de pánico y creen que se van a volver locas“, agrega Ayres.
Y no lo están, lo que ocurre es que están sufriendo del poder de estrógeno en el cuerpo. “Pero tan pronto como tienen palpitaciones, el médico de familia no les receta HRT debido al riesgo cardíaco”.
Esto podría enfurecer a algunos de los oradores de la conferencia de la Sociedad Británica de Menopausia, donde el experto en metabolismo John Stevenson, del hospital Royal Brompton, presentó un trabajo sobre el papel protector que la HRT puede tener en el corazón. Según él, es “probablemente el mejor tratamiento para las mujeres posmenopáusicas“.
Hoy en día existen otros tratamientos como el de la terapia de hormonas bioidénticas cuyo estrógeno es derivado de plantas como la soya y la batata y la progesterona está micronizado, el proceso que reduce el diámetro de partículas sólidas.
El experto Yehudi Gordon, quien lleva una clínica de hormonas bioidénticas en Londres explica que estos dos factores hacen que este tipo de hormonas estén mejor procesadas para el cuerpo humano que cualquier otra preparación convencional. No obstante, actualmente no hay ningún control o regulación en la producción, prescripción y dosificación de las hormonas bioidénticas.
¿Enfermedad o condición natural?
Hace unos meses noté que mi cerebro ahora vacila, muy levemente, cuando le pregunto sobre la izquierda o la derecha. También se me caen las cosas con más frecuencia y me encuentro más torpe.
Hace poco estuve convencida durante todo un día que después de octubre venía diciembre y me sentí genuinamente trastornada cuando me di cuenta que no era así.
También tuve otros males físicos como dolor en la mandíbula, sequedad en los ojos, deficiencia de sueño, cansancio constante… todo se podía relacionar a los cambios hormonales de mi cuerpo. Pero, ¿estoy enferma? Con esta lista de síntomas uno pensaría que lo está.
Escritores como Louise Foxcroft y Roy Porter han criticado la medicalización de algo que es natural e inevitable en la vida de las mujeres. Aunque esta postura puede ser cuestionada por muchos clínicos y profesionales del área, así como por muchas mujeres en el medio de esta etapa de la vida.
Entonces, ¿qué es lo que las mujeres menopáusicas deben hacer? Quizás ser pacientes y convertirse en pacientes. Las reacciones a la menopausia pueden variar de acuerdo a la cultura, la dieta, el estilo de vida, la edad y la condición física.
Mientras que varios sitios en el Reino Unido sugieren que aproximadamente el 75% de las mujeres menopáusicas dicen tener sofocos, el número de las japonesas que dicen sufrir de golpes de calor es de 1 de cada 10. Sin embargo, cuando visitó Japón Margaret Rees, ginecóloga y editora deMaturitas (una revista internacional sobre la tercera edad), muchas mujeres le dijeron que sufrían sofocones, solo que no hablaban de ello.
También hay un componente cultural sobre la menopausia que puede distorsionar las cosas: si bien algunas depresiones están relacionadas al trastorno hormonal, algunas se pueden deber al menosprecio que las mujeres con menopausia sienten que están sometidas. Sin embargo, no hay duda en que la población de mujeres que sufre los síntomas de la menopausia es inmensa y no está bien atendida.