Llevaba sumergido bajo el agua desde 1963. Pero el pasado agosto, volvió a quedar al descubierto por la persistente sequía que sufrieron numerosas provincias al sur de España. El conjunto de piedras del Dolmen de Guadalperal, conocido como el “Stonehenge español” se alzó este verano sobre las escasas aguas del embalse de Valdecañas, en Cáceres, detonando con su reaparición un largo debate que ha suscitado numerosas críticas.
Desde que la joya megalítica de 7.000 años de antigüedad saliera a la luz, el Ministerio de Cultura y la Junta de Extremadura -comunidad autónoma en la que se ubica Cáceres- han estudiado si mover el monumento. Así lo solicitaba un informe de la Asociación Ecológica de Extremadura que advertía que muchas de las rocas que conforman el dolmen no resistirían más de tres años. El documento señalaba además que el barranco sobre el que se asienta el yacimiento se está derrumbando, por lo que resultaba crucial mover el conjunto a algún lugar en el que se pudiera conservar.
“La plataforma se asienta sobre una terraza del río formada por bolos, gravas y arenas poco cementadas y fácilmente erosionables”, alertaba el documento.
La Asociación Raíces de Peraleda expresó la misma preocupación. En opinión de sus científicos “el barranco se está desmoronando” y ya ha perdido “entre 5 y 10 metros desde su posición original y se ha comido claramente parte del borde del dolmen y seguirá comiéndose más y más”.
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Sin embargo, las autoridades no opinaron lo mismo. Tras semanas de discusión, determinaron el 19 de septiembre que las 144 rocas que conforman el Stonehenge español no irán a ningún sitio, y volverán a quedar sumergidas bajo el agua.
“Todos los expertos han considerado que el traslado del conjunto megalítico en este momento supondría una pérdida irreversible del contexto histórico-arqueológico”, sentenció el Ministerio, que aseguró que “han constatado el papel estabilizador de la costra que cubre la superficie de la piedra, que ejerce de protección natural y evita así el deterioro de la estructura”.
La aparición este verano del monumento y la posterior decisión del Ministerio en funciones, han despertado el interés de los medios internacionales, como el caso de la BBC que planea realizar un documental sobre el dolmen milenario. Ahora que finalizó el período de trasvase entre España y Portugal, el estanque empieza a recuperar su caudal, y para proteger el yacimiento, se han colocado ladrillos en la parte inferior de los monolitos.
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“Pocas chapuzas semejantes se habrán visto en el mundo de la arqueología y la restauración como esos ladrillos sueltos que han arrimado a la base de ortostatos que pesan una o más toneladas. Viendo eso, que es lo único que hemos visto hasta ahora, nos podemos hacer una idea de cómo están haciendo todo”, denunció en declaraciones al diario español El Mundo Ángel Castaño, presidente de la Asociación Cultural Raíces de Peraleda.
Ante las críticas de expertos, las autoridades defendieron su iniciativa y explicaron que “el uso [de los ladrillos] no altera el conjunto y hace posible revertir fácilmente la actuación en el futuro, sin afectar al yacimiento”, y aclararon que “el ladrillo de tejar [es] un material que, por su geometría, permite la configuración de estructuras estables para paliar el posible deslizamiento de las piedras”.
De momento, el Dolmen de Guadalperal seguirá en el embalse de Valdecañas, donde las lluvias del otoño harán que vuelva a desaparecer bajo las aguas, quién sabe por cuánto tiempo. Mientras tanto, el Ministerio se ha comprometido a proteger las piedras, que alcanzan hasta los dos metros de altura, y a declarar el lugar Bien de Interés Cultural (BIC).