Es probable que haya una canción favorita o un ritmo que te acompaña cuando sales a correr o visitas un gimnasio.
Si no es el caso, no se puede negar la presencia constante de corredores o ciclistas con sus audífonos en las orejas alrededor de las calles y parques.
Las clases de aérobicos están marcadas por su fondo musical, como también las sesiones de yoga.
Muchos estudios han confirmado que escuchar música y hacer ejercicio son dos actividades que van de la mano, ya que juntas permiten aumentar el rendimiento y hacen el esfuerzo más placentero.
Pero el psicólogo Tom Stafford no sólo se preguntó si la música ayuda, sino cómo lo hace.
«Una cosa es cierta, la respuesta se encuentra en el cerebro, no en los músculos que estamos ejercitando».
Imagino, luego me ejercito
Stafford dice que una pista se encuentra en un estudio que logró separar los beneficios de practicar un movimiento de los beneficios de entrenar los músculos que hacen se movimiento.
Suena algo extraño, pero muchos estudios han mostrado que el acto de imaginar un movimiento también produce un aumento significativo de fuerza.
«El beneficio no es tanto como si se hace realmente el movimiento, pero el pensamiento de hacerlo ya cuenta por más de la mitad de los beneficios que se logran al practicarlo», explicó Stafford.
La razón que encontraron es que hacer ejercicios imaginariamente ayuda porque aumenta el impacto del mensaje enviado desde las áreas responsables del movimiento del cerebro a los músculos, haciéndolo «más fuerte, una señal más coherente a los músculos».
El «órgano vital» del rendimiento
Las señales para mover los músculos comienzan en un área del cerebro llamada corteza motora.
Una parte de esta área es conocida como la corteza motora suplementaria, que está particularmente activa en el momento en el que estamos planeando hacer un movimiento y es especialmente crucial en la sincronización de estas acciones.
Es por eso que esta parte del cerebro realiza un trabajo muy importante durante el ejercicio, ya que es responsable de decidir exactamente cuándo actuar.
«Una vez que te das cuenta que una parte vital del rendimiento deportivo no es sólo qué tan rápido o cuán fuerte eres cuando te mueves, sino en el esfuerzo que conlleva decidir cuándo moverse, es cuando puedes apreciar el por qué la música puede ser tanta ayuda», explicó Stafford, quien es también científico cognitivo de la Universidad de Sheffield, en Reino Unido.
Con el ritmo
Los beneficios de la música son mayores en aquellos ejercicios y deportes que se basan en el ritmo, en los que cómo actuar es tan importante como cuándo actuar.
Por eso ejercicios como remo o correr se benefician de escuchar un ritmo musical que entra por nuestros oídos y llega hasta la corteza motora suplementaria.
Allí se asocia con la actividad del cerebro para enviar las señales de cuándo moverse, además de ayudarnos a mantener el ritmo de movimiento durante el ejercicio.
«Utilizando una metáfora deportiva, no sólo nos ayuda a salir de los tacos de salida sino que nos mantiene en movimiento hasta que llegamos a la línea de meta».
«Por supuesto que pueden haber otras razones por las que hacemos ejercicio con música», agregó el psicólogo británico, «pero estoy seguro que es el ritmo de la música que escuchamos el que nos ayuda a mantener el paso durante nuestra carrera».