«Está de moda, cariño, sólo hay que adelgazar». A pesar del discurso «bodypositive», la ropa de lujo está hecha para gente delgada y algunas modelos con curvas que desfilan en las pasarelas no hacen más que subrayar el culto a la delgadez.
«Es una especie de lavado de cara», considera Paolo Volonté, profesor del Instituto Politécnico de Milán, en Italia, donde enseña sociología de la moda, entrevistado por la AFP.
Las modelos rollizas que ahora aparecen más a menudo en Nueva York y Londres, y también en los desfiles de París, aunque menos, pretenden «demostrar que la marca en cuestión es inclusiva», pero «en realidad se trata de preservar un sistema basado en la tiranía del ideal de delgadez», continúa el experto.
El fracaso en materia de diversidad es total, según datos recogidos recientemente por Vogue Business.
De los 9.137 conjuntos presentados durante 219 desfiles de moda en Nueva York, Londres, Milán y París, la pasada temporada, el 95,6% fueron presentados por modelos delgadas (tallas 32-36).
El 3,8% de las prendas fue presentado por modelos de talla mediana (entre 38 y 42) y sólo el 0,6% fue representado por modelos de talla grande (44 y más).
Las marcas «se niegan a representar a la gente normal», resume Ekaterina Ozhiganova, modelo, estudiante de Derecho y fundadora de la asociación «Model Law», que defiende los derechos de las modelos.
«Difícil de verbalizar»
Esta experta realizó una encuesta sin precedentes para un grupo senatorial francés en abril.
Nueve de cada diez modelos respondieron que se sentían presionadas para cambiar su apariencia «regularmente» (52,5%) u «ocasionalmente» (37,7%).
«Es muy difícil verbalizarlo. Puedes quejarte en internet y todo el mundo te responderá: ‘Cariño, ese es el trabajo'», subraya Ozhiganova.
Sin embargo, en 2017 se aprobaron textos que introducen un certificado médico obligatorio para las modelos. Los gigantes del lujo LVMH y Kering firmaron ese mismo año una carta sobre el bienestar de las modelos, comprometiéndose, entre otras cosas, a eliminar de sus castings las solicitudes de talla 32.
Medidas poco aplicadas que hacen sonreír a las pocas modelos que han oído hablar de ellas.
La prohibición de la talla 32 no significa gran cosa, según Ozhiganova, porque las tallas varían según la firma y la ropa de la talla 34 puede ser igual de pequeña, por ejemplo.
Los estándares de belleza masculina también han cambiado. Hermès produce prendas de la talla 48 para los desfiles, según explicó recientemente al diario Libération Véronique Nichanian, estilista de las colecciones masculinas desde hace 35 años.
«Cuando comencé en la moda, la talla del modelo era 52 (…) ¡El estándar sexy en ese momento era el musculoso chico de la playa!», explica.
«Más caro»
Es la estética de la eliminación del género lo que hace que los creadores «busquen un tipo de cuerpo similar», analiza Ekaterina Ozhiganova.
Para Paolo Volonté, es más fácil producir a escala industrial para cuerpos delgados y planos.
«Se comienza con el tamaño cero y se progresa con la ayuda de un algoritmo. Pero no funciona para tamaños más grandes porque la grasa y el músculo no obedecen al algoritmo», enfatiza.
«Es mucho más caro producir y vender ropa en tallas más grandes, se requieren muchos más conocimientos», añade.
La alta costura, con su principio de «hecho a medida», escapa a esas estrecheces, destaca el modisto Julien Fournié, que ha realizado desfiles dedicados a mujeres mutiladas por operaciones y cáncer, mujeres embarazadas o mujeres negras «con cuerpos diferentes».
Su modelo favorita, Michaela Tomanova, tiene cuerpo de mujer y «seis centímetros más que las demás en todas partes».
Pero «la moda sigue siendo moda» y «es el mundo de fantasía de un artista», por lo que «nunca cambiará fundamentalmente», concluye.