Vivir otras vidas es uno de los mayores placeres de la literatura de ficción, pero también uno de sus principales beneficios en cuestión de salud mental. Según unarevisión de varios estudios sobre el tema que publica la revista Trends in Cognitive Sciences, este hábito también sirve para fomentar la empatía ya que, al ponerse en la piel de otra persona, los lectores pueden formar sus propias ideas sobre las emociones, pensamientos y motivos que impulsan a los demás en la vida real.
«La característica más importante del ser humano es que nuestras vidas son sociales. Lo que nos diferencia es que establecemos relaciones sociales con otras personas que no están pre-programadas por instinto», explica Keith Oatley, profesor emérito del departamento de Psicología Aplicada y Desarrollo Humano en la Universidad de Toronto (Canadá) y uno de los autores del texto. Y en ese cometido, «la ficción puede aumentar y ayudarnos a entender nuestra experiencia social», añade.
En uno de los estudios citados en este trabajo -y en el que participó el grupo de investigación liderado por el propio Oatley- se mostraba a los participantes 36 fotografías de ojos de personas; al verlas, debían elegir entre cuatro opciones cuál se ajustaba más a lo que creían que la persona de la imagen pensaba o sentía en ese instante. ¿El resultado? Aquellos que leían narrativa de ficción obtuvieron una mejor puntuación en esta prueba.
Si la literatura despierta la imaginación y además fomenta la empatía, cabe preguntarse entonces cuál es la relación entre una y otra. «Como especie, los humanos nos caracterizamos por nuestra habilidad de cooperar y esta cooperación incluye planes, el matrimonio, el cuidado de los hijos, así como los acuerdos sociales. Somos una especie orientada al futuro, basada en relacionarnos con otros, y eso implica tener imaginación y entender a esos con quienes cooperamos», concluye Oatley en una conversación con EL MUNDO. En un experimento distinto, los lectores de la novela Saffron Dreams de Shaila Abdullah -que se centra en la experiencia de una mujer musulmana en Nueva York- reducían su sesgo a la hora de identificar rostros árabes o caucásicos en comparación con el grupo control que no había leído el libro.
La ficción no es sólo entretenimiento
La intersección entre la literatura y la psicología ha comenzado a dar sus primeros pasos, en opinión de Oatley, a raíz de los estudios sobre la imaginación en los que se estudia la actividad cerebral gracias a técnicas de imagen. Con todo, este investigador critica que las historias que crea cualquier cultura humana se califiquen de mero entretenimiento: «Creo que hace unos cien años, cuando los departamentos de literatura se empezaron a asentar en las universidades, la gente pensaba que la literatura era valiosa. Pero pienso que ahora -en los medios- el entretenimiento se ve como importante, como la moda, los viajes y los restaurantes».
Sobre si el visionado de obras de ficción como películas o series de televisión tiene los mismos efectos que la lectura, Oatley duda: «No se conoce, en términos de investigación, cuál de estas dos acciones tiene un impacto mayor para potenciar la empatía», pero reconoce que «teniendo en cuenta cuánta gente lee en comparación con la que ve películas y televisión, los visionados podrían tener mayor efecto». Sea como sea, la ficción aporta más de lo que pide.