Los efectos de la criminalidad sobre la actividad empresarial no han sido evaluados en República Dominicana hasta ahora con precisión, ni siquiera en una cuantía aproximada. No es extraño, se trata de consecuencias difíciles de medir, salvo por estimaciones indirectas. Para las empresas, el coste mayor es el que se deriva de la prevención del robo o el crimen mediante la contratación de sistemas especializados, levantamiento de vallas, verjas y dispositivos, los guardas privados y, por supuesto, las pérdidas una vez se ha producido el delito, las mercancías, los daños a las instalaciones, sin contar los gastos hospitalarios y otros derivados. No habría que olvidar que, también, se induce a un daño psicológico referente al desánimo, el temor, sentirse ultrajado, la frustración y la impotencia. Es un gasto excesivo para la situación económica actual, muchas veces inabordable para el pequeño empresario, que implica en no pocas ocasiones el tener que restar de otras partidas, ingresos e inversiones, limitando con un problema más el sostenimiento de la empresa o su crecimiento.
Todavía no han surgido en República Dominicana las ‘mafias protectoras’, como aparecen en El Padrino, como se sugiere en ‘M’, el film de Fritz Lang, o, sin necesidad de irnos a la ficción, el papel que desempeñó Lucky Luciano durante los años previos a la II Guerra Mundial. Pero como nos descuidemos, fácilmente podemos encontrarnos con ese panorama. Lo que ocurrió entonces es que las mafias se repartían los territorios, a semejanza de lo que pasa aquí con el transporte, y ofrecían a los comerciantes y empresarios ‘un servicio de protección’ a cambio de un pago mensual, es decir, una organización criminal ‘ponía orden en el mundo de la delincuencia’. Este escenario, narrativamente deslumbrante, es inaceptable en la realidad, pero parece que las autoridades dominicanas lo quieren provocar a empujones, sobre todo si no contamos con un sistema judicial efectivo.
Recuerden que, en aquellos films, la policía se dejaba manejar por dinero y se tapaba los ojos ante las fechorías. En el caso de los jueces, otro tanto de lo mismo. Dios nos asista y jamás nos encontremos con esa situación.
Pero tampoco es aconsejable ningún tipo de solución ‘paralegal’, es decir, compañías de seguridad armadas hasta los dientes y con guardias que nada tienen que ver con el señor panzudo que honestamente se gana su salario ‘presencial’. La solución es una buena policía, bien pagada y bien equipada, pero eso corresponde a otra película, no la nuestra.