En el Museo Mütter de Filadelfia, donde se exhibe una variedad de especímenes médicos singulares, hay un objeto en particular que todo visitante observa. Es una caja de madera que contiene 46 portaobjetos con cortes del cerebro de Albert Einstein.
El atractivo de esos fragmentos de tejido que sólo revelan sus ondulaciones a través de una lupa es simbólico: representan el secreto de una mente excepcional, de un genio.
«Si otras herramientas a su disposición aparte de la fuerza de su propio pensamiento», desarrolló la publicación National Geographic, «predijo que los objetos en aceleración masiva —como agujeros negros que se orbitan mutuamente— crearían ondulaciones en el tejido de espacio-tiempo». Casi un siglo después, en 2015, eso se pudo comprobar gracias a tecnología de alta sofisticación.
«El genio es demasiado elusivo, demasiado subjetivo, demasiado atado al veredicto de la historia como para ser identificado con facilidad», escribió Claudia Kalb en el artículo que rastrea algunos de los factores que podrían definirlo. La inteligencia, la creatividad, la perseverancia y los genes se destacan entre ellos.
Kalb comenzó por analizar estudios sobre la inteligencia. «Lewis Terman, el psicólogo de la Universidad de Stanford que contribuyó a desarrollar la medición del coeficiente intelectual, creía que un examen que diera cuenta de la inteligencia también revelaría el genio». En la década de 1920 Terman comenzó el seguimiento de 1.500 escolares con un coeficiente superior a 140 para comparar su desempeño en la vida con el de otros niños.
«El grupo incluyó a miembros de la Academia Nacional de Ciencias, políticos, médicos, profesores y músicos», indicó la publicación. Pero también a varias docenas de estudiantes que abandonaron la universidad y tuvieron dificultades para progresar. Al mismo tiempo, muchos de los que tenían un coeficiente más bajo lograron éxito en sus campos, como dos premios Nobel de Física, Luis Alvarez y William Shockley.
Para ocuparse de la creatividad la autora citó el trabajo del director científico del Instituto de la Imaginación, en Filadelfia. Scott Barry Kaufman habló con innovadores de distintos ámbitos para comprender los procesos de generación de ideas. Averiguó así que el momento eureka se presenta de manera caprichosa —en un sueño, bajo la ducha, durante una caminata— luego de una extensa reflexión, pero no en el momento en que se está concentrado en el problema.
Charles Limb, un especialista en audición de la Universidad de California en San Francisco, diseñó un teclado sin metales para que seis músicos de jazz improvisaran en un resonador magnético. Descubrió que durante el proceso de creación se activa la red neuronal asociada con la expresividad, a la vez que disminuye la de las áreas que intervienen en la concentración y la autocensura.
«Una señal de creatividad es la capacidad de conectar conceptos en apariencia dispares«, escribió Walt. Apuntó a un estudio del director de investigaciones del Instituto Marcus de Salud Integradora, Andrew Newberg, quien analizó los caminos neuronales en los cerebros de las personas creativas cuando se les solicitan que encuentren un uso novedoso a objetos cotidianos. El cuerpo calloso —el núcleo de fibras nerviosas que facilita la conectividad entre los dos hemisferios— de las personas creativas tiene el doble de tamaño que el de las del grupo testigo.
Otro factor que consideró el texto de National Geographic es la dicotomía entre la naturaleza y el ambiente para el desarrollo del genio. «Los avances en investigación genética permiten examinar los atributos humanos en el nivel molecular», escribió la autora. Pero más allá de las preocupaciones éticas que implicaría identificar los genes de la inteligencia, el ámbito de desarrollo es importante, como Florencia en el Renacimiento o Silicon Valley hoy.
Según la psicóloga Angela Duckworth, la motivación y la tenacidad juegan un papel decisivo también: «No importa cuán brillante sea una persona, la fuerza y la disciplina son centrales para el éxito». También el entorno social: la mitad de las niñas con un coeficiente superior a 140, halló el estudio de Terman, terminaron como amas de casa. También la pobreza y la opresión son elementos limitantes.
Un emblema del genio tan reconocible como Einstein es Leonardo da Vinci, señaló Walt como último ejemplo. «A Leonardo lo deleitaba imaginarse lo imposible», definió. Un grupo de científicos intenta rastrear su ADN para conocer mejor sus características, comprobar la autenticidad de obras que se le atribuyen y analizar su talento: el Proyecto Leonardo.
«Uno de los objetivos primeros del grupo es explorar la posibilidad de que el genio de Leonardo surgiera no sólo de su intelecto, su creatividad y su ambiente culto, sino también de su poder de percepción ejemplar». La hipótesis principal de los investigadores indica que, así como W.A. Mozart tenía un oído extraordinario, Da Vinci tenía una agudeza visual extraordinaria.