El origen de la hoy aún joven ‘economía del comportamiento’

Luís Torras Economista, consultor financiero y gestor de fondos

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Los descubrimientos sobre el funcionamiento de la mente derivados de los célebres trabajos de Danny Kahneman y Amos Tversky, han puesto en tela de juicio (entre otras cosas) el grueso de hipótesis de los modelos económicos estocásticos anclados en los supuestos de racionalidad y objetividad de la información (ie homo economicus).

Al margen del debate sobre el alcance e implicaciones de estos descubrimientos en el ámbito de la macroeconomía (las aplicaciones de los economistas RichardThaler o Cass Sunstein, por ejemplo, a mi juicio, restan más que suman; pero ese es otro tema), el trabajo experimental de los dos pensadores israelíes constituye una contribución fundamental para aproximar los misterios de la mente y mejorar los procesos de toma de decisiones en múltiples ámbitos: desde el marketing, el deporte, el mundo de la inversión o los recursos humanos. Un trabajo académico que aproxima un poco mejor las limitaciones (y fortalezas) de la inteligencia humana en comparación con, por ejemplo, la inteligencia computacional.

Recorrer la trayectoria personal e intelectual de Kahneman y Tversky es el objeto de estudio, -trama-, del último libro, -novela-, de Michael Lewis, Deshaciendo Errores. Kahneman y Tversky y la amistad que nos enseñó como funciona la mente (Debate, 2017).

En él, el autor se sirve de la provechosa amistad y relación profesional entre ambos estudiosos como eje para recorrer de nuevo el camino andado por ambos. El libro recuerda vivamente el excelente Moneyball, -hasta cierto punto, Deshaciendo Errores puede leerse como una secuela-, y, al igual que en otros libros del autor, se trata de un ensayo cosido con las técnicas narrativas propias de la novela. En este caso, Lewis se sirve de las biografías de los dos investigadores israelíes, -la Historia del Estado de Israel hace de escenario de fondo-, para aproximar los descubrimientos de Kahneman y Tversky y que han dado origen a la hoy aún joven disciplina de la economía del comportamiento.

De manera accesible, se nos introduce el concepto de “efecto halo”, “efecto dotación”, o la mayor aversión a las perdidas, entre otros muchos sesgos y mecanismos que explican, en parte, la gran caja negra que sigue siendo la mente humana.

Parte principal del éxito de K-T descansa en su gran habilidad en hacerse buenas preguntas y diseñar ingeniosos experimentos. K y T desarrollarán sus vidas por separado, aunque con elementos muy similares, -mismos estudios, paso por el ejército israelí, periodo de investigación en EE UU-, hasta que en la primavera de 1969 crucen sus caminos y unan su destino definitivamente para siempre. Es entonces donde empezarán una amistad y una intensa colaboración académica, no exenta de conflictos y altibajos, enormemente prolífica y fructífera.

A través de la vida de ambos personajes, Lewis traza la historia del desarrollo moderno de la psicología del comportamiento con aplicaciones prácticas en muchas ramas del saber, entre las más conocidas el marketing y la economía, pero también el deporte. Con cada nueva hipótesis, con cada nuevo experimento, un nuevo error al descubierto.

Como buenos científicos, Kahneman y Tversky entienden que una buena teoría tiene que ser (básicamente) práctica, aplicable en el mundo real; tiene que permitir solucionar algún problema. La gran admiración del filósofo Nassim Taleb, por ejemplo, hacia intelectuales como K-T se debe precisamente a que ambos pertenecen al selecto grupo de científicos que dan más valor a algo que funciona pero no sabemos explicar, sobre algo que pensamos que sabemos explicar, -tenemos una buena teoría-, pero que no funciona en la práctica.

La economía del comportamiento ha permitido, por ejemplo, (de nuevo), demostrar la escasa validez de los modelos macroeconómicos basados en “expectativas racionales”, nos ha dado perspectiva sobre lo (relativamente) malos que somos los humanos trabajando con probabilidades, o muchos de los sesgos que aplican inconscientemente a nuestra mente a la hora de tomar decisiones o hacer predicciones (véasen los artículos seminales “On the Psycology of Prediction” [1973] o “El jucio bajo incertidumbre. Heurísticas y sesgos” [1974], dos de las obras por las cuales luego Kahneman recibiría el Premio Nobel en 2012; Tversky murió prematuramente de un cáncer en 1996). La misma obra de Taleb, muy centrada en nuestras limitaciones a la hora de trabajar con probabilidades y predecir el futuro, tiene uno de sus principales apoyos en los trabajo previos de K-T.

Una de las grandes conclusiones del libro es precisamente nuestra muy limitada capacidad de hacer juicios de valor debido a que somos víctimas de múltiples prejuicios, asociaciones incorrectas, asimetrías, y un largo etcéteras, lo que limita mucho nuestro éxito a la hora de elegir.

El trabajo de Lewis en muchos aspectos, resulta una lectura complementaria -calificadora en muchos aspectos- al bestseller del propio Daniel Kahneman, Pensar deprisa, pensar despacio (Debate, 2012), en donde, el investigador judío sintetiza su obra académica de toda una vida (desarrollada en gran parte en el artículo clave de K-T, “Prospect Theory. An Analysis of Decition Under Risk” [1979]), conjuntamente con su colega y amigo Tversky), con carácter divulgativo.

El libro de Lewis, no únicamente abarca los desarrollos de K-T, protagonistas principales de esta nueva novela de no ficción del autor americano, sino que incorpora una decena más de psicólogos que con sus contribuciones han ayudado a construir las teoría de la psicología moderna y el grueso de ciencias del comportamiento.Un nuevo gran libro de un gran maestro de contar historias.

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