Cómo entender la nueva economía petrolera mundial

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A las puertas de una cumbre de la OPEP, las tensiones en el precio del crudo no cesan. No es que se esté acabando el petróleo, es que la oferta no deja de crecer. Las consecuencias geopolíticas no se harán esperar.

Si las importaciones de EEUU se reducen, su interés en un Oriente Próximo estable se reducirá conforme se eleva el de China e India. ¿Por qué han caído los precios del petróleo? ¿Es un fenómeno temporal o refleja un cambio estructural en los mercados petroleros mundiales? Si es estructural, tendrá importantes consecuencias para la economía mundial, la geopolítica y nuestra capacidad para gestionar el cambio climático.

Con los precios de consumo estadounidenses actuando como deflactor, los precios reales se redujeron en más de la mitad entre junio de 2014 y octubre de 2015. Durante este último mes, los precios reales del petróleo fueron un 17% inferiores a su promedio desde 1970, a pesar de que estaban muy por encima de los niveles de principios de setenta y de entre 1986 y comienzos de la década de 2000.

Un discurso de Spencer Dale, economista principal de BP, aclara qué está influyendo en los precios del petróleo. Él argumenta que la gente tiende a creer que el petróleo es un recurso agotable cuyo precio es probable que aumente con el tiempo; que las curvas de oferta y de demanda del petróleo son «inelásticas»; que el petróleo fluye predominantemente a los países occidentales; y que la OPEP está dispuesta a estabilizar el mercado. Según Dale, la mayor parte de estas creencias populares en relación con el petróleo son falsas.

Parte de lo que está sacudiendo estas conjeturas es la revolución de esquisto de EEUU. La producción estadounidense de petróleo de esquisto ha aumentado desde prácticamente nada en 2010, a alrededor de 4.5 millones de barriles diarios. La mayoría del petróleo de esquisto es, según el Dale, rentable a un precio entre 50 y 60 dólares por barril.

Además, la productividad de la producción de petróleo de esquisto (medida como la producción inicial por plataforma) aumentó a más del 30% al año entre 2007 y 2014. Pero sobre todo, el rápido crecimiento de la producción de petróleo de esquisto fue el factor decisivo en la caída del precio del crudo el año pasado: la producción de petróleo estadounidense en sí aumentó en casi el doble de la expansión de la demanda. Se trata, simplemente, de un asunto de oferta.

¿Qué podría implicar esto?

Una implicación es que la elasticidad a corto plazo del suministro de petróleo es mayor de lo que solía ser. Una proporción relativamente alta de los costes de producción de petróleo de esquisto es variable, ya que la inversión es rápida y produce un rápido retorno. Como resultado, la oferta es más sensible a los precios que el petróleo convencional, el cual tiene costes fijos altos y variables relativamente bajos.

Esta relativamente alta elasticidad de la oferta significa que el mercado debería estabilizar los precios de manera más eficaz que en el pasado. Pero la producción de petróleo de esquisto también es más dependiente de la disponibilidad de crédito que el petróleo convencional. Esto añade un canal financiero directo al suministro de petróleo.

Otra implicación es un enorme cambio en la dirección del comercio. China e India probablemente se convertirán en importadores netos de petróleo mucho más importantes, conforme se reducen las compras netas estadounidenses. Muy posiblemente, el 60% del aumento global de la demanda de petróleo provendrá de los dos gigantes asiáticos durante los próximos 20 años.

Para 2035, es probable que China importe tres cuartas partes de su petróleo e India casi el 90%. Por supuesto, esto supone que el sistema de transporte seguirá dependiendo del petróleo durante este largo período. Si es así, no se requiere ninguna pirueta mental para suponer que el interés de EEUU en la estabilización del Oriente Próximo se reducirá conforme se eleva el de China e India. Las implicaciones geopolíticas podrían ser significativas.

Otra implicación se relaciona con el reto de la OPEP en la estabilización de los precios. En su Pronóstico de la energía mundial 2015, la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) prevé un precio de 80 dólares por barril en 2020, a medida que la creciente demanda absorbe lo que considera como un exceso de oferta temporal. También se toma en cuenta un pronóstico de un precio del petróleo más bajo, con precios que permanecen cerca a los 50 dólares por barril durante la presente década.

Dos suposiciones subyacen tras este último pronóstico: la resiliencia de la oferta estadounidense y una decisión de los países productores miembros de la OPEP -especialmente Arabia Saudí- de defender cuotas de producción (y el mercado del petróleo en sí). Pero la estrategia de precios bajos afectaría negativamente a los productores ya que el gasto público sigue superando los ingresos del petróleo durante un largo período. ¿Cuánto tiempo pudiera durar este enfrentamiento?

Un último conjunto de implicaciones se relaciona con la política climática. El surgimiento del petróleo de esquisto subraya lo que ya era bastante claro: que la capacidad de suministro global no sólo es enorme, sino que se está expandiendo. Olvídate del pico petrolero. Como lo señala Dale: «Durante los últimos 35 años, el mundo ha consumido alrededor de un billón de barriles de petróleo. Durante el mismo período, las reservas probadas de petróleo se han incrementado en más de un billón de barriles».

El problema no es que el mundo se esté quedando sin petróleo. Es que tiene mucho más de lo que puede quemar mientras que conserva alguna esperanza de limitar el aumento de las temperaturas medias globales sobre los niveles preindustriales a 2 grados. Quemar las reservas existentes de petróleo y de gas triplicaría el presupuesto global del carbono. Por lo tanto, la economía de los combustibles fósiles está en oposición directa con el manejo del cambio climático. Uno debe ceder. Un cambio tecnológico significativo pudiera debilitar la economía de los combustibles fósiles. Si no, los políticos tendrán que hacerlo.

Esto pone de relieve la magnitud del desafío que enfrentan los líderes en la conferencia sobre el clima en París. Pero la respuesta ante la caída de los precios del petróleo muestra cuán desesperanzados han estado los legisladores. Según la IEA, los subsidios a la oferta y la utilización de combustibles fósiles aún así equivalieron a 493.000 millones de dólares en 2014. Es cierto que habrían sido de 610.000 millones de dólares sin las reformas implementadas desde 2009. Así es que se logrado algún progreso.

Pero los bajos precios del petróleo ahora justifican la eliminación de los subsidios. En los países ricos la oportunidad que brindaron los precios bajos pudiera -y debiera- haber sido utilizada para imponer impuestos compensatorios en el consumo, manteniendo de esta manera el incentivo de economizar en el uso de combustibles fósiles, aumentando los ingresos fiscales y permitiendo una reducción de otros impuestos, sobre todo en los empleos. Pero esta importante oportunidad se ha perdido casi por completo.

Hay que preguntarse si existe la más mínima posibilidad de que surja una acción eficaz, en lugar de tan sólo una fachada en París. Espero estar equivocado. Pero yo soy, por desgracia, un escéptico.

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