Comenzó el Carnaval de Río de Janeiro

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El Carnaval de Río de Janeiro arrancó oficialmente este viernes una de sus ediciones más contestatarias con la bendición incluso de su alcalde evangélico, Marcelo Crivella, acusado de haber querido aguar esta famosa fiesta de excesos por sus convicciones religiosas.

Después de haber ninguneado la celebración del año pasado cuando recién había asumido el cargo y de haber recortado a la mitad las subvenciones para los desfiles, Crivella se vio forzado a cambiar su actitud y esta mañana encabezó la entrega de las llaves de la ciudad al rey del Carnaval, el Rey Momo, acompañado por sus princesas, dos bailarinas de samba con ajustados vestidos de lentejuelas.

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 “¡Declaro el Carnaval oficialmente abierto!”

«¡Declaro el Carnaval oficialmente abierto!», gritó el monarca, un corpulento y jovial fiestero que gobernará simbólicamente Río hasta el próximo miércoles de ceniza.

La alegría de la banda que tocaba el himno «Cidade Maravilhosa» en la residencia municipal contrastaba con el posado más bien frío de Crivella que, sin embargo, alabó en varias ocasiones la «belleza» y la «poesía» del Carnaval.

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Pero cuando llegó el momento de entregar las llaves, el ex obispo de una de las iglesias evangélicas más poderosas de Brasil pasó la responsabilidad a un subalterno. En una ciudad ahogada por la crisis financiera y su ola de violencia, Crivella aseguró: «No quiero arruinar la fiesta».

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El alcalde se había amparado en los problemas de caja de Río para justificar su recorte a los suntuosos desfiles en el Sambódromo, pero los fanáticos del Carnaval lo acusan de ir contra una tradición sagrada que atrae a más de un millón de turistas y genera más de 1.000 millones de dólares para Río.

«Fora Crivella» se ha escuchado en varios «blocos», las populares comparsas callejeras, a lo largo de la ciudad, como el multitudinario «Simpatía es casi amor».

Y si las ruas de calle prometen una buena dosis de crítica, el domingo y el lunes las 13 escolas del llamado Grupo Especial tendrán un altavoz aún mayor en la pasarela de la samba.

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Entre vampiros y alcoholímetros

«Con dinero o sin dinero yo disfruto el Carnaval» es el tema con el que desfilará Mangueira, una de las escuelas más tradicionales, que pasará otro recado en su estribillo: «Pecado es no disfrutar del Carnaval».

«Para la doctrina evangélica, el carnaval es la fiesta del diablo. Un evangélico puede pensar esto, pero el alcalde de Río no», dijo a la AFP el director artístico de Mangueira, Leandro Vieira.

El Carnaval en la Avenida Marqués de Sapucaí desempolvará su lado más reivindicativo y abordará también los tiempos difíciles que viven Río y Brasil con un cóctel explosivo de corrupción, violencia, dificultades económicas y divisiones políticas.

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Símbolo de ese cambio, Beija Flor se inspirará en la figura de Frankenstein para ilustrar el «monstruo» corrupto, abandonado e intolerante en el que, según su punto de vista, se ha convertido Brasil, exhibiendo políticos de traje y corbata entre rejas.

Paraíso de Tuiuti, de su lado, abordará la abolición de la esclavitud, el racismo y los derechos de los trabajadores, cerrando su desfile con un vampiro con banda presidencial alusivo a Michel Temer, que emprendió una serie de reformas promercado desde que tomó el poder en 2016 tras el impeachment a Dilma Rousseff.

Portela, que compartió el título del año pasado junto a Mocidade, reflexionará sobre la inmigración con la historia de los judíos expulsados de Brasil que ayudaron a fundar Nueva York, en tanto que Mocidade tendrá un desfile inspirado en India.

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Otro de los puntos centrales de los desfiles será la seguridad, después de la accidentada edición del año pasado. Uno de los gigantescos carros alegóricos atropelló a varias personas en la pista, causando la muerte de una periodista, y el techo de otro camión cayó mientras varias bailarinas emplumadas bailaban en él.

Teóricamente, este año se intensificaron los controles y habrá tests de alcoholemia para los conductores de los carros.

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«No es no»

Entretanto, en las calles de Río, pero también en las ciudades de Salvador y Olinda, o en Sao Paulo, la fiesta de los «blocos» ya hace semanas que está en marcha con mucha música, cerveza y purpurina.

Los brasileños han demostrado un año más su enorme creatividad a la hora de hacer sus disfraces: si bien quienes no quieren romperse la cabeza compran diademas de unicornio, los más creativos han optado por vestirse de Bitcoin, del mosquito que está propagando la fiebre amarilla o de maletines llenos de dinero robado.

El gobierno, entretanto, distribuirá más de 100 millones de preservativos estos días, más de siete en Río.

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Y en pleno apogeo del #MeToo, las brasileñas crearon su propio lema contra el asedio en Carnaval: «Não é não» (no es no), que exhiben con calcomanías por el cuerpo.

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