Trump Grill, Trump Bar, Trump Ice Cream Parlor, Trump Store. Bienvenidos a la Torre Trump, un emblemático y opulento rascacielos situado en la Quinta Avenida de Nueva York, convertido en el cuartel general donde el próximo presidente de Estados Unidos compone su gobierno.
Este edificio de 58 pisos refleja los años dorados de la conquista inmobiliaria del magnate en Manhattan, entre 1979 y 1983. Además, fue el escenario desde donde lanzó en junio de 2015 su campaña para llegar a la Casa Blanca.
Desde su victoria, la Torre Trump se ha convertido en una de las paradas obligatorias de los turistas que visitan la ciudad, tanto para sus partidarios como para sus detractores.
Jeanne y Jerry Wagner, una pareja de Dakota del Sur (norte) fans del multimillonario republicano, recuerdan desde el Trump Bar lo mucho que han deseado conocer el rascacielos.
«Para mí, (Trump) se parece mucho (al ex presidente John F.) Kennedy, menos por la edad», afirma la mujer. «Creo que la mayoría de la gente ahora siente que representa la esperanza, en lugar de todas las cosas negativas» que se han dicho de él.
Unas mesas más lejos, dos hombres de negocios jóvenes y votantes del magnate aprovechan su pausa del mediodía para almorzar.
«Los neoyorquinos bajarán el nivel de las protestas», cuenta Elliott, uno de ellos. «Pero nunca lo adoptarán. Nueva York no es Estados Unidos!», exclama.
Desde hace una semana, miles de personas se concentran pacíficamente casi a diario frente al edificio para expresar su malestar y sus miedos por lo que deparará el gobierno de Trump.
La nueva función del rascacielos como cuartel general del presidente electo ha obligado a cortar dos de los cinco carriles de la famosa Quinta Avenida de la ciudad por medidas de seguridad.
Pero la entrada principal –repleta de policías y agentes del servicio secreto–, su cafetería Starbucks y las cinco primeras plantas siguen abiertas al público, que sólo debe someterse a un rápido control.
Las medidas de seguridad podrían cambiar sin embargo de aquí a la investidura el 20 de enero en Washington, porque la torre fue construida antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001 y del derrumbe del World Trade Center.
De momento sólo han sido cerradas las entradas laterales. Por una de ellas, la que da a la calle 56, entran y salen las personas que se reúnen con Trump y que quieren evitar a los periodistas que montan guardia en el vestíbulo.
La mayoría de visitantes son personas cercanas al magnate o candidatos a ocupar puestos clave en la Casa Blanca.
El alcalde demócrata de Nueva York, Bill de Blasio –que espera ser reelegido en 2017–, también acudió a la Torre Trump para advertir que su ciudad hará todo lo posible para proteger a los inmigrantes sin papeles que el magnate ha prometido expulsar en cuanto se instale en la Casa Blanca.
Trump, mientras, sigue parapetado en su edificio, donde también vive con su esposa Melania, la futura primera dama, y su hijo Barron, de 10 años.
La pareja comparte un lujoso departamento de tres plantas con privilegiadas vistas a Central Park, decorado al estilo Versailles y donde predominado el color dorado y las obras de arte.
El presidente sólo ha sido visto fuera de la torre una vez. El martes por la noche la abandonó con mucho sigilo para cenar con su familia en un restaurante.
Pero toda precaución para evitar a la prensa fue en vano: una reportera que estaba en el mismo local comiendo subió varias imágenes de la comitiva a las redes sociales y el secreto quedó destapado.