Hace unos días una amiga perdió un hijo que ella tuvo cuando era una adolescente y que no alcanzó a cumplir sus 30 años. Me quedé sin palabras ante el hecho de que en verdad uno no sabe qué decir o cómo orientar a un ser humano que esté pasando por un dolor de tal magnitud.
Le comenté a una persona que me sentía aturdida por la situación y me recomendó acudir a la psicóloga Dilenia Encarnación, especialista en duelo y pérdidas, pues quería indagar sobre la reacción de una madre o padre en ese momento.
Inició su explicación diciendo que la muerte de un hijo se vive como una crisis vital total en la que no hay palabras para describir este acontecimiento que deja a toda la familia devastada.
“Nunca se espera que un padre pueda enterrar un hijo incluso aunque el hijo esté enfermo, uno espera ver los hijos crecer, estudiar, graduarse, casarse, tener hijos antes de los padres morirse. A pesar de que hay tantas personas en nuestro alrededor nos sentimos tan solos. El sol pierde su brillo, el mundo pierde sentido, sientes que estás obligada a seguir viviendo en un lugar que no se parece al tuyo. Es como un huracán que pasó y arrasó con todo”, indicó la psicóloga, quien es autora del libro “Cuando la palabra no es suficiente”.
Llegó un momento en la entrevista en la que Dilenia manifestó a profundidad un hecho que ella misma vivió con un hijo y conmovida dice que luego de la pérdida “se espera que ese hijo o hija va a entrar por la puerta de nuevo. Muchas madres, padres dicen que lo más difícil fue dejarlo en el cementerio el primer día, para mí lo más difícil fue volver a entrar a su habitación. Cada quien empieza a llevar su dolor como puede, la culpa invade a los padres, hay un inmenso silencio, nadie quiere hablar de eso, no nos queremos enfrentar a tan grande realidad”.
El proceso de duelo de la pérdida de un ser querido de este nivel conlleva etapas como la negación, la ira, la negociación, la depresión y aceptación. En el caso de Dilenia, su proceso fue parecido a las fases que describe la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross.
La situación lleva a la persona a seguir y a sanar. Es un proceso que depende de factores como: duelos sin resolver, cómo fue la muerte, la edad, la capacidad de afrontamiento, el vínculo que se tenía y si en el proceso hay otras pérdidas.
Otras circunstancias que suceden son: la persona se siente espiritualmente afectada; tiene alteraciones físicas como vacío en el estómago, opresión en el pecho, molestia por el ruido, falta el aire, palpitaciones, dolor de cabeza, resequedad de la boca, etc. También hay cambios conductuales como insomnio, problemas alimenticios, conducta distraída, aislamiento social, buscar o llamar en voz alta o por teléfono al fallecido, atesorar sus cosas, llorar y suspirar.
Hay variaciones en lo afectivo (emociones y sentimientos), lo cognitivo (la memoria) y pueden suceder alucinaciones visuales o auditivas. La especialista en Duelo indica que se dificulta mantener la unión matrimonial, pues luego del acontecimiento entre un 80 a 85 % de las parejas se divorcian.
Testimonia que “llegué a llamar a mi hijo por teléfono estando consciente que estaba muerto, oh Dios que terrible… sufrí fobia social, le cogí miedo a todo, en fin fue devastador”.
La especialista informó que todas estas emociones y situaciones son normales en un proceso de duelo. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM IV) si pasan más de doce meses con síntomas intensos, se puede ir pensando en un duelo complicado.
“Lo más grave para mí es cuando intentan suicidarse porque no ven su vida sin esa persona, se refugian en el alcohol o en sustancias prohibidas para mitigar el dolor. En la muerte de un hijo hay que buscar ayuda lo más pronto posible, porque esto puede evitar caer en una depresión clínica y en estos vicios ya mencionados más arriba”, asesoró.
A raíz del COVID-19 se están viviendo muchos duelos por muertes ambiguas, ya que los familiares no pueden llevar a cabo el funeral del ser querido. Los funerales y los rituales son muy importantes para poder empezar el duelo, despedirse de esa persona y empezar aceptar la realidad de la pérdida.
“Esto como consecuencia va a traer duelos complicados que, de por sí ya lo son, y posiblemente depresión clínica y se tendrá que medicar a muchas personas para poder llevar la situación. Me preocupa porque no veo que se estén implementando políticas de prevención para apoyar la población en esta condición de pérdidas, sólo nos estamos concentrando en el COVID-19, también debemos concentrarnos en la consecuencia que traerá esto para la salud mental”, concluyó.
En este proceso, Dilenia comenta que lo más importante es la unión familiar. La persona que pasa por esto ha avanzado en el proceso cuando llega el momento en que se da cuenta que está en paz. Al final, “se siente que está bien espiritualmente. Te reconcilias con Dios”.l