Un grupo internacional de investigadores liderados por la Universidad de Múnich ha descubierto que una proteína relacionada con la inflamación del cerebro ayuda a retrasar la progresión del Alzheimer, lo que abre una nueva vía para desarrollar terapias que mejoren la vida de los pacientes.
El científico Marc Suárez-Calvet, uno de los autores del estudio e investigador del Barcelonaßeta Brain Research Center de la Fundación Pasqual Maragall, ha explicado a Efe que se trata de la proteína TREM2 que se expresa en las células microglía, las defensas del cerebro.
Cuando se produce un daño en este órgano -como el causado por el Alzheimer- se desencadena una reacción inflamatoria en la que están involucradas este tipo de células para tratar de contenerlo.
El estudio, publicado en la revista Science Traslational Medicine, ha podido esclarecer que la inflamación mediada por la proteína TREM2 tiene un efecto beneficioso para el curso de la enfermedad, de modo que potenciarla puede ser una manera de ralentizar su progresión.
No obstante, Suárez-Calvet ha admitido que la cura del Alzheimer “todavía está lejos” pero que “es factible modificar el curso de su evolución”, por lo que el siguiente paso será crear fármacos “que hagan la función de la proteína TREM2”.
Y aunque ello puede llevar algunos años, este descubrimiento permite “definir una diana terapéutica muy valiosa”, así como corroborar que estos medicamentos deberán emplearse en las fases más iniciales de la enfermedad, ha indicado el investigador.
Además, el hallazgo pone fin a una “controversia” instalada en el seno de la comunidad científica sobre los beneficios o perjuicios “del papel de la inflamación y las respuestas inmunitarias” y demuestra que los pacientes que tienen niveles más altos de TREM2 presentan un mejor pronóstico.
Para llegar a esta conclusión, han medido las proteínas de personas en fases muy iniciales de la enfermedad, a las que han seguido durante once años y medio hasta detectar que aquellas con mayores niveles de dicha proteína “empeoraban cognitivamente de forma más lenta”.
“Esto puede servir para hacer más investigación e intentar predecir la evolución de los pacientes en estadios iniciales”, ha destacado Suárez-Calvet, quien ha agregado que ya es posible predecir qué personas tienen mayores probabilidades de desarrollar la enfermedad.
Un hecho que se logra analizando el líquido cefalorraquídeo para detectar la proteína amiloide, la que se deposita en el cerebro de los enfermos de Alzheimer y cuyos primeros síntomas pueden tardar hasta 30 años en manifestarse.
Además, a juicio del investigador, “las enfermedades neurodegenerativas son el gran reto de la medicina y su asignatura pendiente”, pues en los últimos años no se han producido tantos avances como en relación al cáncer o al VIH.
“El cerebro es extremadamente complejo y las enfermedades neurodegenerativas no empiezan de forma repentina sino que tienen un curso muy largo y lento por lo que son muy difíciles de estudiar”, ha detallado.
Actualmente, el Alzheimer es la causa de demencia más habitual y afecta a 46 millones de personas en todo el mundo, una cifra que podría triplicarse hasta 2050 si no se encuentra la forma de curarla.
Asimismo, según datos de la Fundación Pasqual Maragall, una de cada diez personas mayores de 65 años sufre Alzheimer y su impacto se ha ido incrementando a medida que ha ido creciendo la esperanza de vida de la población.