El big data nació por la gran proliferación de sensores existentes, por el aumento de la velocidad para transferirlos y la capacidad computacional para manejarlos, además del abaratamiento de los costes de todo el proceso. Gracias al big data podemos visualizar en qué posición se encuentran todos los aviones que sobrevuelan el planeta a cada instante. U ofrecer a cada internauta productos basados en sus propias búsquedas de Google. O allanar el camino para ganar unas elecciones conociendo los mensajes que mejor llegan al electorado en cada momento.
Pero más allá del big data, llega un concepto que supera al anterior, el smart data. Si el big data gravita sobre cuatro uves (el volumen de datos, la velocidad con la que se toman y transfieren, la variedad de fuentes y la veracidad), el smart data añade una uve más: el valor que producen para tomar decisiones y ejecutar acciones en consecuencia. ¿Qué ejemplos podemos poner de ello? Las smart tv con pocos datos pueden hacernos propuestas a nuestro gusto basándose en nuestros visionados anteriores, o las smart cities, en las que la recogida de datos permite optimizar servicios como el uso de agua o electricidad y mejorar el mantenimiento.
Resultados
En el smart data lo primero no es recopilar información, ni poner el foco en la tecnología, sino enfocarse en resolver el problema. Es una disciplina pensada desde el primer momento para alcanzar resultados concretos. Según varios expertos, con el boom del big data muchas empresas e instituciones apostaron por estas técnicas sin necesidad real. Después, esos departamentos no sirvieron para mucho, muy poco smart. “Los datos en sí mismos no son dinámicos. Ni inteligentes. Son estáticos. Son necesarias las preguntas correctas para hacerlos dinámicos. Es necesario saber qué se espera de la información de la que se dispone”, escribe Lissa Coffey en la web de la Initiative on Digital Economy del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). La aplicación del smart data se hace de manera multisectorial. Podría pensarse que solo lo utilizan compañías tecnológicas, pero también tiene gran utilidad en sanidad, marketing, recursos humanos, etc.
Las empresas, también las pymes, pueden utilizar el smart data para fidelizar a sus clientes con productos u ofertas personalizadas: por ejemplo, un supermercado que utiliza datos sobre las preferencias de un cliente, basados en su registro de compras (es vegano, o celíaco, o le gusta el dulce) para hacerle las ofertas que más le puedan interesar. En sanidad, los datos permiten a los médicos tener un mejor conocimiento del estado de salud del paciente y realizar diagnósticos y tratamientos más precisos.