Hace seis décadas, Singapur era un país pobre, con altas tasas de desempleo y una estructura productiva casi nula, pero hoy se puede colgar la medalla de ser lugar en el que más aumentó la riqueza en el último medio siglo. Tiene uno de los PBI (producto bruto interno) per cápita más altos del mundo, cuenta con el mejor sistema educativo y disfruta del más avanzado servicio de salud.
Como la mayoría de las economías que han logrado progresar, Singapur tomó la decisión en su momento de delinear un plan a largo plazo, basado en una serie de reformas fundamentales y en el compromiso de sostener su rumbo en el tiempo, sucediera lo que sucediera. La fórmula tuvo tanto éxito que hoy este pequeño país insular es reconocido como uno de los cuatro «tigres asiáticos», junto con Corea del Sur, Hong Kong y Taiwán.
Natalia Motyl, economista de la fundación Libertad y Progreso, destaca que las reformas iniciadas en la década de los sesenta permitieron que, entre 1976 y 2014, Singapur creciera a un 6,81% por año, algo que no logró ningún otro país en el mundo. «Su política se centró en cuatro ejes: lucha contra la corrupción, libertad económica, reforma del sistema de salud y reforma educativa», especifica la especialista.
Cuando se le pregunta cuál fue la clave del éxito, Motyl responde: «Tener una visión orientada a la libertad económica. Lee Kuan Yew fue su primer ministro desde 1959 hasta 1990. En materia social, las libertades individuales se encuentran tremendamente coartadas, pero a nivel económico Lee logró convertir a Singapur en un país profundamente capitalista y de los más competitivos del mundo».
Vista panorámica del distrito financiero de Singapore. Foto: Getty Image. Ver fotos
Vista panorámica del distrito financiero de Singapore. Foto: Getty Image.
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Las políticas económicas orientadas al libre mercado y al respeto de la propiedad privada y los contratos tuvieron como eje la drástica reducción de la presión fiscal, la baja del gasto público, la apertura comercial y la aplicación de la noción de competencia de mercado para todas las empresas, sostienen quienes defienden el modelo.
Los impuestos en este país, que se independizó de Malasia en 1959, son muy bajos. Por ejemplo, el impuesto a la renta (equivalente al impuesto a las Ganancias que rige en la Argentina) es 0% para los ingresos inferiores a US$20.000 anuales y solo llega al 20% en aquellos ingresos que superen los US$320.000 por año.
Además, se redujo el gasto público de manera considerable. «Hoy, representa solo el 14% del PBI [en la Argentina es 47%] y el peso del sector público no supera el 5%. Por otra parte, en materia comercial, el 99% de las importaciones se encuentran exentas de impuestos y los aranceles al comercio exterior bajaron al 0,5%», explica Motyl. ¿Resultado? Tiene un superávit comercial más grande que el de Alemania.
Pero, ¿cómo se vive hoy en este país que alberga a 5,6 millones de habitantes? Henry Sraigman, un argentino que trabaja allí en la industria blockchain, empieza su descripción por lo gastronómico. «Los hawker centers, que son como unos patios de comida que comparten mesas llenas de puestos locales, sin aire acondicionado en un país con clima tropical y caluroso, son muy baratos: por 6 o 7 dólares se puede comer un arroz con pollo singapurense, algún curry indio o dumplings chinos», detalla.
Ahora, si se opta por la comida occidental, la ecuación cambia, porque es carísima. «Un menú con ensalada y bebida, algo muy básico, puede costar 25 dólares singapurenses (0,73 dólar estadounidense). En un lugar lindo estilo Palermo sale 40 dólares. Una hamburguesa o una pizza es una comida de lujo para los lugareños», comenta Sraigman.
Hay que tener en cuenta, además, que Singapur no es productor de alimentos, así que todo lo que se encuentra en el supermercado es premium e importado, en general desde Australia o Malasia. «Un yogur chico cuesta 2,20 dólares singapurenses, mientras que el litro de yogur cuesta 6 dólares. Algo carísimo: el helado. Un pote de Ben and Jerrys cuesta 16 dólares singapurenses cuando, por ejemplo, en Estados Unidos vienen dos potes por 5 dólares», especifica Sraigman.