Jaume V. empezó a consumir pasta base ya mayor. Tenía unos 47 años y había sido director general de varias empresas. Su negocio se fue al garete, sufrió un divorcio y comenzaron los problemas. Se juntó con quien no debía y su vida se fue por el desagüe lentamente. Giovanna Valls (París, 1963) pasó en pocos años de esnifar una raya de heroína en una fiesta de París a encontrarse tirada en el antiguo barrio de Can Tunis de Barcelona mientras alguien le pinchaba el brazo. Durante su caída malvivió robando en centros comerciales, contrajo el virus del SIDA, la tuberculosis y hepatitis. Y cuando en 2004 alguien debía estar ya grabando el nombre de ambos en alguna lápida del cementerio de Barcelona, sus vidas se cruzaron en un pequeño pueblo del Amazonas junto al río Mapiá. Agotadas todas las vías tradicionales de rehabilitación, decidieron formar parte de un tratamiento experimental para tratar las adicciones a través de la ayahuasca. Durante 8 meses estuvieron consumiéndola de forma controlada con un grupo de indígenas y otros pacientes de España. Debieron de intervenir muchos factores, pero los dos se salvaron.
Desde entonces, Jaume y Giovanna, escritora y hermana del Primer Ministro francés Manuel Valls, toman ritualmente y de forma periódica esta droga visionaria cuyo uso se ha disparado en los últimos años en Occidente –normalmente son perfiles socioculturales altos- con el aumento de corrientes espirituales como la meditación. La ayahuasca es una suerte de infusión que resulta de la decocción de una liana amazónica llamadaBanisteriopsis Caapi con otras plantas que pueden contener DMT, el elemento químico que produce las visiones. Por separado no tienen ningún efecto, pero juntas inducen estados de conciencia alterada que iglesias amazónicas como el Santo Daime utilizan con fines religiosos o espirituales.
Sin embargo, más allá de la esfera ritualista –cada fin de semana puede encontrarse en Madrid o Barcelona una ceremonia- deja al descubierto lugares de información del inconsciente y áreas del cerebro que facilitan algunos tratamientos psiquiátricos como las adicciones, la depresión y el estrés postraumático. Las últimas investigaciones, en gran parte realizadas en España –donde su consumo transcurre en un vacío legal-, han abierto la exploración por vía científica de esta sustancia.
Josep Maria Fábregas, psiquiatra experto en adicciones y director de la clínica CITA (Centro de Investigación y Tratamiento de las Adicciones), descubrió la planta hace más de dos décadas durante una estancia en la selva amazónica. Y aquello derivó en importantes estudios publicados en revistas como Drug and Alcohol Dependence o Plos One sobre sus usos terapéuticos. “En la clínica Cita nunca hemos utilizado esta sustancia. Pero mis estudios personales en el Amazonas me permitieron observar que tenía aplicaciones para casos refractarios a terapias convencionales. De una manera muy artesanal introdujimos la posibilidad de que pudiera convertirse en una opción terapéutica. Los resultados nos animaron más y se acabó creando una estructura profesional donde poder utilizar esas capacidades”, señala. Así se creó Ideaa (Instituto de Etnopsicología Amazónica Aplicada), una suerte de clínica/campamento en plena cuenca del Amazonas donde unos 150 pacientes -Valls escribió ahí Aferrada a la vida (RBA, 2014), un libro sobre su experiencia– pasaron temporadas recibiendo una terapia alternativa. “Fue la herramienta que me hacía falta después de tantas clínicas y desintoxicaciones. Me abrió el cerebro en canal y me hizo verme a mí misma y poder empezar por el perdón”, señala Valls en el jardín de su casa de Barcelona.
Los resultados en el resto de pacientes fueron “muy alentadores”, según Fábregas. Pero no hay datos precisos sobre el porcentaje de éxito. Jaume Vidal recuerda como 14 de las 16 personas que convivieron con él durante tres meses hace 10 años han recuperado una vida normal lejos de la adicción (uno de ellos murió y al otro le perdió la pista). “En psiquiatría utilizamos fármacos de hace 60 años. El Prozac lleva 40 años en el mercado, el Valium 60… Seguimos tratando síntomas y siendo incapaces de modificar situaciones de base. Las sustancias visionarias podrían ser una opción para ello. Hoy en día se están iniciando en muchos países estudios para la implementación de esas técnicas como terapia”.
Jordi Riba, doctor en farmacología y responsable del grupo de Neuropsicofarmacología del Instituto de Investigación Hospital de Sant Pau, lleva 20 años estudiando la Ayahuasca. Acaba de colaborar en un estudio publicado en la Revista brasileña de psiquiatría en el que se administró esta sustancia a pacientes con casos de depresiones refractarias a tratamientos convencionales. Los fármacos tradicionales tardan dos o tres semanas, en este caso tras una dosis única a las pocas horas ya se vio una notable mejoría que se mantuvo hasta los 21 días. A la vista de estos resultados, también se han empezado a utilizar en casos de estrés postraumático y en rehabilitación de presos en las cárceles brasileñas.
Parte de la explicación a estos resultados es que el alcaloide principal de esta mezcla accede al cerebro y se une a unas proteínas que están en algunas neuronas. Ahí activa determinadas áreas del cerebro situadas en la frontera entre la parte emocional y la cognitiva. Eso se traduciría en la capacidad de recuperar recuerdos con un alto contenido emocional y poder observarlos con una cierta distancia. “Obtuvimos una imagen de activación del cerebro en el córtex frontal, la amígdala y el hipocampo. Estas áreas se encargan de procesamiento emocional, de la memoria y de la interrelación de la información emocional con la cognitiva. Y durante los efectos, según pudimos ver en los escáneres antes y después de las sesiones, se produce un aumento de transferencia de información entre estas áreas”, señala Riba.
La Ayahuasca no es una droga recreativa. Según el último estudio del psicólogo y doctor en farmacología José Carlos Bouso, la edad de inicio se produce alrededor de los 35 años y no se buscan sensaciones nuevas, sino más bien respuestas a traumas o problemas mal resueltos. Pero los efectos de la Ayahuasca son muy potentes. Es imposible tomar esa sustancia sin alguien que supervise la experiencia. Hasta ahora, las escasas muertes que se han registrado nunca han sido por sus efectos, sino por accidentes derivados de haberse consumido en un entorno que no fuera seguro. “En Sudamérica también ha habido algunos casos de intoxicación, pero es difícil saber qué ingirió exactamente. También puede haber interacciones peligrosas con otros fármacos que alguien puede estar consumiendo. Se han descrito reacciones de miedo y pánico durante la experiencia. Además, hay un cierto incremento de la presión arterial y la frecuencia cardiaca, así que alguien que padezca del corazón no sería recomendable que la tomase”, advierte Riba.
Fuera del entorno científico, el uso de la ayahuasca presenta muchas ambigüedades legales. La ONU, a través de La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), no la regula. Sin embargo, sí penaliza la DMT, la sustancia que contiene. Francia es el único país del mundo donde se prohíbe, no por sus efectos sino por su vinculación a una secta. En países como Brasil, EE UU y Holanda, está reconocida por su uso religioso y en la mayoría, como España, se encuentra en situación de vacío legal. Justamente, desde 2009 ha habido unas 40 detenciones, fruto de haber interceptado en aduanas españolas recipientes con esta sustancia. Sin embargo, solamente una de esas imputaciones ha terminado en condena (al alcanzarse un pacto con el fiscal para no ingresar en prisión). La mayoría de veces se trata de gente que quería hacer una ceremonia y la policía interviene el envío y se presenta en sus domicilios como si fuera un empleado de Correos. Al firmar el paquete, queda detenido.
Una ceremonia -Cataluña es uno de los epicentros en España- consiste en un encuentro de gente de mediana edad, muchas veces todos vestidos de blanco, reunidas cualquier fin de semana para tomar esta infusión. Generalmente hay un guía (muchos vienen un tiempo expresamente para oficiarlas) que dirige el ritual y algunos de los asistentes que vigilan que todo el mundo esté bien (los llamados fiscales). Los participantes cierran los ojos y permanecen unas 6 horas haciendo el trabajo sin hablar con nadie. Benjamin De Loenen es el director ejecutivo de ICEERS, una fundación promueve la investigación de plantas con propiedades psicoactivas de uso tradicional y su potencial integración como herramientas terapéuticas. “El uso de ayahuasca en España lleva unos 25 años, no es nuevo. Pero ahora se ha vuelto más conocido. Hay un interés en hacer trabajos [así se llama una sesión] de autoconocimiento y acuden cada vez más a estas ceremonias. Pero siguen siendo grupos privados donde la gente participa. No hay demasiado fenómeno comercial”. El avance significativo, sin embargo, se ha producido en su vertiente médica y farmacológica. Y sobre todo, en la extraña circunstancia de que una droga ancestral amazónica penetre en la Europa del siglo XXI.
msn