“Espero que ría la luz de tu vuelta;
en la epifanía de ti forma esbelta
cantará la fiesta en oro mayor.
Balarán mis versos en tu predio entonces,
canturreando en todos sus místicos bronces
que ha nacido el Niño-Jesús de tu amor”.
Nochebuena, César Vallejo
Según la tradición cristiana, el Belén o Nacimiento fue recreado por primera vez en vivo por San Francisco de Asís, una Nochebuena de 1223, en una ermita del pequeño pueblo de Greccio, Italia.
Francisco quiso sacarlo de los frescos, donde ya era conocida la escena de La Natividad. Pidió permiso al Papa Honorio III y llevó a la misa de esa noche, un asno y un buey vivos. Tomó un bebé en sus brazos y solo hasta que consiguió dormirlo, lo puso en lo que parecía una cuna hecha de paja. Desde entonces, esta práctica se hizo popular, y trascendió aquel humilde poblado que tanto quería Francisco. El Belén o Nacimiento viviente llegó incluso a ser considerado una forma de evangelizar a los creyentes.
Ciertamente, no hay manera de no relacionar el Nacimiento con el cristianismo, y más con la denominación católica. Sin embargo, detrás de las creencias que representa, su riqueza artesanal y artística también define tradiciones populares de los pueblos: “una de las expresiones, tanto de arte popular como arte culto (o viceversa), es precisamente la representación del Belén, que nosotros conocemos más con el nombre de Nacimiento”.
La afirmación es del historiador Manuel García Arévalo, quien, a través de la Fundación García Arévalo, editó el libro El Nacimiento en el Arte Popular, en un intento por: “hacer una síntesis de una de las manifestaciones de la religiosidad popular o folclore religioso más extendida en el ámbito del cristianismo”, resalta García en la nota introductoria de dicho texto.
Para García Arévalo los grandes artistas, sobre todo durante los siglos XVI, XVII y XVIII, se inspiraron “en ese hecho tan relevante, como fue la presencia de Dios hecho hombre para integrarse al género humano, a través del niño Jesús”, y crearon piezas emblemáticas y de riqueza para el arte en sentido general.
Esa riqueza se ve reflejada en obras como las del pintor Pieter Paul Rubens (Alemania, 1577), considerado uno de las figuras más influyentes en el barroco flamenco, que creó “La Adoración de los Reyes Magos”; o la “Adoración de los Pastores”, de Rembrandt (Holanda, 1606).
En su momento, cada país, cada período histórico y social, cada cultura, ha diseñado a su estilo, con sus recursos, su propia versión de los belenes, dejando en su impronta una herencia para las generaciones futuras. García Arévalo explica además de esta manera: “Yo creo que los belenes expresan fundamentalmente el perfil etnográfico, porque los pueblos tratan de representar a la Sagrada Familia y la imagen del Niño Jesús e incluso las vestimentas, de acuerdo a sus tradiciones y particularidades raciales, de tal manera de apropiarse un poco del misterio de la Navidad… por lo que es una fuente artesanal de primer orden”.
Más allá de la costumbre cristiana
Varía según el país. En República Dominicana, junto con la llegada del béisbol invernal y la salida al aire del especial radial “Cima Sabor Navideño”, se anuncia la proximidad de la Navidad, y eso significa, en muchos hogares, empezar a colocar los adornos que caracterizan esta festiva temporada, siendo los belenes uno de ellos.
Es una tradición que sigue un pueblo considerado católico, más allá de la firma del concordato. Sino porque aquel que es creyente en Dios, pero no va a ninguna iglesia, suele apuntarse entre sus filas. Por eso, bajo la falda del arbolito, colocan un pesebre, como un accesorio para embellecer o un signo que expresa su fe.
¿Cómo explicar, entonces, que el Nacimiento, puede verse como algo más que un signo de la fe de los cristianos? “El arte tiene un sentido universal y en cualquier manifestación se aprecia”, me responde reflexivo el también escritor y empresario Manuel A. García Arévalo. No niega que el simbolismo iconográfico que tiene la Navidad para el cristiano tiene mucho más sentido que para el que no lo es, pero que, de todas maneras: “las obras maestras y la calidad artística que se han logrado con el tema de la Navidad, tienen en sí mismo, un valor estético y artesanal de gran relevancia. El ver como un pueblo expresa su fe, siempre es un acto muy sensible”.
Cita un ejemplo personal, dejando entrever un llamado a la tolerancia si nos concentramos en lo positivo: “tengo mucha deferencia por la forma en que los musulmanes guardan su costumbre religiosa y el celo que tienen por ella. Creo que estamos en un punto en el que cada quien tiene que respetar las costumbres ajenas, y en el caso de la Navidad, lo que más vale, es la capacidad que tienen los pueblos cristianos para manifestar su alegría, e incluso, integrarse en la escena pascual en base a recrear el ambiente de las aldeas, el folclore nacional”.
Un amor heredado
García Arévalo es un admirador de los belenes desde que era un niño. Se lo debe especialmente a su madre, que ‘montaba’ uno desde que se avistaba diciembre. A él le tocaba tintar de verde “el papel que formaba la corteza imitando el suelo de palestina”. Además, recuerda que sus padres lo llevaban a las principales iglesias de la zona colonial, para que viera los belenes que armaban las religiosas, que consideraba “verdaderas obras de arte”.
Creció muy tocado por aquella costumbre. Pero al adentrarse en la investigación que da a luz un libro de colección, hermosamente ilustrado con gráficas de belenes de varios estilos, hubo algo que atrapó poderosamente su atención, y que ya nos ha mencionado: la diversidad expresiva. “Encontré cómo los pueblos incorporan sus tradiciones, su perfil racial, sus modas, a la escena de la Sagrada Familia, y recrean así la Natividad y la Epifanía. Y cómo a través de esas creaciones artesanales, se vuelve universal”.
A dondequiera que se sembró esta semilla, floreció según la naturaleza de suelo que le acogió.
Es cierto. América y el Caribe heredaron de los europeos la fe católica. De la misma manera, se transmitieron las costumbres sobre el uso de los belenes o nacimientos. Es por eso que, desde el punto de vista histórico, y por su naturaleza, sean los más destacados: “Los belenes más importantes que se han hecho, desde el punto de vista estético, son los napolitanos. En Nápoles, hay una gran tradición belenística desde el Siglo XII y XIII; y cuando Carlos III, Rey de España (que antes fue Carlos I de Nápoles), hizo una gran Belén y se lo llevó a España. Esto motivó que, en España, se creará en torno al Belén (que se llamaba el Belén del Príncipe, porque era hecho para los Siglos del Rey), una tradición inspirada en los grandes maestros belenistas napolitanos. En España hay varias escuelas: la murciana y catalana, y durante los Siglos XVI y XVII, se destacaron también las escuelas madrileñas y sevillanas”.
Sin embargo, la diversidad se ha adueñado de las formas, de su construcción, sin desvirtuar su esencia. En América, García Arévalo destaca los belenes de México. “Son extraordinarios”, asegura, porque “allí se mezcla la artesanía indígena con el colorido del barroco americano”. También llama la atención sobre los que hay en Perú, tanto en Lima como en el Cusco; lo mismo lo tiene Quito. Y continúa: “Para mí una de las navidades más expresivas que tiene América Latina, está en Puerto Rico, tanto por el aguinaldo, que tiene una música maravillosa, como la tradición de santos de palo. En PR hay toda una tradición de belenes y los tres Reyes Magos (en tallas de madera muy expresivas), por la gran vinculación, de casi cuatro siglos que tuvo puerto rico con España. La tradición de los reyes magos ha perdurado a pesar de la competencia que le hace nuestro querido Santa Claus”.
García Arévalo señala que los belenes dominicanos se nutren de los tríos de merengue, las barrenderas, la marchanta, el cargador de leña, las tinajas que son las aguateras… “En la colección de la Fundación García Arévalo tienen un belén que están integrados por imágenes taínas, como una manera de universalizar el sentido de la Navidad”.
Materiales podemos encontrar belenes en el país.
Se hacen de pasta, de madera, algunos se visten con ropajes de la época, por lo que usa tela. Semillas típicas del país, el barro, varios tipos de piedras blandas para tallar. Aquí tenemos en el caso en santo Domingo que tallan, belenes de paja, en mazorca de maíz, de lata, de porcelana, de cristales finos, fundamentalmente italianos y alemanas. Hay una línea que es valiosa y costosa, pues algunos cuestan mucho.
Una costumbre que va quedando en el olvido
El Nacimiento también ha sido “víctima” de la evolución. Y usamos la palabra víctima, porque han visto pasar muchos cambios sociales y culturales, y quizá, no ha tenido la capacidad de adaptarse a dichos cambios, y han ido perdiendo el valor que tenían en antes.
“Hoy vivimos una sociedad muy materializada, con menos espiritualidad, no es que se sea menos creyente, pero en definitiva estas manifestaciones no tienen la vigencia que tenían en años anteriores”, dice con cierto pesar Manuel García Arévalo.
Podría resultar curioso, sin embargo, que en Europa el belenismo “se mantenga con mucha fuerza”, según afirma nuestro entrevistado, cuando “le lleva la milla” en cuanto a avances y desarrollo se refiere, a los países de América Latina y el Caribe donde, por el contrario, se ha ido diluyendo poco a poco esta costumbre.
Para Arévalo, que en los museos de arte popular en España se conserven belenes del Siglo XVII y XVIII, es evidencia de que mantienen vigencia y con el tiempo, es posible que se vayan renovando” ¿Qué hace falta? “Que surja una nueva creatividad”, responde sin dudarlo. Y añade: “En la medida en que nazca nuevos medios de expresión y con la integración de nuevos materiales (como el plástico, que los ves y parecen cristal de roca), se va a ir renovando el belén.
Otras de las razones por las que entiende se ha ido perdiendo la tradición del montaje del Nacimiento, es que las casas tienen el espacio más limitado que antes, limitándose únicamente a la Sagrada Familia.
Arévalo se mantiene positivo y cree que esta reducción en los espacios ha revolucionado el uso del Belén: “porque, en definitiva, el folclore nunca muere; el folclore evoluciona.
Lo que hace falta…
El interés de esta fundación, creada en el 1971, se centra en el desarrollo de la artesanía nacional y, para su fundador: “el belén es una excelente vía para que diferentes manifestaciones artesanales tengan verdaderamente una fuente de inspiración, y de producción y venta, durante la época de Navidad”. Esa es la razón por la que han querido fomentar el belenismo en el país: “Para que los artesanos dominicanos tengan la oportunidad de mostrar su creatividad y mejorar sus ingresos”.
Arévalo es firme al pensar que es una excelente fuente de empleo que genera fondos sin mayores inversiones en infraestructura, ya que una persona puede trabajar la artesanía desde su casa: “Si le enseñas a hacer cosas que además tengan mercado, puedes poner a trabajar personas a un nivel económico desde el punto de vista de presupuestos en infraestructura.
Como en todo, falta voluntad, entidades que apoyen la artesanía criolla y más espacios que sean destinados a la formación de artesanos.