Este martes el papa Francisco publicó el primer libro como pontífice. El nombre de Dios es Misericordia es un libro-entrevista con fuerte tinte religioso, en el que el Sumo Pontífice aboga por una Iglesia menos rígida y más abierta a todos, incluidos los homosexuales y los divorciados.
En la publicación, basada en una entrevista realizada por el vaticanista italiano Andrea Tornielli, el Papa cuenta anécdotas y numerosos recuerdos personales.
El nombre de Dios es Misericordia fue publicado por Editorial Planeta y lanzado simultáneamente en 86 países. Además, fue traducido a 20 idiomas, entre ellos español y portugués.
Con un lenguaje claro y simple, en 120 páginas Francisco habla con el experto del diario La Stampa de temas controversiales como los homosexuales, los divorciados que se vuelven a casar y la corrupción, entre otros.
También aborda asuntos religiosos como la confesión, el pecado y sobre todo la misericordia, el concepto de perdón y reconciliación con el que el Papa pretende que se identifique su pontificado.
«En este libro cuento experiencias de mi vida», explicó el lunes el Sumo Pontífice al recibir a los representantes de la editorial Mondadori, entre ellos Marina Berlusconi, hija del ex primer ministro y multimillonario Silvio Berlusconi.
El texto, en el que Francisco confiesa que se siente ante todo un pecador, resume la original mirada del papa latinoamericano, con la que quiere cambiar la milenaria institución, anquilosada respecto de los cambios que vive la sociedad moderna, según consigna la agenda AFP.
«La Iglesia no existe en el mundo para condenar, sino para favorecer el encuentro con ese amor visceral que es la misericordia de Dios. Para que eso ocurra hay que salir, salir de las iglesias y de las parroquias», repitió el papa argentino, casi como si fuera el lema de su pontificado.
Repartido en diez capítulos, el libro, que se lee «en quince minutos, como llevar a Francisco en el bolsillo», aseguró el cómico y actor italiano Roberto Benigni durante la presentación en Roma, aborda también el tema de la homosexualidad tras su famosa frase, pronunciada durante la conferencia de prensa en el vuelo de regreso de Río de Janeiro: «‘¿Quién soy yo para juzgarlos?».
«En primer lugar, me gusta que se hable de ‘personas homosexuales’: primero está la persona,con su entereza y dignidad. Y la persona no se define tan sólo por su tendencia sexual: no olvidemos que somos todos criaturas amadas por Dios, destinatarias de su infinito amor», apuntó.
Interrogado sobre su experiencia como confesor de homosexuales, Francisco defendió el principio de que los gays no sean discriminados en la Iglesia.
«Yo prefiero que las personas homosexuales vengan a confesarse, que permanezcan cerca del Señor, que podamos rezar juntos. Puedes aconsejarles la oración, la buena voluntad, señalarles el camino, acompañarlos», comentó.
El pontífice denuncia también viejas actitudes de los curas, fustiga la curiosidad «malsana» de algunos confesores, denuncia la corrupción.
Durante la conversación narra ejemplos concretos, vivencias y casos de su natal Argentina, como el del sacerdote que le llegó a pedir a una señora 5.000 dólares para obtener la nulidad del matrimonio y la de otro que se negó a oficiar el funeral de un niño que había muerto sin ser bautizado.
Cuenta también el caso de una sobrina suya que se casó civilmente con un hombre antes de que éste obtuviera la nulidad matrimonial, un tema que divide a la jerarquía de la Iglesia.
«Querían casarse, se amaban, querían hijos y han tenido tres. El tribunal le había asignado a él también la custodia de los hijos que tuvo en su primer matrimonio. Este hombre era tan religioso que todos los domingos, yendo a misa, iba al confesionario y le decía al sacerdote: ‘Sé que usted no me puede absolver, pero he pecado en esto y en aquello otro, deme una bendición’. Esto es un hombre formado religiosamente», recalcó.
Como un simple cura de la periferia, Francisco desea llegar a todas las almas, dentro y fuera de la Iglesia, a pobres, marginados, prostitutas, desorientados, homosexuales y divorciados, para darles un mensaje de paz y amor, de misericordia.
«Necesitamos misericordia. Debemos preguntarnos por qué tantas personas, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos de cualquier extracción social recurren hoy a los magos y a los quiromantes», se interroga el Pontífice, quien reconoce: «Hoy se busca la salvación donde se puede».