La Cumbre de París ultima el primer acuerdo global contra el cambio climático. El borrador de texto presentado este jueves, se parece cada vez más a un acuerdo. Los corchetes (que indican los puntos de discrepancia) y las opciones abiertas se han reducido considerablemente, con lo que el pacto está más cerca tras dos décadas en las que no se ha conseguido cerrar un tratado efectivo para atajar el calentamiento global. Sin embargo, la presentación del proyecto de acuerdo se ha retrasado del viernes al sábado por la mañana, según ha informado Laurent Fabius, ministro francés de Exteriores y encargado de dirigir las negociaciones, que no ha precisado los motivos de la demora.
Anoche todavía existían discrepancias en diferenciación, un concepto por el que los países desarrollados deben asumir mayores esfuerzos que el resto. Esas diferencias se centran en la financiación que los países ricos tendrían que aportar para que los más pobres puedan adaptarse y luchar contra el cambio climático. «Estamos muy cerca», aseguró Fabius la noche del jueves. al viernes.
El último borrador del acuerdo diluye las metas concretas de reducción de emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Del texto se han eliminado las opciones que fijaban en 2050 recortes de entre el 40% y el 95% de las emisiones respecto a 2010. Ahora, se apuesta por una fórmula menos concreta: lograr la «neutralidad de las emisiones en la segunda mitad del siglo». Se reconoce también que se debe alcanzar un pico en las emisiones -para lo que los países en vías de desarrollo tendrán más tiempo-, para luego empezar a reducirlas. Esta es la fórmula por la que apuesta China, que prevé aumentar sus emisiones hasta 2030.
La eliminación de los recortes concretos en 2050 y del concepto «descarbonización» es una pelea que han librado principalmente los países productores de petróleo. Con el término «neutralidad de las emisiones» que contiene ahora el borrador se abre la puerta a utilizar métodos de captura y almacenaje de dióxido de carbono, que permitirían que se siguieran utilizando combustibles fósiles. Así lo interpretan el grupo de Los Verdes europeos, que se han mostrado «decepcionado» con este punto. Sin embargo, Florent Marcellesi, eurodiputado de este grupo, ha considerado que el texto «está mejor que ayer», aunque reconoce que todavía se necesitan «más avances».
En el texto se fija el objetivo de que el aumento de la temperatura a final de siglo no supere los 2 grados centígrados respecto a los niveles preindustriales, aunque se abre la puerta a rebajar esa meta hasta 1,5. «Es la primera vez que un acuerdo internacional recoge esa meta a largo plazo», ha indicado Teresa Ribera, directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales de París. «El texto se ha limpiado mucho», ha añadido.
Para cumplir con esa meta de los dos grados, se utilizan las contribuciones que cada Estado presenta voluntariamente. De momento, 186 de los 195 países que negocian en París lo han hecho. Esos planes contienen recortes de emisiones a partir de 2020, cuando entrará en vigor el acuerdo de París. Cuando se extrapolan los esfuerzos presentados ya a final de siglo, el resultado es que se incumplirá la meta de los dos grados, se estaría en un aumento de unos tres. Por eso, en el texto de París se establecen, por un lado, ciclos de revisión cada cinco años de los esfuerzos. Por otro, se plantean una primera evaluación en 2019, para actualizar los esfuerzos en 2021.
Financiación
En materia de financiación se recoge la obligatoriedad de que, a partir de 2020, exista un fondo de 100.000 millones de dólares anuales. Los países desarrollados serán los encargados de poner esos 100.000 millones, aunque se abre la puerta a que los emergentes también puedan aportar, pero siempre a partir de ese mínimo.
El dinero se destinará a los países con menos recursos, para que puedan adaptarse al cambio climático y también para que puedan poner en marcha medidas de lucha contra el calentamiento global. Los Estados desarrollados tendrán que dar cada dos años información concreta de sus aportaciones. Además, también se contempla la transferencia tecnológica desde los países desarrollados al resto.
El apartado más abierto en este momento es el de las pérdidas y daños, por el que los desarrollados deberían compensar económicamente a los países más afectados por el cambio climático, por ejemplo, las islas.