Mujeres atletas o altamente entrenadas durante su vida pueden encontrase con la tentación de querer continuar con el entrenamiento de alta intensidad durante el embarazo, estimando que sus capacidades fisiológicas le permitirán adaptarse a estos esfuerzos también durante este periodo sin que suponga un riesgo para el proceso gestacional. Sin embargo, esta suposición está lejos de ser avalada de la investigación científica.
Las últimas guías del Colegio Americano de Ginecología y Obstetricia mantienen la recomendación a mujeres sanas de practicar ejercicio de intensidad moderada durante el embarazo, y destacan la necesidad de una mayor supervisión en el caso mujeres previamente atletas por su tendencia a soslayar estas recomendaciones. Estas guías no recomiendan a mujeres previamente entrenadas una mayor intensidad de ejercicio, recomendaciones recientemente apoyadas por el Comité Internacional de Expertos en ejercicio durante el embarazo (2016).
Esta prudencia científica sobre las recomendaciones del ejercicio intenso se debe a los escasos estudios existentes centrados en valorar el impacto de la alta carga de entrenamiento (considerando duración e intensidad del ejercicio) sobre el bienestar materno y fetal, y a su baja calidad metodológica.
Esta mencionada escasez de estudios no se debe a un desinterés generalizado entre los investigadores, sino a la razonable inseguridad que suscitan los resultados de estudios previos a los Comités Éticos de Investigación Científica responsables de aprobar nuevos estudios experimentales en este ámbito.
Riesgos asociados a altas cargas de ejercicio durante el embarazo
Estudios previos desarrollados con mujeres deportistas y atletas de élite, acostumbradas éstas últimas a entrenar una media de 22 horas semanales antes del embarazo, indican que el ejercicio de alta intensidad (por encima del 85% de la capacidad máxima materna) puede ocasionar descensos significativos en la frecuencia cardiaca fetal, reducciones de entre el 60-80% del flujo de sangre uterino, pérdida de peso del nacimiento a medida que se incrementa la intensidad durante el primer y tercer trimestre de embarazo, así como una tendencia a adelantar el momento del parto en mujeres embarazadas de niñas.
Pero no sólo hay que tener en cuenta la intensidad, sino también la duración. Un estudio realizado con más de 85 000 mujeres ha relacionado el exceso de minutos de ejercicio físico a la semana con un mayor riesgo de preclampsia severa, en particular cuando el tiempo excedía las 4,5 horas semanales.
En la misma línea, otro estudio desarrollado con más de 90 000 mujeres evaluó tanto los riesgos asociados al ejercicio de alta intensidad como a la alta duración semanal, y encontró que aquellas mujeres que entrenaban más de 7 horas semanales, principalmente realizando ejercicio de alto impacto sobre el terreno, aumentaban casi 4 veces el riesgo de aborto. Este riesgo desaparecía a partir de la semana 18 de embarazo, coincidiendo con el riesgo de aborto ya asociado al esfuerzo físico durante el momento de la implantación.
También existen estudios que no han hallado efectos adversos a altas intensidades de ejercicio físico. Sin embargo, el escaso número de personas con los que han sido realizados no nos permite generalizar esta inocuidad en el resto de mujeres, y las limitaciones en sus diseños de investigación justifican la prudencia a la hora de interpretar estos resultados.
Respecto al entrenamiento de fuerza, los estudios publicados advierten que la carga de entrenamiento evaluada científicamente no se corresponde con los altos pesos con los que entrenan las mujeres atletas. Realizar la maniobra de Valsalva durante el levantamiento de peso lleva consigo un rápido aumento de la presión arterial y de la presión intra-abdominal, produciendo temporalmente un descenso del flujo sanguíneo al feto e incrementando el riesgo de daño en el suelo pélvico.
Además de estos posibles riesgos asociados a altas cargas de ejercicio, el escaso número de evidencias en esta línea hace que haya muchas preguntas acerca de su seguridad.
Interrogantes actuales
Los valiosos pero escasos estudios existentes sobre las altas cargas de ejercicio durante el embarazo se han centrado en valorar la respuesta aguda al ejercicio intenso, sin analizar sus adaptaciones (efectos) a corto, medio y largo plazo sobre la salud del recién nacido y la madre.
Sigue siendo una incógnita conocer el impacto que esta privación temporal de flujo sanguíneo, a altas intensidades, puede tener sobre el desarrollo y bienestar fetal, así como su impacto acumulativo sobre la salud de ambos si la mujer decide practicar este ejercicio durante todo el embarazo.
Conocer el impacto de las altas cargas de ejercicio sobre los resultados del embarazo (peso, talla, perímetro craneal, pH del cordón umbilical, test de Apgar y edad gestacional en el momento del parto) sería un primer paso para valorar su seguridad a corto plazo.
La mayoría de estos estudios se han centrado en el tercer trimestre de embarazo, desconociéndose por tanto la respuesta que puede haber si se practica en cualquiera de los otros dos trimestres; o incluso si las practicantes son mujeres con características particulares tales como el sobrepeso, obesidad, con un historial alto de sedentarismo, padecen hipertensión crónica, diabetes mellitus, o tienen más de 35 años. Este alto nivel de desconocimiento, unido a los posibles riesgos descritos, impide a los científicos y profesionales de la salud recomendar ejercicio a altas cargas durante el embarazo con garantías de seguridad.
Este alto nivel de incertidumbre es aplicable a altas cargas de ejercicio físico (duración e intensidad) tanto del tipo aeróbico como de fuerza. Modalidades populares tipo HIIT, crossfit y ejercicio hipopresivos presentan insignificantes o nulas evidencias en PubMed sobre su seguridad y beneficios durante el embarazo. Sin embargo, hay una contundencia científica implacable acerca de los beneficios y la seguridad del ejercicio físico regular a intensidad moderada.
¿Es seguro entonces el ejercicio durante el embarazo?
Absolutamente seguro y efectivo si, en primer lugar, la mujer no presenta ninguna contraindicación médica ni obstétrica para la práctica de ejercicio físico; y si se practica de manera regular, combinando ejercicio aeróbico y de fuerza a intensidad moderada supervisada por un profesional en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte especializado en este ámbito.
Los beneficios para la salud atienden a la prevención de la obesidad y sobrepeso intergeneracional (a través del control de la excesiva ganancia de peso), reduce el riesgo de hipertensión y diabetes gestacional, preeclampsia, depresión durante el embarazo, parto por cesárea, dolor lumbar, dolor pélvico e incontinencia urinaria. Esta carga moderada de ejercicio asegura el bienestar materno y fetal.
La Organización Mundial de la Salud y el Colegio Americano de Medicina del Deporte aseguran que las recomendaciones de ejercicio físico basadas en las evidencias son indiscutibles, y superan cualquier riesgo.