La importancia de enseñar a comer a los niños

La pérdida de costumbres ha afectado la alimentación de los niños

557
0
Compartir

El ritmo de vida actual ha traído, entre otras consecuencias poco saludables, la imposibilidad de reunir en la mesa a la hora del almuerzo –incluso en la cena- a padres e hijos. El desorden alimenticio subsiguiente se ha traducido en un incremento de los casos de obesidad, sobre todo en los niños. Este problema se puede corregir con buena voluntad y unos menús infantiles equilibrados, según un libro reciente de dos expertas españolas.

Las personas de mediana edad suelen asociar su niñez, entre otras cosas, a la reunión en torno a mesa a padres e hijos, tanto a la hora de la cena como la del almuerzo. Aquello era posible entonces gracias a que siempre había una madre abnegada que llevaba las riendas del hogar y se ocupaba de cocinar platos aprendidos de sus madres y abuelas.

Con el paso del tiempo, la vida diaria de las familias ha experimentado grandes cambios y, con ella, su alimentación. Hoy en día padres e hijos si acaso cenan juntos pero es muy poco frecuente que lo hagan al mediodía. La incorporación masiva de la mujer al mercado laboral está detrás de este fenómeno. Los horarios de trabajo, en ocasiones disparatados, impiden que las madres se ocupen adecuadamente de la alimentación de los hijos, problema que se resuelve parcialmente con el almuerzo en el comedor escolar.

Es importante que los niños conozcan la importancia del desayuno como primera comida del día y difundir los alimentos de la tierra.

Es importante que los niños conozcan la importancia del desayuno como primera comida del día y difundir los alimentos de la tierra.

Comer “cualquier cosa”

Los hijos adolescentes que ya no quieren degustar el “rancho” escolar, cuando se ven solos en la casa tras salir del colegio matan el hambre con “cualquier cosa”: bocadillo, bollería industrial, plato preparado para horno microondas o ración de “fast food”. Y cuando llegan sus madres a casa por la noche, tras una jornada laboral agotadora, éstas no se sienten con fuerzas de ponerse a cocinar por lo que el recurso a la comida precocinada vuelve a resolver la cuestión.

En su libro “Y hoy, ¿qué les doy?” (Ed. Plaza & Janés), de la periodista española Lourdes Alcañiz, escrito en colaboración con su madre, Lourdes March, considera que las transformaciones sociales responsables de la situación han sido tan recientes que “todavía no nos ha dado tiempo (a las mujeres) a ajustar nuestros papeles como trabajadoras y como amas de casa”.

Los niños aparentemente crecen sanos pero muchos de ellos acaban elevando su peso por el desorden alimenticio al que están sujetos, un problema que también abordó Alcañiz, en colaboración con la nutricionista Claudia González, en otro libro, “Gordito no significa saludable”.

Otra cuestión es la que afecta a las madres que sacan fuerzas de flaqueza y se ponen a cocinar cuando llegan derrotadas al hogar. Sin embargo, Alcañiz recuerda que “presentar comidas sanas y apetecibles para nuestras familias no es solo cocinar, también hay que pensar en cómo organizar los menús, la lista de lo que hay que comprar y hacer la compra”.

“Y hoy, ¿qué les doy?” se presenta al público como un auxiliar para aquellas madres de familia trabajadoras que se sienten atrapadas por la incertidumbre y la monotonía en relación con la alimentación cotidiana de sus vástagos.

Niños camboyanos infectados por el virus del sida toman su comida en la sede de la ONG MARYKNOLL en Phnom Penh, Camboya.

Niños camboyanos infectados por el virus del sida toman su comida en la sede de la ONG MARYKNOLL en Phnom Penh, Camboya.

“Versión turbo”

Lourdes March, autora de dieciséis libros sobre cocina, ha elaborado, en colaboración son su hija y la Dra. Inmaculada Rodríguez, recetas pensadas para los niños y con la posibilidad de ser congeladas. Cuando ni siquiera hay tiempo para descongelar, las autoras proponen una “versión turbo” de las recetas usando ingredientes enlatados o en conserva.

Alcañiz recomienda que los niños beban agua en abundancia (antes, durante o después de las comidas) porque “ayuda a evitar el estreñimiento y facilita la digestión de alimentos”. En cambio aconseja casi esconder los refrescos porque “no son una bebida adecuada para niños” al contener mucho azúcar, colorantes y conservantes.

Acostumbrar a los menús saludables a los niños no deja de ser un problema. Alcañiz recuerda “la batalla de las verduras y la comida saludable” que se desata todas las noches en muchos hogares. “Hay padres –dice- que se dan por vencidos y acaban dándoles la consabida pasta con salchichas. Otros siguen insistiendo sin muchos resultados, con el desgaste que esto supone para ambos bandos”.

Si el pediatra dice que el niño está sano, la periodista recomienda a las madres no preocuparse de si el niño come más o menos. Hay que pensar en la forma de alimentar a los hijos como si se tratara de un contrato: la parte del acuerdo de los padres es servir una alimentación saludable y la de los hijos, comer lo que le apetezca de esos alimentos que se les sirven, “pero sin peleas”.

La recomendación de la autora es poner el plato delante del infante y decirle que no hay otra cosa para comer, sin recurrir a la fuerza ni al enfado. Al niño hay que convencerle para que pruebe el alimento pero también mostrarse inflexible y recordarle que no hay sustitutos a esa comida y si tiene hambre, que se espere a la merienda.

Los adultos tienen que transmitir costumbres saludables en la alimentación a los niños y no recurrir a la ingesta fácil y rápida para salir del paso.

Los adultos tienen que transmitir costumbres saludables en la alimentación a los niños y no recurrir a la ingesta fácil y rápida para salir del paso.

Comida a deshoras

Alcañiz recuerda que siempre está el riesgo de darle al niño comida a deshoras porque “no ha comido nada a la hora de comer”, lo cual es un círculo vicioso ya que, al ser alimentado fuera del horario normal, tampoco tendrá ganas de comer en la siguiente toma.

Es muy importante tratar de servir las comidas a los niños siempre a la misma hora y tampoco debe olvidarse que las horas de sueño también influyen en sus ritmos de apetito. Disciplina, ante todo, es lo que se recomienda para enderezar la alimentación de los más pequeños.

La autora asegura que hay estudios que indican que los niños necesitan probar un alimento nuevo entre ocho o diez veces para aceptarlo, por lo que se recomienda paciencia con las verduras y cualquier alimento nuevo que pretendamos suministrarle.

“Preséntale (al niño) los nuevos platos una y otra vez e insiste en que los pruebe de nuevo para ver si ha cambiado de opinión. Recuérdale que no tiene que comérselos, sino solo probarlos. Esto eliminará gran parte de la ansiedad que le produce enfrentarse a una comida sospechosamente nueva”, manifiesta Alcañiz.

Aparte de los menús infantiles propuestos en su libro, Alcañiz y March recomiendan un desayuno lo suficientemente energético como para que los niños puedan afrontar las labores escolares del día con eficiencia. No basta con un vaso de leche y galletas. Ellas recomiendan una fruta fresca o un zumo natural, un lácteo, cereales y una proteína (jamón de York, queso fresco o un huevo cocido). Y para el tentempié de media mañana y de media tarde en el colegio aconsejan una fruta fresca o un zumo de brick lo menos artificial posible, un bocadillo de pan integral o unas galletas.

Todas las comidas y cenas que se proponen en el libro comienzan con una verdura, bien sea sola, acompañando a un arroz, en potajes y cremas, y un segundo plato de carne o pescado. No incluyen las autoras postres elaborados y recomiendan sustituirlos por una pieza de fruta o un lácteo.

“Si tu hijo come bien uno de los dos platos, no te preocupes demasiado si no quiere el otro, alábale por lo que ha comido y sigue presentándole en otras ocasiones el alimento que no le gusta para que al menos lo pruebe”, concluye Alcañiz.

No hay comentarios

Dejar una respuesta