La islamofobia de Donald Trump sitúa a su partido ante un dilema endemoniado. Sus rivales para la nominación republicana a laspresidenciales de 2016 saben que, si callan ante su escalada xenófoba, le dan alas. Y si repudian a Trump abiertamente, se arriesgan a que rompa con ellos, se presente como candidato independiente, divida el voto conservador y dé la victoria a Hillary Clinton, favorita demócrata. La idea de impedir la entrada de musulmanes al país recoge apoyos entre unas bases asustadas ante nuevos ataques yihadistas en EE UU.
Trump, el magnate inmobiliario y showman que ha trastocado la campaña para la sucesión del presidente Barack Obama, encabeza todos los sondeos de ámbito nacional sobre la nominación republicana. Cada partido debe elegir a un candidato en un proceso de elecciones primarias y asambleas electivas (caucus, en inglés) que comienza en febrero y culmina en verano.
En la media de sondeos que elabora la publicación Real Clear Politics, Trump obtiene un 30,4% de apoyo, seguido por el senador por Texas Ted Cruz, con un 15,6%. Hay que leer los sondeos con cautela. Falta más de un mes y medio para que empiecen los caucus y primarias, y muchos votantes todavía no han decidido. No está claro que muchos de los que responden a las encuestas, o llenan los mítines de Trump, vayan a votar el día de las elecciones. Y es posible que Trump se deshinche.
Pero estas predicciones se repiten desde que Trump lanzó su campaña hace medio año. Y ninguno de sus exabruptos —contra los latinos, los veteranos de guerra, las mujeres…— ha erosionado su dominio en los sondeos. Al contrario. La figura más visible del Partido Republicano —el partido de grandes transformaciones en la sociedad estadounidense, el de Lincoln, Eisenhower y Reagan— es hoy un hombre cuya última propuesta, cerrar las puertas de EE UU a los musulmanes, evoca los episodios más trágicos del siglo XX y rompe con las mejores tradiciones del país.
Trump ha irrumpido en un momento en el que el Partido Republicano intentaba suavizar sus ángulos más antipáticos, como la oposición a la reforma migratoria. Puede arruinar los esfuerzos de apelar a latinos, mujeres y votantes urbanos, necesarios para ganar la presidencia. Y amenaza la imagen de un partido que en los últimos años se ha alejado de la centralidad en cuestiones como el cambio climático o el matrimonio gay.
Es pronto para conocer si la propuesta islamófoba, difundida el lunes, le dañará o reforzará. Un sondeo online de Bloomberg apunta a que un 65% de posibles votantes republicanos en las primarias está de acuerdo con vetar a los musulmanes. Otro sondeo, publicado por la cadena NBC y The Wall Street Journal, es más matizado, y muestra una división entre los encuestados que se identifican como republicanos: un 42% apoya el plan Trump y un 36% se opone. Los atentados de París, el 13 de noviembre, y California, la semana pasada, vinculados al Estado Islámico, alimentan una islamofobia latente en algunos sectores.
Doble riesgo
El experto en demoscopia Frank Luntz reunió esta semana a un grupo de votantes republicanos para tomar la temperatura tras las declaraciones islamófobas de Trump. “Los cristianos no están intentando entrar en otros países y haciendo estallar cafeterías”, dijo un votante, según informa la agencia McClatchy. “Los musulmanes son los únicos que lo hacen. Necesitamos un parón temporal para gente que es totalmente extranjera para nosotros, sí. Es una posición razonable”.
Ninguno de los rivales republicanos de Trump suscribe su plan en detalle, pero, conscientes de que su demagogia halla eco en las bases, algunos callan y otros, como el senador Cruz, se limitan a explicar sus propuestas para frenar la inmigración sin repudiarle. Otros señalan que sus posiciones violan los valores conservadores, pero se cuidan mucho de llamar al boicot. Nadie plantea excluirle del debate televisado que se celebra la semana próxima. Incluso los críticos más contundentes, como el candidato Jeb Bush o el speaker (presidente) de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, evitan comprometerse a no votar a Trump en el caso de que este sea el nominado republicano y se enfrente a la demócrata Clinton en noviembre de 2016.
Si lo hacen corren un doble riesgo. Primero, perder más votos entre unas bases que apoyan a Trump precisamente porque se enfrenta a las elites que ellos representan. Y segundo, que Trump se presente por libre en noviembre como tercer candidato. El antecedente del multimillonario Ross Perot, candidato en 1992, está en mente de todos. Perot perjudicó la candidatura del republicano George H. W. Bush. El vencedor fue el demócrata Bill Clinton. Ahora es su esposa, Hillary, quien puede beneficiarse del fenómeno Trump.