Ni Emma Stone, ni Drew Barrymore, que cobrarán 350.000 dólares por episodio por los proyectos que tienen entre manos con Netflix, ni las actrices de Juego de Tronos. Las intérpretes que más cobran por episodio, 750.000 dólares, sin contar a Kaley Cuoco de The Big Bang Theory, son Alexis Bledel y Lauren Graham, es decir Rory y Lorelai Gilmore.
Claro que el retorno de Las chicas Gilmore, que Netflix colgará el viernes tras más de dos años de promoción y precalentamiento, solo tiene cuatro episodios, uno por cada estación del año. Pero aun así la cifra y la expectación que rodea al estreno no dejan de ser chocantes para una serie que dejó de emitirse hace casi una década y que no suele entrar en las listas de “X mejores series de la historia”, ni siquiera si la “X” es 50 ó 100.
En realidad, el sueldo de las actrices va parejo al rédito que Netflix seguramente conseguirá con la emisión en términos de audiencia pero también de ruido mediático, que viene siendo ensordecedor en las últimas semanas. Aunque muchos apenas habían oído hablar de la serie hasta que se anunció el revival, tuvo respetables datos de audiencia mientras se emitió, sobre todo a partir de su segunda temporada, cuando competía en Estados Unidos con Buffy la Cazavampiros en el misma franja horaria y la superaba ampliamente casi todas las semanas. La serie debutó en el canal CW, que tradicionalmente se trabajaba a fondo el target de las mujeres jóvenes con series como Hart of Dixie, Gossip Girl, Veronica Mars y los remakes de 90210 y Melrose Place,y pasó después a WB, que tenía como buque insignia Dawson crece. Y en ambas llegó a ser el programa más visto en el segmento capital de chicas de 18 a 25 años. Desde que dejó de emitirse, en 2007, ha tenido varias vidas póstumas en forma de reposiciones, cajas de DVDs y, finalmente, en la propia Netflix, que tiene disponibles todas las temporadas desde hace unos meses. Y, lo que es más importante, se ha ganado una relevancia cultural, una presencia en el debate diario a base de memes y artículos, que no tenía cuando se daba en televisión, quizá porque esas postadolescentes de los dosmiles son ahora las encargadas de producir una importante porción de los contenidos digitales.
De alguna manera, la serie pertenece más al panorama televisivo de 2016 que al que había en 2000, cuando arrancó la serie. Entonces, la brecha entre el mainstream –Friends capitaneaba, convertida ya en una institución americana en su séptima temporada– y la considerada “televisión de calidad”, en la que solo entraban (grandísimas y masculinísimas) series como Los Soprano, Deadwood y The Wire. Un producto anfibio, medio comercial pero bien escrito e interpretado, como Friday Night Lights podía llegar a ser tomada en serio, pero no así las series de Shonda Rhimes. Y tampoco Las chicas Gilmore, que tenía además de una audiencia de ida y vuelta, un núcleo duro de fanáticos que saben quien es el cantante melódico de las Gilmore (Paul Anka, por supuesto, y en su honor bautizaron al perro) y en qué consiste exactamente el Festival de Otoño de Stars Hollow.
La actual era televisiva, permisiva, multivectorial y con muchos más agentes metidos en el juego, más telenovelera y con más protagonistas femeninas, casa mucho más con el estilo de Amy Sherman-Palladino (la creadora, para los que estén en primero de Gilmore) y da sentido a este caro revival. Otro producto-enseña de Netflix, Orange is the New Black, difícilmente hubiera sobrevivido en la década pasada.
La plataforma de streaming no divulga datos de audiencia, así que será imposible saber cuántos espectadores cosecha el especial de cuatro capítulos y tampoco conoceremos si la serie tiene más seguidores hombres de lo que dice el tópico. Los Chicos Gilmore existen y hasta tienen su propio lugar de reunión, el podcast Gilmore Guys. Allí, dos chicos, Kevin Porter, un veterano seguidor de la serie y Demi Ayejugibne, que jamás había visto ni un minuto cuando emprendió la tarea, diseccionan uno a uno los 153 capítulos de la serie. Así llevan desde septiembre de 2014, cuando aun no se había anunciado el revival, y han amasado más de 200.000 oyentes, muchos de ellos hombres que se autodenominan “Gillies” y pueden demostrar su filiación comprando el merchandising. Por ejemplo, la camiseta con todos los novios de Rory (a cuál peor) posando en plan Backstreet Boys, o la bolsa de tela con la clásica glorieta de la plaza de Stars Hollow. Porter y Ayejugibne consiguieron conocer a Graham y Bledel en la tanda de promoción de la nueva temporada e incluso aparecen como extras en la serie. Si alguno más se aventura y se incorpora al universo Gilmore a partir de este fin de semana, primero tendrá que aceptar que:
a) Pasará el resto del día cantando en su cabeza Where you Lead, la canción de Carole King que acompaña los créditos. Y probablemente haciendo la segunda voz cuando dicen “I will follow”. Ya puestos, lo mejor es escuchar todo el Tapestry y seguir con la fiesta-karaoke.
b) t¡Todo el mundo habla rapidísimo. No en vano Amy Sherman-Palladino y su marido y co guionista, Daniel Palladino, se inspiraron en las comedias de Preston Sturges de los años cuarenta, en las que el número de palabras por frase eran indicativo del ingenio superior de los protagonistas.
c) Stars Hollow representa la América de Obama (y eso da bastante pena en estos momentos). Sí, aunque la serie original se emitió durante los años de Bush y acaba con Rory recién licenciada uniéndose al autobús de campaña del entonces candidato afroamericano como reportera novata, los habitantes de Stars Hollow, a excepción de la estricta madre de Mrs. Kim y del alcalde Taylor Doose, probablemente votaron en masa a Hillary Clinton.
d) Aquella ex novia tenía razón. Gilmore Girls no es una de las mejores 20 series de la historia de la televisión pero es altamente disfrutable. Mejor con café y comida basura, como un buen gillie.