En una tarde soleada en el distrito financiero de Londres, Rod Guzmán está buscando a su foca favorita. Justo al lado del centro bancario de la zona conocida como Canary Wharf, entre los muelles mugrientos que una vez integraron un puerto global, se encuentra un rincón escondido de garzas, aves marinas y focas.
«Cuando hago esto, generalmente viene», dice Guzmán, quien trabaja en el mercado mayorista de pescado ubicado en la zona, mientras patea un tubo de metal con su pesada bota, para producir un sonido ensordecedor.
«Creo que siente la vibración en el agua. Es enorme. Algunos le han puesto nombre, como Alfred. Yo solo la llamo la foca».
Más de 2.000 focas han sido avistadas en el Támesis durante la década pasada, según una investigación de la Zoological Society de Londres que se extendió de 2004 a 2014 y fue publicada en agosto de 2015. También cientos de marsopas y delfines, y hasta la ocasional ballena perdida.
Aun cuando otros problemas están amenazando la salud del río y de sus animales –en concreto, la abundancia de plástico-, esto representa un gran cambio para un río que una vez estuvo tan contaminado, que ni siquiera los peces podían vivir en él.
Una cloaca enorme y maloliente
En 1957, el Museo de Historia natural declaró al Támesis biológicamente muerto. Las noticias de la época lo describen como una cloaca enorme y maloliente.
«Se trata de un drenaje mal manejado», lo calificó el diario Manchester Guardian, en 1959. «No hay oxígeno a lo largo de varios kilómetros antes y después del Puente de Londres».
Los bombardeos de la Guerra habían destruido parte del sistema de cloacas victoriano que había mantenido al río limpio hasta entonces. Y la Gran Bretaña de la posguerra no tenía los recursos –o, al parecer, la energía- de resolver el problema en forma expedita.
Otro artículo del Guardian de 1959 cita a un integrante de la Cámara de los Lores diciendo que purificar el río era innecesario: los ríos, decía, eran «canales naturales para la deposición de desperdicios», y dejarlos hacerse cargo del desecho orgánico les daba «algo que hacer».
Pero aunque las bacterias de los ríos descomponen las aguas residuales, para hacerlo consume oxígeno, con lo que potencialmente no le dejan nada a otras formas de vida.
Mayor conciencia ambiental
Fue solo a partir de los años 60, cuando el sistema de drenaje de Londres mejoró de la mano de la mayor recuperación del país después de la guerra, que el río comenzó a respirar otra vez.
Otros factores jugaron un papel en la limpieza. En los años 70 y 80, como parte de una mayor conciencia ambiental, se incrementó la preocupación por los pesticidas y fertilizantes que caían a los ríos con la lluvia.
Como consecuencia se implementaron controles más estrictos, dice Chris Coode, subjefe ejecutivo de Thames21, una organización no gubernamental dedicada al mejoramiento de las vías acuáticas de Londres.
Otras tendencias son más complejas. Por ejemplo, la polución de metales tóxicos en el río ha caído desde comienzos del nuevo siglo, de acuerdo con David Morrit, experto en ecología acuática del Royal Holloway, un instituto de la Universidad de Londres en Egham, sur de Inglaterra.
Aunque esto se puede explicar en parte por las regulaciones de la industria, en el caso de la plata –un contaminante común derivado de la industria fotográfica- el cambio simplemente se debió al hecho de que la gente se cambió a la fotografía digital.
Cualquiera sea la razón, el resultado ha sido claro: volvieron los peces. Ahora hay 125 especies de peces en el Támesis, un incremento significativo de los casi ninguno que existían en los años 50.
Cadena alimentaria
«Si vuelves el río tan natural como sea posible, con agua limpia y flujos apropiados, verás que la comunidad regresa», dice Coode. «Esto no ocurrió porque algunas personas criaron peces en cautiverio y los echaron al río. Los peces regresaron naturalmente».
Los peces, a su vez, alimentan a los mamíferos marinos, incluidas las focas. Mientras que la atención del público tiende a estar en las juguetonas focas y marsopas –lo que los conservacionistas llaman la «carismática megafauna»-, Coode está más emocionado por el regreso de una especie mucho menos fotogénica: la lamprea marina.
«Son criaturas antiguas, desdentadas, con forma de anguila, que se prenden de los costados de peces grandes y chupan sus jugos», dice, con genuino entusiasmo. «Son muy sensibles a la contaminación».
Pero mientras que algunas amenazadas se han aplacado, otras han emergido.
«El Támesis está definitivamente más limpio de lo que estaba», dice Morrit. «Pero hay un nuevo elemento en la ecuación: el plástico».
En 2015, un estudio del Royal Holloway encontró que tanto como el 70% de las sollas rojas (un tipo de pez de río) del Támesis tenían pedazos de plástico en las agallas.
El plástico puede afectar a los animales grandes, como en el caso –muy comentado- de los albatros que le daban plástico de comer a sus crías. Pero también afecta a criaturas más pequeñas que son presa de las más grandes. Cuando aquéllas se enferman, también lo hacen sus depredadores.
Este hallazgo todavía no ha sido publicado y se encuentra bajo revisión por parte de una revista especializada, dice Morrit. La campaña por un Támesis más limpio fue lanzada en septiembre de 2015 para combatir la basura plástica. Es una batalla difícil porque hay demasiadas fuentes del problema.
Pedazos pequeños de plástico, como los palitos de los hisopos y microcuentas de los exfoliantes faciales y la pasta dental, generalmente terminan en inodoros y lavamanos. Pueden pasar los filtros y pantallas de las plantas de tratamiento de aguas residuales y tardan años en descomponerse.
Entretanto, las bolsas plásticas y los envoltorios de cajas de cigarrillos, aún si son desechados apropiadamente, pueden terminar en los drenajes simplemente porque han salido volando de botes de basura públicos llenos hasta el tope.
Otros desafíos
Thames Water, una compañía privada de servicios públicos a cargo del manejo de las aguas blancas y negras de Londres, dice que saca más de 25.000 toneladas de basura del sistema de cloacas cada año.
La vida silvestre en el Támesis enfrenta otros límites.
Por ejemplo, la parte del río que pasa por el centro de Londres está rodeada de paredes altas y llena de botes de pasajeros. Eso significa que es muy ruidosa, que está muy abarrotada y que es escenario de una circulación demasiado rápida como para que las marsopas o delfines se atrevan a nadar aguas arriba en grandes números, dice Coode.
Las focas tienen mejores perspectivas porque no dependen del sonido para cazar, lo que las hace más resistentes al ruido.
Incluso el problema de las aguas residuales no se ha resuelto completamente. Las fuertes lluvias generalmente sobrepasan las viejas cloacas de Londres y el exceso –de agua de lluvia mezclada con aguas negras- se descarga en el río para evitar inundaciones en la ciudad.
Coodes espera que una nueva cloaca que comenzará a construirse en 2016 mejore las cosas.
Más allá de los problemas, para Guzmán la belleza del río sobrepasa la porquería. Él y sus colegas se relajan después de los turnos de la mañana alimentando a las focas. Les dan las cabezas de salmón y otras sobras del mercado.
Mientras mastica una barra de chocolate en espera de la foca, Guzmán señala algunos patos y otras aves que descansan en el concreto. «A veces pienso que es como un oasis», dice. «Tomo mi descanso aquí, disfruto del sol y simplemente empiezo a buscar».
El mercado ha cerrado por el día. Guzmán intenta una vez más atraer a la foca golpeando el tubo de metal. El animal se ha convertido en una mascota de Billingsgate, ha sido objeto de artículos en los períodos locales y hasta ha aparecido en la BBC. Pero parece que hoy tiene otros planes.
Guzmán no se inmuta. Mira una vez más a un par de aves que se asolean contra un fondo de rascacielos de hierro y vidrio. «Es increíble pensar que tenemos vida silvestre en este lugar», dice.
bbc