Hace unos días recibí un correo en el que Ron Paul, icono libertario, antiguo congresista de Texas y padre del candidato republicano Rand Paul, proclamaba que su “predicción definitiva sobre el colapso del dólar está a punto de convertirse en realidad”.
El correo tenía un tono un poco extremista, con referencias a la hiperinflación de la república alemana de Weimar, el Zimbabue de Robert Mugabe y el Libro del Génesis. Pero el presagio extremo de Paul coincide con la idea republicana de que la administración de Obama y la Reserva Federal debilitan a la economía estadounidense.
Otros analistas más mesurados también esperan que se debilite el dólar. Martin Feldstein, uno de los principales asesores económicos de Ronald Reagan durante su presidencia, aseguró hace unos cinco años que el enorme déficit comercial de Estados Unidos y sus tasas de interés ultrabajas, junto con las ventas de los activos estadounidenses por parte de inversionistas internacionales y los cambios en la economía china, provocarían que el dólar bajara.
Todas estas predicciones se equivocaron. El alza del dólar, que comenzó prácticamente el mismo día en que Feldstein hizo su predicción en 2011, no da señales de detenerse. Se trata de la tercera vez que se ha dado un aumento tan consistente desde que Richard Nixon suspendió en 1971 la convertibilidad del dólar estadounidense en oro.
Puede que la economía estadounidense avance en medio de tropiezos, pero lo hace muchísimo mejor que en el resto del mundo industrial. Barry Eichengreen, investigador de la Universidad de California en Berkeley, explicó: “Es muy natural que el país cuya economía tiene el desempeño menos malo tenga la moneda menos mala”.
Pero con el descenso de muchas economías en desarrollo y los mercados de valores dando tumbos, ¿puede el alza del dólar dañar el frágil orden económico?
Muchos economistas sostienen que, en gran medida, es un factor positivo. Que el dólar se mantenga fuerte puede ayudar a que Europa y Japón superen sus debilidades económicas, pues hará que sus productos sean más baratos en los mercados mundiales, lo que es positivo para el crecimiento global. El fortalecimiento del dólar, según me comentó Oliver Blanchard, execonomista del Fondo Monetario Internacional, “es, en esencia, un proceso saludable”.
Pero existen motivos para actuar con cautela. Como el dólar está fuerte, los fabricantes estadounidenses que se han visto beneficiados por la caída en los precios de energía y el aumento de los salarios en China experimentarán diversas presiones. Esto afectará el crecimiento en Estados Unidos y contendrá la inflación, que ya se encuentra por debajo de la cifra que esperaba la Reserva Federal.
Es necesario destacar que los efectos en Estados Unidos no son el principal motivo de preocupación. Los funcionarios de la Reserva Federal suelen enfadarse cuando los extranjeros critican sus políticas. Se acusó a esta institución de iniciar una “guerra de divisas” cuando la expansión cuantitativa hizo que el dólar experimentara una baja pronunciada. Ahora se le critica porque las tasas de interés y el dólar están al alza.
Sin embargo, las críticas más fuertes que articula Raghuram Rajan, el gobernador del Banco Central de India, tienen un fundamento. Porque, aunque estos movimientos se justifiquen por las necesidades de la economía estadounidense, pueden provocar una enorme volatilidad en todo el mundo.
Las bajas tasas de interés de Estados Unidos enviaron muchísimo dinero a los mercados emergentes, donde los rendimientos eran más altos, por lo que amasaron grandes deudas en dólares. Al subir el valor del dólar, es más difícil manejar esta deuda, en especial, ahora cuando caen los precios de los productos que exportan estos países.
Los encargados de establecer las estrategias en los países en desarrollo pueden recordar las dos ocasiones en que el dólar atravesó etapas de una pronunciada alza en su valor. Fue en la primera mitad de los años ochenta cuando América Latina cayó en lo que ahora se conoce como la “década perdida”, y en la segunda mitad de los noventa, cuando gran parte de Asia terminó en crisis. No son recuerdos placenteros.
Ahora el factor adicional es el nuevo papel de China en la economía mundial, pues es una presencia significativa y su moneda ya no está aislada de las fuerzas externas, como ocurrió durante esos momentos.
El aumento en el valor del dólar ha reavivado los ataques populistas en contra de Beijing, desde las repetidas acusaciones acerca de la manipulación de la moneda hasta la promesa de Donald Trump de gravar un 45 por ciento de impuestos sobre las importaciones de China.
Los ataques son un error. De hecho, el Fondo Monetario Internacional ya no considera que la moneda de China, el renminbi, esté subvalorada. En realidad la divisa china ha aumentado la mayor parte del tiempo junto con el dólar y así aumenta la presión sobre su economía, que ya está desacelerada.
Beijing está en problemas. El verano pasado el gobierno chino probó la estrategia de Washington y permitió que las fuerzas de mercado influyeran para determinar el tipo de cambio. Pero cayó el renminbi y se produjeron las quejas populistas de Estados Unidos. Lo peor es que los inversionistas chinos se apresuraron a sacar su dinero por temor a que la moneda estuviera al borde de una gran baja.
El incremento del valor del dólar “complica el manejo de las políticas” en China, subrayó Eswar S. Prasad, exdirector de la división para China del FMI y académico en la Universidad de Cornell. “Si el renminbi baja un par de puntos porcentuales, significará que el banco central quiere una moneda mucho más barata y eso provocará más fugas de capital”.
Prasad, como la mayoría de los economistas, cree que la subida del dólar es positiva. “Estados Unidos es el único país cuya moneda puede aumentar su valor sin que su economía sufra consecuencias negativas importantes”, afirmó. “En cierta forma, es una bendición para el mundo”.
Pero su análisis incluye otro aspecto.
¿Recuerdan la crisis financiera que afectó al mundo debido al mercado inmobiliario de Estados Unidos y sus bancos? A pesar de encontrarse en el epicentro del desastre, el dólar no se debilitó; por el contrario, se fortaleció. Dominados por un terrible temor, los inversionistas no se atrevieron a mover sus fondos a otra moneda.
En la actualidad quizá sea seguro afirmar que al dólar, en general, lo rigen fuerzas naturales que deberían revertirse cuando el crecimiento se desarrolla en otra parte del mundo. Pero en esta economía global tan inestable, sería muy temerario ignorar una de las principales fuerzas que han regido los flujos financieros a lo largo de la historia: la irracionalidad.