Cada año, las autoridades insisten en pedirles a los residentes de Miami que estén preparados para la temporada de huracanes.
Pero es cuando se hace inminente la llegada de una tormenta tan poderosa como Irma que empiezan las prisas y las compras nerviosas.
Así ha sido desde que el lunes el huracán Irma alcanzó la categoría 4, cuando los residentes de esta ciudad estadounidense han ocupado casi por completo y a toda hora gasolineras, supermercados y tiendas por departamento.
“Ya viví Andrew y no te puedes imaginar cómo es eso. Si el de ahora sube a categoría 5, me voy de aquí“, me dijo uno de mis vecinos ese mismo día, haciendo referencia al huracán que devastó el estado de Florida en 1992.
Al día siguiente de la advertencia de mi vecino Irma subió a la categoría 5 y se convirtió en el segundo huracán más poderoso registrado en el Atlántico en toda la historia.
Se espera que a Miami lo peor le llegue el sábado.
El ciclón tiene el tamaño de Francia y ya ha registrado vientos máximos sostenidos de hasta 298 km/h.
Por estos motivos, el gobernador de Florida, Rick Scott, se refirió al fenómeno climático como “increíblemente peligroso” y con un efecto “potencialmente devastador”.
De momento, en Miami se toman todas las precauciones para reducir los efectos del impacto, que ya se ha sentido con fuerza en las islas caribeñas de Anguila, San Bartolomé, San Martín y Antigua y Barbuda.
Aunque se espera que el sábado Irma golpee el sur de Florida, cientos de miles de residentes han ocupado el miércoles varias autopistas principales para alejarse de zonas costeras.
Otros, como Carolina, una profesora de yoga que vive en Miami, decidieron salir del estado: “Esta tarde me voy con mi hijo a Nevada para estar seguros“, me dijo.
Evacuaciones y escuelas cerradas
El gobernador Scott, así como autoridades locales, han aparecido varias veces en televisión esta semana para insistir en que la alerta del huracán sea tomada en serio.
“Por favor, no ignoren las órdenes de evacuación. Recuerden, podemos reconstruir sus casas, pero no sus vidas“, es el mensaje que el funcionario repite como una especie de mantra tanto en televisión, como en radios locales y en su cuenta de Twitter.
El estado solicitó la ayuda de 1.000 agentes de la Guardia Nacional de Estados Unidos luego de que el presidente Donald Trump declarase la emergencia en Florida, Puerto Rico y las islas Vírgenes.
Hay al menos 20 refugios habilitados solo en el condado de Miami Dade, cuya población, de 2,7 millones de personas, es en un 68% de origen hispano.
Las escuelas permanecerán cerradas jueves y viernes, y el gobierno ha pedido que los dueños de comercios permitan que sus empleados trabajen en horario reducido o no vayan en lo absoluto.
En zonas predominantemente latinas como La Pequeña Habana, las ventanas de las casas y de los edificios bajos ya están selladas con láminas metálicas o tablones de madera, que rápidamente se han agotado en varias tiendas por departamento de la ciudad.
Otra imagen recurrente de estos días es la de hombres llenando sacos con arena, otra de las precauciones para frenar la posible avanzada del agua hacia el interior de las construcciones bajas.
En otras zonas del estado, sin embargo, la instrucción ha sido evacuar en seguida. Como en los Cayos de Florida, en el estrecho que separa la península de Cuba, donde primero fueron evacuados los turistas y ya se inició la salida de los residentes.
También se han reubicado a 2.200 personas “con necesidades especiales”, según detalló el gobernador.
Inclusive, más de 175 animales en situación de refugio en el condado de Broward, en el norte de Miami, fueron llevados a un centro de acopio en California, según informó el diario local Sun Sentinel.
Mientras llega la tormenta, los residentes de Miami aprovechan los días soleados para hacer de todo menos ir a la playa: compran pilas, generadores de energía.
Y sobre todo intentan conseguir alguna botella de agua que haya quedado escondida en el fondo de un anaquel, misión casi imposible a estas alturas.