La moderación en los carbohidratos es clave para la salud a largo plazo.

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Nueva investigación señala que el péndulo de la dieta relacionado con la ingesta «óptima» de carbohidratos, que ha oscilado de uno a otro lado entre las dietas basadas en la ingesta muy baja o muy alta de carbohidratos, se halla en algún punto intermedio para mejorar la salud a largo plazo en la mayoría de las personas.

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Los datos de un estudio observacional que incluyó a 15.428 personas vinculan las dietas con bajo o alto contenido de carbohidratos a un incremento en el riesgo de la mortalidad por todas las causas. El consumo moderado de carbohidratos conlleva el riesgo de mortalidad más bajo para los tres tipos de dieta, informan en un artículo publicado el 16 de agosto en la versión electrónica de The Lancet Public Health la Dra. Sara B. Seidelmann, fellowclínica y de investigación en medicina cardiovascular en el Brigham and Women Hospital, en Boston, Estados Unidos.

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Además, un metanálisis de estudios sobre la ingesta de carbohidratos que los investigadores actualizaron con esta y otra investigación reciente, confirma la relación en forma de U, informan.

Sin embargo, los autores de un comentario adjunto dicen que los resultados deberían interpretarse con cautela, y que una sola conclusión dogmática puede ser demasiado simplista.

De hecho, los propios autores señalan que surge un panorama un poco diferente cuando se analizan diferentes tipos de dietas con bajos carbohidratos. Mientras que las dietas con bajo contenido de carbohidratos que se basan principalmente en proteínas y grasas animales están vinculadas a un riesgo de mortalidad más alto que las dietas con ingesta moderada de carbohidratos, las dietas bajas en carbohidratos que constan principalmente de proteínas y grasas vegetales conllevan una vida más prolongada, explican los autores.

«Nuestros hallazgos indican una relación a largo plazo negativa entre la esperanza de vida y dietas con bajo o alto contenido de carbohidratos cuando no se toman en cuenta las fuentes de alimentos», escriben los autores. Si bien los datos también proporcionan evidencia que justifica desaconsejar dietas bajas en carbohidratos derivados de animales, «el reemplazo de carbohidratos con grasas y proteínas predominantemente vegetales podría considerarse como una estrategia a largo plazo para promover el envejecimiento saludable», hacen notar.

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Estudio prospectivo de cohortes

Para el nuevo estudio, los investigadores analizaron datos del estudio de Riesgo de aterosclerosis en las comunidades (ARIC), un estudio prospectivo observacional actualmente en curso, sobre factores de riesgo cardiovascular en cuatro poblaciones estadounidenses. La población del estudio incluyó a 15.428 adultos, de 45 a 64 años, que llenaron un cuestionario de frecuencia de alimentos modificado al momento del reclutamiento entre 1987 y 1989, y en la tercera de las cinco consultas de seguimiento subsiguientes. No se incluyó en el análisis a los participantes sin información alimentaria completa ni a los que informaron una extrema ingesta calórica, definida como menos de 600 o más de 4.200 kcal/día para hombres y menos de 500 o más de 3.600 kcal/día para mujeres. Los investigadores utilizaron una base de datos de nutrientes estandarizada para obtener ingestas de nutrientes de los cuestionarios de frecuencia de alimentos de los participantes.

A una mediana de seguimiento de 25 años, hubo 6.283 fallecimientos. El modelo multivariable ajustado mostró una relación en forma de U entre el porcentaje de energía consumido a partir de carbohidratos (media: 48,9%; desviación estándar [DE]: 9,4) y la mortalidad. El riesgo más alto para la mortalidad se observó en participantes con el menor consumo de carbohidratos, informan los autores, en tanto que el más bajo se observó en individuos con la ingesta de 50% a 55% de carbohidratos.

Tabla. Ingesta de carbohidratos y mortalidad por todas las causas en la cohorte de ARIC

Ingesta de carbohidrato, % de energía < 30% 30% – 40% 40% – 50% 50% – 55% 55% – 65% > 65%
N 315 2.242 6.097 3.026 3.034 714
Mortalidad, N (%) 163 (51,7%) 986 (44,0%) 2.533 (41,5%) 1.162 (38,4%) 1.150 (37,9%) 289 (40,5%)
Hazard ratio, completamente ajustado (IC 95%)* 1,37 (1,16 – 1,63) 1,37 (1,16 – 1,63) 1,11 (1,03 – 1,19) Referencia 1,01 (0,93 – 1,10) 1,16 (1,02 – 1,33)

 

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El metanálisis revela una curva en forma de U similar

Con el fin de contextualizar los hallazgos, los investigadores expandieron un metanálisis previamente publicado en 2012 para incluir el presente estudio, junto con dos estudios adicionales. En total, el metanálisis incluyó a 432.179 participantes de ocho estudios de cohortes que investigaron la ingesta de carbohidratos, con 40.181 fallecimientos.

Al igual que en el estudio ARIC, en comparación con el consumo moderado de carbohidratos, el riesgo de mortalidad por todas las causas en la población combinada fue significativamente mayor entre participantes con un bajo consumo de carbohidratos, definido como menos de 40% de la ingesta de energía (hazard ratio: 1,20; IC 95%: 1,09 – 1,32; p < 0,0001) y aquellos con un alto consumo de carbohidratos, definido como más de 70% de la ingesta de energía (hazard ratio: 1,23; IC 95%: 1,11 – 1,36; p < 0,0001).

Además, el metanálisis demostró que la mortalidad aumentaba cuando la grasa y la proteína derivadas de animales sustituían al carbohidrato y disminuía cuando estas sustituciones se basaban en productos vegetales. «Estos datos indican que la fuente de proteína y grasas que sustituyen a los carbohidratos en la dieta podría notablemente modificar la relación entre la ingesta de carbohidrato y la mortalidad», escriben los autores.

A diferencia de análisis previos sobre la ingesta de carbohidratos, en que se investigaron tendencias dentro de los cuartiles de consumo de carbohidrato, la investigación actual se basa en datos sobre la ingesta continuada de carbohidratos. Este enfoque, señalan los autores, «proporciona información más detallada y nos permitió identificar una relación más en forma de U entre el consumo de carbohidratos y el riesgo, la cual de otra manera no hubiera sido evidente».

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Recordatorio para evitar extremos

En un comentario adjunto, el Dr. Andrew Mente y el Dr. Salim Yusuf, del Population Health Research Institute, en Hamilton Health Sciences y la McMaster University, en Hamilton, Canadá, señalan que el diseño del estudio limita la posibilidad de generalizar los hallazgos.

«Estas diferencias en riesgo relacionadas con diferencias extremas en la ingesta de un nutrimento son plausibles, pero los estudios observacionales no pueden excluir por completo los factores de confusión residuales cuando las diferencias evidentes son tan moderadas», escriben.

Los autores del comentario también resaltan que los resultados de los metanálisis de deberían interpretar con cautela en vista del posible sesgo de «pensamiento de grupo» que puede ocurrir cuando los investigadores seleccionan métodos analíticos para producir hallazgos que se alineen con un desenlace concebido de antemano.

«Estos análisis se basan en modelos que los investigadores crearon, lo que significa que están sujetos a sus suposiciones», dijo el Dr. Yusuf en una entrevista con Medscape Noticias Medicas. «Para que los hallazgos sean clínicamente útiles o significativos, debe haber mejores datos y análisis más transparentes, y es necesario que otros grupos reproduzcan los hallazgos».

En este sentido, el Dr. Mente y el Dr. Yusuf recomiendan una colaboración entre los investigadores que intervienen en los estudios a gran escala incluidos en el metanálisis para combinar de manera transparente los datos individuales.

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Además, en futuros estudios observacionales se deberían utilizar nuevos métodos, como la triangulación, «para evaluar si hay un patrón de información coherente acerca de los vínculos entre el consumo de un nutrimento como los carbohidratos y un grupo de biomarcadores fisiológicos o nutricionales y desenlaces clínicos», escriben.

Aunque los hallazgos del estudio indican que puede haber una combinación favorable de consumo de carbohidratos de alrededor de 50% de la energía, «esta conclusión es demasiado simplista», dijo el Dr. Yusuf. «Diferentes alimentos con alto contenido en carbohidratos, como las legumbres, parecen protectores, mientras que otros, como el arroz pulido, en considerables cantidades puede no serlo».

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Aunque el Dr. Yusuf dice que los hallazgos no tienen implicaciones clínicas específicas «por el momento», el estudio ofrece un recordatorio sobre los extremos de la alimentación: «Las personas no debe apresurarse a adoptar extremos en la dieta de cualquier tipo. Ni extremadamente bajos carbohidratos, bajas grasas o baja sal», dijo. «El campo de la nutrición está lleno de extremos, a menudo sin evidencia que los respalde».

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