El socialdemócrata Steinmeier, elegido nuevo presidente de Alemania

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El socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, exministro de Asuntos Exteriores y candidato de la gran coalición de gobierno en Alemania, ha sido elegido este domingo presidente del país por mayoría absoluta en la Asamblea Federal.

La candidatura de Steinmeier fue apoyada en primera votación por 931 de los 1.253 delegados de la Asamblea, órgano que se reúne cada cinco años para designar al jefe del Estado y que está formado por los diputados del Bundestag (cámara baja) e igual número de representantes de los estados federados.

Un tuit del Partido Socialdemócrata alemán (SPD) felicitando por el nombramiento de Presidente Federal de la República a uno de los suyos, Frank Walter Steinmeier, ha causado gran indignación en la red. El motivo de esa indignación es que la felicitación se hacía pública dos días antes de que la Asamblea Federal votase la elección de ese cargo. La votación tendrá lugar este domingo y el canto de victoria ha puesto en evidencia un sistema de lección muy expuesto a componendas entre partidos.

«Se sienten impunes, por eso muestran tan poco decoro con los procesos», ha criticado un miembro de la directiva del partido antieuropeo y anti extranjeros Alternativa para Alemania (AfD), «la verdad es que la gente está harta y nos lo están poniendo muy fácil». El SPD ha tardado poco en reaccionar y ha borrado la felicitación de sus redes sociales. Incluso ha pedido disculpas, pero no ha logrado evitar que la elección comience con mal pie.

En Alemania, el presidente no es elegido directamente por los votantes, sino que esta responsabilidad recae en la Asamblea Federal, un órgano compuesto por todos los miembros de la cámara baja del Parlamento, el Bundestag, y por el mismo número de delegados que envían los 16 estados federados del país, además de una serie de personalidades de la vida civil, científica y cultural. En total, 1.260 personas. En esta ocasión, además, los únicos que realmente han tenido que ponerse de acuerdo para nombrar al exministro de Exteriores Frank Walter Steinmeier como nuevo presidente han sido los dos cabezas visibles de la gran coalición de gobierno, Angela Merkel y su número dos, el presidente de los socialdemócratas Sigmar Gabriel, que se deshacía con esa jugada de un posible candidato electoral a la cancillería en un momento en el que él mismo aspiraba todavía a ese honor. Un sistema pensado para encontrar un presidente de amplísimo consenso social y que quedase por encima de los partidos, ha terminado poniendo en bandeja los acuerdos bajo mesa.

Una reciente encuesta señala que un 71% de los alemanes estaría a favor de una elección directa de su presidente. «En el caso de que los ciudadanos votaran se reforzaría un elemento de imparcialidad en nuestra sociedad», ha defendido el expresidente Horst Köhler, que ocupó la Jefatura del Estado entre 2004 y 2010. Otro expresidente, que ocupó el cargo entre los años 1999 y 2005, Johannes Rau, considera por su parte que una votación directa tendría sentido si el Jefe del Estado contara «con mayores competencias», sugiriendo así una reforma de mayor calado. La Constitución germana le otorga a la figura del presidente muy poco poder político y una función más bien protocolaria y de carácter representativo, aunque se entiende que con sus discursos puede orientar y convertirse en un elemento integrador. Para muchos alemanes, esa figura por encima de los partidos ha quedado demasiado desdibujada. Y si algún presidente destaca en ese papel orientativo, no se presenta a la reelección.

Ese ha sido el caso de Joachim Gauck, que ha renunciado a un segundo mandato después de varios gestos con los que ha incomodado a los partidos del gobierno, sin cuyo apoyo la elección sería imposible. Apenas fueron firmados los acuerdos de la gran coalición del gobierno, el Parlamento alemán votó con una amplísima mayoría una subida de sueldos de los parlamentarios. Estamos hablando de principios de 2013, con los cadáveres de la crisis todavía calientes y tras un verano de primas de riesgo que amenazaron con hacer saltar el euro por los aires. Gauck, desde su puesto de presidente, quiso afear esa iniciativa y, dado que su firma debe sancionar la ley, la metió en un cajón y la tuvo casi un año esperando, algo que no sentó demasiado bien a sus Señorías. Después de su primer periodo en el Palacio de Bellevue, Gauck anunció que no deseaba continuar por motivos de edad.

Perfil

Y si en esta ocasión no ha mostrado la ciudadanía mayor malestar por el sistema de elección es sin duda porque la figura de Frank Walter Steinmeier goza de muy buena imagen entre los alemanes. Ha formado gobierno con Merkel, con Los Verdes en los tiempos de Gerhard Schröder, y sus posiciones han sido siempre sensatas y poco estridentes, dos características que en Alemania gustan mucho.

Bregado en el campo de la alta diplomacia, asume la Jefatura del Estado en un momento en el que la primera economía europea presenta síntomas de gran polarización social y es tomado por un hombre con gran sentido de la justicia social. Hijo de un ebanista, estudió derecho y política después de cumplir con el servicio militar. Además, en 2010 se retiró provisionalmente de la política activa para donar un riñón a su esposa, entonces gravemente enferma.

Los pasados años se ha entregado afanosamente a la resolución de conflictos y crisis internacionales, entre otros, en Ucrania, Oriente Medio o Turquía y en Colombia asumió un importante compromiso con la firma del proceso de paz. Todos ellos han mantenido suficientemente alejado su nombre de las refriegas internas que más podían haberlo desgastado. Un sondeo de noviembre del pasado año publicado por la cadena pública de televisión ARD situaba a Steinmeier, a las puertas de ser nombrado candidato a la Presidencia Federal, como el político más popular de Alemania, considerado el favorito por el 72% del electorado.

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