Cómo un misterio médico llevó a los expertos al Zika

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El mosquito hembra 'Aedes aegypti' sobre una capa de agua dentro de un neumático en un comercio en Villavicencio, Colombia. Este es el mosquito que transporta el virus de Zika, así como el dengue y el virus de Nilo.

Algo extraño pasaba en las salas de maternidad de los hospitales de Recife, en la punta oriental de Brasil, en agosto del año pasado.

Celina M. Turchi, investigadora de enfermedades infecciosas en la Fundación Oswaldo Cruz, un importante instituto científico brasileño, dice que “doctores, pediatras y neurólogos comenzaron a encontrar algo que jamás habían visto”.

“De las cejas hacia abajo, los niños tenían rostros normales pero, más allá de eso, no tenían frente y sus cabezas eran muy extrañas”. Se refería a la microcefalia. “Los doctores decían: ‘Hoy vi cuatro’ y ‘Qué raro, porque yo vi dos’”.

Los bebés parecían estar saludables. “Lloraban. Se alimentaban bien. No parecían enfermos”, dijo la Dra. Turchi. Los doctores no hallaban explicación. En ese momento no lo sabían, pero estaban observando los primeros casos de una enfermedad que amenazaría al continente entero. Un patógeno poco conocido ⎯el virus de Zika, transmitido por mosquitos— llevaba circulando en Brasil al menos un año y pronto se convertiría en el principal sospechoso en la investigación sobre qué le sucedía a esos recién nacidos.

Desde entonces, la situación de estos bebés provocó que la Organización Mundial de Salud declarara una emergencia y emitiera advertencias a las mujeres embarazadas sobre los peligros de viajar a países donde el virus está circulando, e incluso mencionó el riesgo de tener sexo sin protección con hombres que hayan visitado esos países. En Dallas, se descubrió un caso de contagio por transmisión sexual.

Los bebés también han conseguido que los ministerios de salud de cinco países digan algo que hasta hace poco era impensable: “Mujeres, por favor pospongan sus planes para tener hijos”.

Ahora el virus amenaza a las economías de países que ya de por sí son frágiles y también las olimpiadas que se celebrarán este verano en Río de Janeiro. Y también ha abierto un nuevo frente de debate en países mayoritariamente católicos sobre el derecho de la mujer a los anticonceptivos y al aborto.

Pero más allá de eso, los niños afectados con microcefalia han generado muchas preguntas: ¿Qué es este virus? ¿Cómo existe desde hace 70 años sin que nos diéramos cuenta de su poder? ¿Qué les decimos a nuestros pacientes sobre una enfermedad que puede esconderse en la trompa de los mosquitos y el semen de los hombres, o incluso en la saliva o la orina humana? ¿Qué les decimos a las mujeres embarazadas que preguntan si sus bebés están a salvo?

“Esta epidemia es una historia que apenas está empezando”, cree el doctor Anthony S. Fauci, director del National Institute of Allergy and Infectious Diseases. “Como con el ébola, este virus es algo que pudo existir durante años debajo del radar, y no sabemos qué consecuencias tiene hasta que surgen miles de casos”.

“Con el zika, estamos observando nuevos giros cada semana”.

Los mismos síntomas

Según los médicos, los primeros pacientes llegaron poco a poco a los hospitales públicos de Natal, capital del estado de Rio Grande do Norte, a unos 320 kilómetros de Recife. Ocurrió unas semanas después de la Copa Mundial de 2014, cuando Natal fue una de las sedes del campeonato, el cual atrajo a fanáticos de todo el mundo.

Muchos pacientes vivían en los límites de la ciudad; otros en asentamientos a lo largo del sertão, una región marginal al noreste de Brasil. Casi todos tenían los mismos síntomas: erupciones rosadas, ojos rojos, fiebre, dolor en las articulaciones y dolores de cabeza. Ninguno estaba enfermo de gravedad, pero las similitudes eran sorprendentes.

“Eso asustó a algunos pacientes, a los doctores y a mi equipo”, dijo Aline Bezerra, una enfermera y epidemióloga que trabajaba para la municipalidad. “Lo único que pensamos era que podría ser una suerte de dengue leve”.
Los exámenes descartaron que se tratara de ese u otros virus comunes, pero los pacientes seguían llegando. Un día de enero de 2015, 100 personas visitaron el hospital público.

“Alertamos a las autoridades federales de que estábamos enfrentándonos a algo nuevo y urgente”, dijo el doctor Kleber Luz, especialista en enfermedades infecciosas en la Universidad Federal de Rio Grande do Norte. “Pero la reacción fue extremadamente lenta”.

En marzo pasado, la propagación de una “enfermedad misteriosa” se había vuelto imposible de ignorar. Apareció en dos estados vecinos. Después llegó a Salvador, una ciudad de 2,5 millones de habitantes.

Rosana Vieira Alves con su hija de 4 meses, Luana, en su casa de Olinda, Brasil. La bebé nació con microcefalia. En Brasil se investiga el nacimiento de más de 4000 niños con microcefalia, que podría estar ligada con el virus de Zika. Credit

Los doctores especularon con la posibilidad de que se tratara de una alergia: roséola, una enfermedad infantil, o de una nueva variante del eritema infeccioso, un sarpullido facial.

“La gente decía que la causa era el agua contaminada”, dijo el doctor Gúbio Soares, un virólogo de la Universidad Federal de Bahia en Salvador. “Empecé a pensar que se trataba de algo transmitido por mosquitos”. Mientras trabajaba en su modesto laboratorio con una colega —la doctora Silvia Sardi—, Soares siguió examinando muestras de sangre.

Otros doctores hacían lo mismo. En total, examinaron más de 6000 muestras de víctimas que tenían entre 4 meses y 98 años. Y descartaron el parvovirus, el dengue, el chikunguña y otras enfermedades sospechosas.

Finalmente, en abril, Soares y Sardi estaban seguros: era Zika.

“De hecho, sentí alivio”, dijo Soares. “Los libros de referencia decían que era mucho menos agresivo que los virus que ya habíamos tenido en Brasil”.

En mayo, después de que la Fundación Oswaldo Cruz confirmara los hallazgos de Soares, el doctor Arthur Chioro, ministro de salud, dijo que el virus de Zika no le preocupaba. “Es una enfermedad benigna”. Sin ir más lejos, la fiebre hemorrágica del dengue es responsable por la muerte de cientos de brasileños cada año.

Pero en ProMED Mail, un servicio en línea dirigido por la International Society for Infectious Diseases, la reacción no fue tan optimista.

“La llegada del virus de Zika a Brasil no es una buena noticia”, escribió Thomas M. Yuill, profesor emérito de ciencia veterinaria y ecología en la Universidad de Wisconsin-Madison. Brasil tiene “abundantes mosquitos y una gran cantidad de población susceptible a la enfermedad”.

Esta realidad es compartida a lo largo de todo el continente americano.

Un virus viajero

Durante años, los cazadores de virus en ProMED y otras redes de alerta habían estado observando cómo el zika progresaba de manera lenta y errática hacia el este, por el Pacífico, saltando de isla en isla, de la misma manera en que las fuerzas estadounidenses lo habían hecho durante la Segunda Guerra Mundial, solo que al revés.

En 2007 llegó a la isla de Yap, en Micronesia, al oeste de las Filipinas y al norte de Australia. Pudo haber llegado a Yap desde cualquier lugar de Asia. En octubre de 2013, el virus de Zika avanzó a través de las islas de la Polinesia Francesa, entre ellas Tahití y Bora Bora. A principios de 2014, saltó hasta las Islas Cook, al oeste, y a Nueva Caledonia, cerca de Australia.

También llegó a la Isla de Pascua; su llegada oficial al continente americano.

Y aún está saltando de isla en isla. Samoa Americana y Tonga han detectado brotes.

En 2009 Scott C. Weaver, un virólogo de la University of Texas Medical Branch en Galveston, escribió un artículo en el que advertía sobre la llegada del zika a América. El virus era tan desconocido que, en un intento por informar a la gente en una entrevista, explicó: “Su familiar más cercano es el Spondweni”: un virus que lleva el nombre de un lugar en Sudáfrica que ya ni siquiera está en los mapas.

Pero el bosque Zika en Uganda todavía figura en ellos; el virus fue descubierto en un mono en ese bosque en 1947. Desde entonces se había considerado leve en comparación con sus primos asesinos: la fiebre amarilla, el dengue, el virus del Nilo Occidental y la encefalitis japonesa. Hasta 2013, no hubo evidencia de que el zika hubiera provocado una hospitalización.

Así llego el zika a Brasil

El 14 de mayo fue la fecha definitiva en Brasil. Todos los misteriosos brotes —extendidos por el país, incluido Río de Janeiro⎯ habían sido causados por el zika.

¿Quién había traído el virus? Hay dos teorías.

La primera, sugerida por los científicos brasileños que analizaron los patrones de vuelo de las aerolíneas, fue que llegó entre la multitud de fanáticos del fútbol que acudieron en masa a las 12 ciudades sede de la Copa Mundial de 2014. Si el brote de Natal fue el primero, entonces esa teoría tiene credibilidad.

La segunda, propuesta por científicos franceses relacionados con el Instituto Pasteur de París que habían investigado el brote en Polinesia, fue que llegó unas semanas más tarde, durante el Va’a World Sprint, una carrera de canoas en Rio en la que participaron equipos de varias islas polinesias.

Gleyse Kelly da Silva sostiene a su hija Maria Giovanna, nacida con microcefalia en Recife, Brasil. Los investigadores esperan que el número de casos comience a disminuir. CreditFelipe Dana/Associated Press

El primer caso de infección de zika en Nueva York se detectó en diciembre de 2013 —seis meses antes de la posible fecha de su llegada a Brasil— en un viajero de 48 años que vive cerca de Central Park.

Cuando entró al Traveler’s Medical Service en Manhattan, apenas había regresado de un largo recorrido a través de Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, la Isla de Pascua, Hawái, y la Polinesia Francesa.

Dyan J. Summers, la enfermera practicante que le atendió, dijo que el viajero se levantó la camisa y le mostró un sarpullido rosado que dijo haber notado 11 días antes.

“Eché un vistazo y dije: ‘es dengue’”, recordó en una entrevista reciente. “Él respondió: ‘Yo no estoy tan seguro. Creo que es zika’”.

Summers se sorprendió: “Había escuchado del zika, pero nadie estaba pensando en ese virus”.

“Pero era un tipo muy muy brillante”, continuó. “Viaja mucho y sabe sobre agua potable y altitudes seguras para evitar la malaria. Estaba en lo correcto. En Polinesia, había leído artículos en el periódico local sobre el zika”.

Summers le sacó sangre de inmediato, lo hizo de nuevo 20 días después y envió ambas muestras al Center for Disease Control and Prevention, en Atlanta. Sus pruebas mostraron que tenía anticuerpos de dengue, de virus del Nilo Occidental y zika, pero el conteo de los anticuerpos de zika se había disparado.

Al investigar sobre el virus, dijo Summers, su paciente había encontrado un artículo sobre un científico en Colorado que había infectado a su esposa después de regresar de África.

“Gracias a ese artículo, le aconsejé no tener sexo sin protección”, comentó.

El aviso de Summers estaba en lo cierto: la semana pasada, las autoridades emitieron consejos similares acerca del sexo sin protección a todos los estadounidenses.

Pistas preocupantes sobre el virus

En mayo, después de la confirmación de que el zika circulaba en Brasil, a los doctores les tomó tan solo un par de semanas sospechar que Chioro, el ministro de salud, se había equivocado. Había pistas de que el virus era todo menos benigno.

En Maceió, Recife y demás ciudades, los casos de Guillain-Barré, empezaron a surgir. La doctora María Lúcia Brito, neuróloga en Recife, vio a 50 pacientes que sufrían en 2015, en contraste con los 14 que observó el año anterior.

El síndrome de Guillain-Barré, una forma de parálisis temporal que comienza en las manos y los pies, ha resultado ser uno de los temores principales de la epidemia de Zika. Es un ataque autoinmune a las células nerviosas que puede activarse mediante varios virus o bacterias. Usualmente es temporal pero en casos extremos puede ser mortal.

“Era obvio: hubo un cambio cuando los casos de zika empezaron a aumentar”, dijo Brito.

Después, en julio, un par de gemelos nacieron en Recife. Uno estaba sano; el otro era microcefálico. A principios de agosto, sus padres los llevaron a donde la doctora Vanessa van der Linden, una prominente neuróloga.

Diagnosticó la causa como una infección que había afectado al bebé en el útero e hizo pruebas a la madre y al bebé para detectar rubeola, sífilis y toxoplasmosis, tres causas conocidas de microcefalia. Los resultados fueron negativos, así que empezó a hacer pruebas para detectar mutaciones genéticas como el síndrome de Down.

En septiembre, el Hospital Barão de Lucena, la institución pública de Recife donde trabaja la doctora Van der Linden, vio un aumento en los casos: de pronto tenía cinco bebés microcefálicos.

Lo mismo pasaba en otros lugares. El hospital donde su madre trabajaba como neuróloga pediátrica tenía siete casos.

“En ese momento fue cuando pensé: ‘Algo está muy mal’”, dijo Van der Linden.

Pronto supo que varias de las madres recordaron haber tenido la “enfermedad misteriosa” ⎯el sarpullido de zika⎯ en los primeros meses de su embarazo.

Pero las pruebas para detectar Zika habían dado resultados negativos. Sus madres habían estado enfermas meses antes y, en los adultos, el virus usualmente desaparece en 10 días o menos. Aún no está claro por cuánto tiempo persiste en un feto.

Izquierda: Dra. Celina M. Turchi en Sao Paulo, Brasil. Derecha: La Dra. Kátia Petribú, psiquiatra del Hospital Oswaldo Cruz, en Recife, trabaja con las madres de bebés que nacen con microcefalia.CreditAle Ruaro y Marizilda Cruppe para The New York Times

Madres jóvenes y conmocionadas

La doctora Kátia Petribu, una psiquiatra clínica de Recife, recuerda a las madres. Eran fantasmas: mudas y sin expresión, paseaban por los pasillos con sus bebés en brazos.

Muchas de ellas eran jóvenes, una tenía tan solo 14 años. “Estaban conmocionadas”, dijo. “No eran capaces de hablar”.

Petribu tenía problemas para dormir. No podía sacárselas de la cabeza.

“Llegan sin nada”, dijo. “Llegan sin comida y viajan por autobús durante horas, llegan a las 7 a. m. y esperan horas para que las vea un doctor”.

El doctor Mauricio L. Nogueira, un médico del sur de Brasil que no había visto ningún caso en su región —alejada del norte tropical, igual de lejos que Quebec de Miami—, recuerda haber visitado un hospital en Salvador. Aún se siente trastornado por lo que sucedió: 25 niños microcefálicos habían nacido durante los 10 días anteriores.

Eso fue “realmente estremecedor para mí”, dijo. “Hasta entonces, solo había leído los informes”. Una madre lo miró y le preguntó: “Oiga, doctor, su cabeza va a crecer, ¿cierto?”.

“Fue realmente doloroso”, agregó.

La frustración también aumentaba para la doctora Turchi, la epidemióloga. “Si hubiéramos sabido qué estaba pasando, eso nos habría ayudado mucho”, dijo. “Pero no había instrucciones que seguir. No teníamos mapa alguno”.

Varios sospechaban de la relación del zika con la microcefalia, pero era muy difícil confirmarla. Turchi armó rápidamente un estudio de “control de caso”, la herramienta clásica de los epidemiólogos, con la que comparó a los bebés que sufrían de la condición con los bebés que no la tenían.

Por fin, ‘un camino a seguir’

Turchi llamó a todos los científicos que conocía y llegaron desde todas partes de Brasil. Uno llegó desde Londres. La doctora nombró el grupo MERG, por sus siglas en inglés (Grupo de Investigación de la Epidemia de Microcefalia).

“Era como una casa que se estaba incendiando: cada quien tomaba una cubeta y hacía lo que podía”, dijo.

A principios de noviembre hubo un punto de inflexión: la doctora Adriana Melo en el estado de Paraíba, al norte de Recife, había extraído líquido amniótico de un mujer embarazada. Estaba infectado por el virus de Zika. Luego examinó el tejido cerebral de dos casos de muerte fetal. De nuevo, encontró zika.

“Por lo menos teníamos un camino que seguir”, dijo Turchi. “Un mapa”.

El equipo de Turchi ha reunido a cerca de 1000 mujeres embarazadas con síntomas de Zika, y les esta haciendo seguimiento a recién nacidos sanos y con microcefalia en las mismas áreas. Trabajan durante las noches y los fines de semana, comen sándwiches de la tienda del instituto o almuerzos de arroz, frijoles y pollo que les lleva la madre de un asistente de investigación.

La epidemia perfecta

Suelto en un continente donde nadie está inmune, el zika tiene el potencial de infectar a decenas de millones de personas. Ahora, según la OMS, se está transmitiendo en 33 países con cerca de 600 millones de habitantes. Los funcionarios del sector salud en Brasil investigan miles de casos reportados de microcefalia que podrían estar vinculados al virus.

Pero hay espacio para el optimismo. En Recife y el estado de Pernambuco, los casos de microcefalia han estado disminuyendo durante cerca de tres semanas. No se sabe exactamente por qué, pero los investigadores están comenzando a preguntarse si la epidemia ha llegado a su punto máximo.

“Luce como una curva epidémica perfecta”, dijo Turchi. “Se puede ver dónde comenzó, cómo se elevó y que ahora está disminuyendo”.

Pero ese declive, y el alivio general que conlleva, sucede en la única zona del continente donde la transmisión del virus se propagó primero y donde ocurrió con más intensidad.

El zika llegó allí un año antes de que los casos de microcefalia comenzaran. Y ahora el virus está virtualmente en todo el sur de Florida y Texas.

Y se están detectando casos de Guillain-Barré, el problema precursor de la microcefalia, más allá del epicentro de la epidemia en Brasil.

Colombia, Venezuela, Surinam y El Salvador, donde abundan los mosquitos todo el año, han reportado casos de Guillain-Barré. Colombia tuvo “una explosión”, según su ministro de salud, y se han registrado tres muertes.

También ha habido docenas de casos confirmados de zika en Estados Unidos. Hasta ahora todos los casos han sido viajeros que vienen del extranjero, con la excepción de una persona que fue infectada sexualmente en Texas por un viajero que llegó de Venezuela.

Ahora que el mundo está en alerta por los peligros y las mujeres incluso están contemplando retrasar sus embarazos, los científicos dicen que no es probable que la pesadilla nacional de Brasil se repita en otro lugar a la misma escala.

En Recife, Turchi está esperanzada.

“Ahora estoy más tranquila”, dijo. “Ahora todo el mundo sabe qué está pasando”.

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