El enfrentamiento entre Malasia y Corea del Norte por la muerte de Kim Jong-nam, el hermano mayor del líder norcoreano Kim Jong-un, continúa después de que el enviado para reclamar el cadáver apuntó este jueves que murió de un ataque al corazón y no envenenado por un potente agente tóxico, como afirman las autoridades malayas.
El exembajador de Corea del Norte en la ONU, Ri Tong Il, quien encabeza una delegación norcoreana desplazada a Malasia para reclamar el cadáver, descartó la versión de Malasia en una rueda de prensa en la puerta de la embajada de Corea del Norte en Kuala Lumpur y apuntó que Corea del Sur estaba divulgando teorías conspirativas sobre el uso de agentes nerviosos para dañar a su país.
El diplomático señaló que la víctima tenía un historial médico de problemas cardíacos, diabetes y presión sanguínea alta. En este sentido afirmó que «un fuerte indicio de la causa de la muerte es un ataque al corazón», dijo Ri en declaraciones recogidas por AFP.
Ri pidió que entreguen a Corea del Norte el cadáver cuanto antes, puesto que las autoridades de Malasia requieren una prueba de ADN de un familiar para cotejar su identidad antes de entregar el cuerpo, algo a lo que hasta ahora se ha negado Pyongyang.
Las autoridades malasias indicaron que Kim Jong-nam murió minutos después de que dos mujeres, una indonesia y una vietnamita, le frotaran el rostro con el agente VX, según determinó una autopsia preliminar, mientras hacía cola para embarcar en un vuelo a Macao, donde residía.
La Policía malasia cree que ambas fueron reclutadas por cuatro norcoreanos que huyeron del país el mismo 13 de febrero, horas después del incidente, y para quienes ha pedido ayuda a la Interpol para localizarlos.
Las autoridades malasias aun no han identificado formalmente a Kim Jong-nam -quien viajaba con un pasaporte diplomático a nombre de Kim Chol- a la espera de poder cotejar el ADN con el de algún familiar.
Corea del Sur identificó a la víctima como el hermano de Kim Jong-un y atribuyó el crimen a agentes norcoreanos, mientras que Pyongyang cuestionó la investigación policial y acusó a las autoridades malasias de conspirar con sus enemigos.