Dos platos listos para servir y un misterio sin resolver: las dos colombianas que nadie encuentra en Miami desde 2016

La Policía y la familia de las víctimas sospechan de una ex pareja. Sin embargo, hasta el momento no pudieron recoger pruebas suficientes para acusarlo formalmente

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Gustavo Castaño conoció a Liliana Moreno en una disco de MiamiFlorida. Él era el dueño del lugar; ella arquitecta. Pronto se enamoraron. O eso parecía. Fruto de la corta pasión, en 2007 la joven quedó embarazada. Pero el emprendedor colombiano no quería saber nada con ser padre y le exigió a su pareja que terminara con la gestación. Pero ella se negó. Fue entonces que decidió abandonarlas. Ese mismo año nació Daniela.

Seis años después, en 2013, las vio en un centro comercial. La nostalgia habrá recorrido su interior y Castaño quiso entablar una relación más cercana con quien era su hija. Liliana se mostró de acuerdo. Al fin y al cabo, no quería negarle a la pequeña la posibilidad de conocer y crecer más cerca de su padre. Las cosas parecían mejorar. Pero -siempre parecería haber un pero- había algo extraño: el vínculo debía desarrollarse en el más absoluto de los secretos. La familia de él no podría enterarse.

Pero el lunes 30 de mayo de 2016, cuando los antiguos novios mantenían una relación sólo comercial, un teléfono sonó en una vivienda de Cali. En tierra colombiana atendió una de las hermanas de Liliana. Del otro lado de la línea estaba Castaño quien les informaba que hacía tres días que tenía noticias de ella. Las mujeres –Carolina Yamileth– no entendían nada. ¿Qué tenía que ver ese hombre con su hermana?

Sin embargo, algo en la historia no cerraba. Carolina le contó al hombre que ese mismo 30 había hablado más temprano con su hermana. La desesperación, sumada a la distancia, provocaron una profunda angustia en la familia de la arquitecta desaparecida. Se comunicaron con amigos que vivían en Miami y les pidieron que se acercaran a la vivienda que la mujer tenía en DoralMiami Dade, para constatar que ella estuviera allí.

Los amigos reaccionaron de inmediato. Su Toyoya Corolla color azul estaba allí, aparcado junto a su apartamento. Golpearon a la puerta esperando que alguien respondiera. Sin suerte. Preocupados, se comunicaron con el Departamento de Policía de Miami Dade para que intentara ingresar a la propiedad. Cuando finalmente pudieron ingresar -de acuerdo al diario El Tiempo, de Colombia- notaron que la casa estaba en perfecto estado, ningún signo de violencia e incluso un detalle dejaba lugar a las especulaciones más remotas: comida fresca y dos platos listos para servirse estaban en la cocina. ¿Quién o qué había interrumpido el almuerzo de Liliana Daniela?

El fin de la mentira

Desde que conoció a Daniela y durante dos años, Castaño continuó con su doble vida. Incluso había entablado un nuevo tipo de relación con Liliana. Como ella era arquitecta, había levantado su propia empresa que gerenciaba desde su casa. Lo asoció a su ex quien se había apartado del rubro de la noche y ahora se dedicaba a la construcción. Sin embargo, todo se derrumbó cuando la familia del colombiano descubrió que tenía una hija por fuera de su matrimonio.

Las cosas volvieron a complicarse. Pero para peor: Castaño le dijo a su ex que ya no quería verlas. Otra vez el abandono. La profesional, furiosa y con razón, decidió expulsarlo de la empresa y de las sociedades de las que eran parte. Se acercaban las fiestas de 2015 y madre e hija decidieron pasar noches en Colombia. Un oxígeno familiar vendría bien, habrán pensado.

Una vez en Cali, les manifestó una preocupación a sus hermanas que escuchaban extrañadas: temía morir. Les dijo que en Miami hay muchos accidentes. Fue por eso que les hizo firmar documentos en los cuales les daba la potestad sobre Daniela. Ya de vuelta en Miami, un mes antes de su desaparición, Castaño hizo una nueva irrupción en la familia. Rogó a Liliana volver a asociarse a lo que la mujer se negó de forma terminante. No volvería a pasar por lo mismo.

La desaparición

El lunes 30 de mayo, mientras Liliana Daniela estaban en su propiedad, hacia el mediodía sonó el llamador de la puerta. Era, nuevamente, Castaño. De acuerdo a su declaración ante la policía, fue él quien las recogió en su automóvil. Una vez dentro comenzaron a discutir. Según dijo las dejó en Turnpike Avenue. El ambiente allí no es el más citadino: arbustos, agua, maleza y cocodrilos rodean el lugar. Al reconocer que las había visto ese lunes se desenmascaró la primera de las mentiras del hombre quien en la primera comunicación con la familia les había dicho que había estado con la mujer 48 horas antes, el sábado.

Desesperado y rodeado por la evidencia, ese jueves 2 de junio, Castaño intentó lo peor. Se encerró en un auto de alquiler en un parking de una conocida cadena de venta de artículos para la vivienda, sacó un cuchillo y comenzó a cortarse el cuello. La policía de Miami Dade -alertada por la familia del sospechoso- lo halló y consiguió neutralizarlo a tiempo.

Las sospechas sobre la actuación de Castaño aquel 30 de mayo comenzaron a agigantarse. Tanto que el caso fue asignado al Departamento de Homicidios y no al de Desaparición de Personas. “Mi opinión como investigador es que acá hubo un homicidio premeditado, planificado con antelación y ejecutado, no dudo, en compañía de otras personas”, dijo el detective Fernando Álvarez, director de investigaciones de Missing Children Global Network.

Así y todo, las sospechas no son suficientes. Y todas las pruebas o indicios que los policías recogen contra el sospechoso son “circunstanciales” con lo cual no pueden imputarlo por el crimen o la desaparición. La familia de Liliana le ruega al ex dueño de la discoteca que confiese. Esa sería la única forma de saber con precisión qué fue lo que ocurrió aquel mediodía. “No sé hasta cuando le llegará su conciencia para que hable”, concluyó Carolina, hermana de la madre desaparecida junto a su hija.

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