El costo humano y económico de proteger la línea fronteriza

421
0
Compartir

Custodiar la frontera no es un maíz, decía mi padre al recordar sus tiempos de soldado en Elías Piña, Pedernales y Dajabón. Caminos lejanos, solitarios, polvorientos, cargados de peligro, alejados de la familia y muchas veces poco valorado por la población.

Recuerda que mi madre estuvo al morir, embarazada de su tercer hijo, cuando se encontraba de puesto en el destacamento Villa Anacaona de Restauración, un municipio de Dajabón en la frontera norte (Haití-República Dominicana).

El bebé estaba de pie y no podía nacer. “Yo no encontraba qué hacer, imagínate un guardia raso, en un puesto tan lejano, sin recursos, fue un milagro de Dios que la partera y el médico del Ejército lograran sacar el niño”. Me cuenta que igual que mi madre, otras mujeres de militares vivían situaciones difíciles a la hora de dar a luz. Llega a su memoria la imagen de una mujer embarazada de mellizos, que por las complicaciones del parto vio nacer a sus hijos, uno en Restauración y el otro en Dajabón.

Pero esa es solo una muestra del sacrificio humano que implica mantener la Patria soberana y en calma. Los hombres y mujeres que permanecen alertas en los diferentes puestos fronterizos ponen en riesgo sus vidas, haciendo guardia en lugares solitarios al acecho de contrabandistas, traficantes, indocumentados y aunque algunos pudieran incurrir en alguna falta, la mayoría realiza una labor de entrega y sacrificio en defensa del territorio y la soberanía.

La frontera que divide a República Dominicana de Haití tiene una extensión de 391 kilómetros y 8,494 soldados la defienden, organizados en tres brigadas de infantería, seis batallones, 21 compañías, 35 destacamentos, 68 puestos de custodia y entre 15 y 20 puestos de chequeos fijos o móviles, así lo expuso el general de brigada, Santo Domingo Guerrero Clase, durante el taller “Comunicación Estratégica para Defensa y Seguridad Fronteriza”.

Al guardia de la frontera se le endurece el carácter, fruto de las situaciones de riesgo que tiene que enfrentar, pero también por los días en que tiene que celebrar solo, lejos de su familia, días tan especiales como su cumpleaño o tan necesarios de familia como cuando te sientes enfermo. Eso me lo hizo entender un soldado cuando le pregunté ¿porqué esa cara tan seria?, en un recorrido por la frontera Sur, organizado por el Ejército como parte del IV Taller de Comunicación Estratégica para la Defensa y Seguridad Fronteriza.

Me confesó que el principal sacrificio de un soldado en la frontera es su libertad, me hizo entender que, aunque no esté de servicio, está atrapado en esta realidad de pobreza y permanente peligro porque allí no es solo la entrada y salida de haitianos ilegales, sino también el comercio ilícito, como monstruo de mil cabezas frente al que actuar bien muchas veces cuesta.

Para ver a su familia, un día libre no basta, porque su esposa y sus hijos viven en la capital, pero dice que sus comandantes les ayudan a conseguir cuatro días libres cada quince o veintiún día, dependiendo de la disponibilidad de personal que tenga su unidad.

Durante el recorrido realizado y posteriores entrevistas con jefes militares escuché que desde hace unos años, a la hora de reclutar militares para la frontera, se priorizan a quienes son de los pueblos cercanos, para que no tengan que alejarse de sus familias y sus ingresos contribuyan a la dinamización económica de las empobrecidas comunidades donde viven.

No hay comentarios

Dejar una respuesta