El incendio de la catedral es un nuevo duro golpe a Francia, en un momento político y social muy delicado

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Francia está asistiendo esta tarde, incrédula y horrorizada, en plena Semana Santa, a un incendio pavoroso que amenaza con provocar graves daños, quizás irreparables, a uno de sus principales monumentos, la catedral de Notre Dame de París. Por la fuerza de las llamas, que se extienden por el tejado y lanzan una alta columna de humo sobre la capital, no puede descartarse que el templo, una joya del gótico, quede destruido por completo.

El presidente de la República, Emmanuel Macron, ha anulado la importante declaración que debía realizar a las ocho de esta tarde para anunciar nuevas medidas ante la crisis de los ‘chalecos amarillos’ y se dirige en estos momentos hacia la catedral. En un momento político y social muy delicado, el siniestro ha sido un golpe adicional, simbólico, a la autoestima francesa.

Lugar cargado de historia
La catedral ha sido escenario de funerales de Estado a De Gaulle, Pompidou o Mitterrand.

La catedral ha sido escenario de funerales de Estado -del general De Gaulle, de los presidentes Pompidou y Mitterrand, y otras figuras-, un lugar cargado de historia. Si hace unas semanas París dio imágenes al mundo de vehículos incendiados, durante las manifestaciones, y de comercios saqueados y destrozados, en plenos Campos Elíseos, ahora es nada menos que la catedral la que arde, aunque por causas seguramente fortuitas. Una triste concatenación de hechos y de fotos.

Nada indica que el incendio haya sido provocado, a pesar de la amenaza terrorista permanente. La hipótesis que se baraja es la de algún error o algún incidente relacionado con las labores de renovación en curso.

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